Comienza

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Dios creó la tierra, la llenó de animales y plantas que convivían en un ciclo infinito de perfección. Pero aquello no era suficiente, así que creó al hombre quien pobló la tierra tomando de ella lo necesario para sobrevivir. Sin embargo, el hombre era vulnerable ante la naturaleza, por lo que Dios le otorgó la protección de los ángeles. Que eran más sabios y más poderosos.

Algunos ángeles consideraron que era justo compartir sus conocimientos y poderes con los humanos, sin embargo al hacerlo pecaron contra el creador, trajeron guerra y ambición dentro de los humanos, quienes comenzaron a destruir el hogar que se les había otorgado. Para proteger la tierra, Dios creó a los demonios y desterró a los ángeles quienes habían pecado en contra de sus creaciones a una dimensión en la que no podrían dañar, ni a la tierra, ni a sus habitantes.

Tarde era para todos, pues los desterrados ya habían plantado los males en los humanos y en la tierra, dentro de los mismos ángeles y demonios, que comenzaron a verse como enemigos naturales. Si los humanos dañaban la tierra, los demonios los dañaban a ellos, y los ángeles los protegían.

A medida que pasó el tiempo los ángeles y los demonios se hicieron invisibles para el hombre, y las leyendas comenzaron. Los demonios eran vistos como seres malignos a los que había que destruir y a los ángeles como seres divinos a los cuales adorar, olvidando que eran tan imperfectos e iguales que ellos. Olvidaron también a los Desterrados, quienes juraron regresar a su dimensión original y deshacerse de aquello que los había dañado. Sólo necesitarían la llave para lograrlo.

A lo largo de los años los demonios formaron la Liga de los Demonios, dedicada a protegerse de la cacería a la que los ángeles los estaban sometiendo. Y como respuesta, se creó la Organización Angelical, para proteger a todo ser humano de cualquier amenaza. Así ha sido desde tiempos inmemoriales.

Angeles contra demonios, humanos ignorantes, siempre una amenaza que provenía de dimensiones infernales. El cuento de nunca acabar y Aoi Shiroyama estaba harto.

Era un cazador, y era el mejor. Una especie de mercenario que no pertenecía al ejército de Dios, si no a un rango más bajo de la Organización que se dedicaba a pelear contra demonios en una pequeña escala. La mayoría de los ángeles que eran cazadores pronto eran ascendidos al ejército, pero él no, por diferentes razones, su problema con la autoridad era el principal. Sin embargo Aoi tenía más valor como cazador que como un simple soldado y toda la Organización lo sabía.

Pero, ¡estaba harto!

Hacer las cosas por el bien común y no porque realmente las sintiera, ser sólo una sombra del sistema, ser invisible para los humanos y sobretodo encontrarse vacío. Sentirse incompleto, sin propósito real en su existencia. No podía quejarse, la Organización le daba todo: casa, alimento y cualquier cosa que necesitara, excepto lo único que sabía que le faltaba. Algo que cada ángel y cada demonio anhelaba desde su nacimiento.

—Otra vez estás perdido en tus ensoñaciones —la voz de una mujer interrumpió sus pensamientos.

Estaba en la sala de su casa mirando hacia la ventana, la casa se la había otorgado la Organización y no era un terreno más grande que un departamento con una sala de estar, una habitación y un baño. Sin embargo por la manera de vivir de la Organización y su trabajo, todos tenían libre acceso a todos los lugares; excepto al edificio principal.

Se giró con un suspiro—. ¿Qué necesitas ahora Umi? —preguntó Aoi con desdén.

Una chica de cabello castaño claro de estatura mediana, le devolvía la mirada con expresión aburrida; era bonita pero era muy alta para la mayoría; mucho más que el promedio de las ángeles hembras. Además la chica ya tenía pareja, así que pocos se atrevían a acercarse a pesar de su carácter noble.

Between Angels & Insects [The Gazette]Where stories live. Discover now