2. Un paso al frente

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Antara camina sujeta al brazo de la señorita Shire, la profesora de ciencias. Es la última clase que ha tenido antes del descanso y la mujer se ha ofrecido a acompañarla hasta fuera. Lo hacen a paso lento y tranquilo y aunque la maestra le da conversación para hacer más liviano el paseo, Antara siente todos y cada uno de sus músculos engarrotados.

El día está siendo extraño y largo. El regreso al instituto. Ha perdido el curso y sabe que el próximo año deberá repetir, algo que en ese momento no se le hace particularmente preocupante. Escucha murmullos a su paso y no puede evitar pensar que todo el mundo habla de ella: algunos se compadecen; otros, simplemente comentan la jugada. Es el día a día en el instituto; siempre lo ha sido, aunque ella no está acostumbrada a ser el centro de esas habladurías por otras circunstancias que no sean las referentes a la admiración que causaba en todas aquellas personas que la veían como la chica perfecta o que la envidiaban. Ahora no puede evitar pensar que no es capaz de generar un comentario positivo, más allá del que le han repetido los profesores a su regreso: que es una chica muy valiente. A Antara se le hace curioso sentirse tan contraria a todo aquello que le plantean: ¿afortunada? ¿valiente? Se siente el ser más desdichado de la Tierra y también debe admitir que en ese momento está aterrada.

—Bueno, Antara —le dice la señorita Shire—. Tengo que dejarte aquí porque debo corregir algunos exámenes durante estos treinta minutos. —La mujer la ayuda a sentarse—. Estás justo al lado de la puerta de entrada al gimnasio, por lo que si necesitas algo, el interfono está a tu derecha.

Antara se limita a asentir.

—¿Estás segura que no quieres que te lleve con tus amigos?

—Estoy bien aquí, gracias. Necesito estar sola un rato.

—De acuerdo. Ya sabes, oirás el timbre dentro de treinta minutos, de modo que si no me llamas antes, vendré a buscarte transcurrido ese tiempo, ¿de acuerdo?

—Vale.

Cuando escucha los pasos de la mujer alejarse, Antara debe contener las ganas de llorar. Ella, que no lograba quedarse sola jamás a la hora de los descansos, está ahora sentada en un rincón, tratando de apartarse del mundo y sin que nadie parezca echarla de menos en exceso. Imagina las miradas sobre ella, los murmullos de soslayo y aunque trata de arrancarse las paranoias de la cabeza, no lo consigue. De forma instintiva se lleva la mano al teléfono móvil que guarda en su bolsillo cuando escucha varios pasos acercarse. No tiene ni la más remota idea de quiénes son y eso, que lleva sufriendo toda la mañana desde su regreso, la sume en una desconcertante inquietud.

—Hola, Antara.

Es la voz de Kristina y escucharla, le hace subir algo por el estómago que la obliga, de algún modo, ponerse en pie. Traga saliva y no responde, pues aún no ha identificado a quien le acompaña. ¿Es posible que se trate de Óscar? ¿Serían capaces su mejor amiga hasta hace poco y su exnovio de prepararle semejante acto de bienvenida?

—Hola.

—¿Cómo estás?

Las voces de Shaila y Nicole le devuelven algo similar a tranquilidad. Ellas sí la han visitado en el hospital en alguna que otra ocasión, al igual que la propia Kristina, que sin embargo, había omitido ciertos aspectos que Antara hubiera agradecido conocer, aunque ninguna de ellas se dejó caer por allí con la suficiente asiduidad como para poder llamarlas 'amigas', algo que, sin embargo, siempre había hecho. El accidente ha envuelto a Antara en una angustiosa oscuridad pero al mismo tiempo le ha concedido una paradójica luz en algunos aspectos de su vida a los que, probablemente no había concedido la importancia que merecían. Las superficiales Shaila, Nicole y Kristina eran sus mejores amigas y Antara nunca había mostrado la menor preocupación ante el hecho de que lo más profundo que hubiera llevado a cabo con ellas fuese ir de compras. Estaban ahí cuando se las llamaba para pasarlo bien o para criticar a quien fuese necesario, de modo que ¿por qué pedirles más? Lo mismo sucedía con Óscar: lo pasaban bien cuando salían de fiesta o a pasear; se gustaban y no se preocupaban demasiado del mañana. ¿Podía calificarse realmente eso de amor? Ella hubiera jurado que sí, al menos por su parte pero el amor es cosa de dos.

Dioses de Antara (Dioses y Guerreros 1)Where stories live. Discover now