5. Dioses de Antara - Capítulo 2: el rey tirano

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Aidun permanece sentado en su regio trono de piedra. Las teas iluminan buena parte de la sala pero aquella noche todo le parece oscuro y particularmente frío. La corona permanece en el suelo, en el mismo sitio en la que la lanzó hace ya algunos minutos. Sobre su regazo descansa sólo la de Seara, su esposa. Trata de contener la rabia y la ira que guarda en el interior de su corazón pero sólo el cansancio y la vergüenza consigo mismo le impiden arrasar con todo cuanto tiene delante.

Su consejero siempre le ha dicho que le falta inteligencia y le sobra impulsividad para gobernar y aunque su orgullo siempre le ha impedido dar cabida a tamaña ofensa, aquel día no puede estar más de acuerdo. El rey de Alakron le había asegurado la libertad de Seara y sus hombres pero al mismo tiempo no había hecho sino reírse de él, burlarle. Una burda artimaña que él había creído a pies juntillas y que había acabado costándole la vida a la hermosa Seara.

Aidun alza la vista del suelo cuando el pequeño, Nuyben, de tan solo tres años, cruza corriendo el salón del trono para recoger la corona de su padre y colocarla sobre su cabeza, jugando.

—¿Y mamá? —pregunta, sonriendo.

Ni siquiera aguarda contestación antes de empezar a corretear de un lado a otro, saltando y canturreando. Después se detiene de nuevo frente al rey:

—¿Y mamá? —repite.

—Tu madre está...

—Tu madre está muerta —irrumpe de pronto la voz de Tarus, su consejero.

El chiquillo observa a su padre, aguardando una confirmación que no llega, pues Aidun es incapaz de abrir la boca. La mirada del soberano es suficiente para que la institutriz del joven príncipe se lo lleve de regreso a la habitación, evitando así tener que dar unas explicaciones que Aidun no sabe cómo encarar. Quien habla, no obstante, es Tarus.

—Es el futuro rey de Evestya. Deja de intentar ahorrarle sufrimiento. Este tipo de cosas le harán más fuerte.

—Tiene sólo tres años. Creo que puede esperar para fortalecerse.

—Nunca se sabe en qué momento puede ascender al trono.

—¿Tan corto mandato me auguras que ya piensas en el de mi hijo?

—Bastante menos de lo que probablemente creas. Tu mayor enemigo te ha burlado y mientras tendía la mano que tú le ofrecías, con la otra mataba a tu reina. ¿En serio quieres que tu hijo se parezca a ti?

Aidun se pone en pie, apretando los puños y los dientes.

—Matadlo —ordena con serenidad.

Los soldados que se apostan en los diferentes accesos cruzan sus miradas, tratando de confirmar entre ellos si la orden que su rey les da ha de ser verdaderamente cumplida o si se trata sólo de un arrebato, de un impulso. Tarus no se mueve de su sitio y de sus finos labios surge una sonrisa que le modifica poco la expresión de su acerado rostro.

—¿Vas a matarme?

—No seré yo quien se ensucie las manos con alguien tan insignificante como tú.

—¿Qué diría tu padre?

—Mi padre está muerto. Él no dice nada. Y yo digo que estoy harto de ti. Ejecutadlo.

Dos de los soldados que hay en la sala caminan con paso dudoso hasta el consejero del rey, que alza las manos, tratando de dar a entender que no necesita que le sujeten como si fuera un vulgar reo más. Sus ojos profundos escrutan a Aidun, que permanece inmóvil en su sitio.

Mientras Tarus desaparece a paso lento y cadencioso, Aidun rememora mil conversaciones con su padre: "No es un hombre malo. Él sólo busca lo mejor para Evestya y su trono, y sea lo que sea aquello que diga, deberás tenerlo en cuenta. No es hombre de sutilezas pero sí lo es de pragmatismo y ducha inteligencia. Eso es más que suficiente". A Aidun, Tarus le ha parecido siempre un auténtico imbécil con aires de superioridad y mil complejos que cubrir de apariencias pero sólo en honor a su padre, le ha tolerado. Hasta hoy. Sin embargo...:

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⏰ Last updated: Apr 07, 2019 ⏰

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Dioses de Antara (Dioses y Guerreros 1)Where stories live. Discover now