—Acércate. —La muchacha del ultimo cuadro estiró su mano hacia ella.

Alison no avanzó.

—Quiero saber tu nombre primero

—¿Para qué?

—Para saber a quien referirme.

—Mi nombre es Odelia, a mi lado... —la mujer rubia hizo una reverencia— se encuentra Evangeline y Melibea —la chica pelirroja volvió a sonreír.

—¿Cómo se que no me harán daño?

—Tu collar es nuestro collar, somos las vidas de Franco proyectadas en una mujer. Lo único que podemos otorgarte son recuerdos que él guardo en la memoria de los retratos.

La mano de Odelia traspaso el espejo y salió al mundo real, Alison, aun con dudas, decidió tomarla, sin nada que perder ya.

De un tirón fue succionada hacia adentro, la habitación quedó en un rotundo silencio y la manta que había volado a causa del viento provocado por la chica al ser impulsada aterrizo suavemente sobre la reliquia, tapándola, como si nada hubiera suce...

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De un tirón fue succionada hacia adentro, la habitación quedó en un rotundo silencio y la manta que había volado a causa del viento provocado por la chica al ser impulsada aterrizo suavemente sobre la reliquia, tapándola, como si nada hubiera sucedido.

La dimensión era una especie de nebulosa espacial, con miles de constelaciones. En contra de toda razón lógica, se encontraba de pie sin haber un suelo existente, pudiendo acercarse a las mujeres.

Odelia alzó una ceja de forma idéntica al gesto del cuadro, luego, notando la extrañeza de la muchacha, chasqueó los dedos y la escena cambió bruscamente a un salón antiguo. La muchacha sintió un ligero vértigo que la hizo marearse, pero se las apaño para no trastabillar.

La imágenes fueron pasando a medida que las cosas ocurrían frente a un gran cuadro encima de la chimenea de ese lugar atemporal. La primera era la muchacha rubia, Evangeline, abanicándose efusivamente frente a un lago con un vestido de campo, disfrutando de un día soleado.

De entre los arbustos salió un Franco de la era de la monarquía francesa, con su cabello atado en una cola y medias hasta las rodillas. Su ropa no destilaba un gran puesto en la cadena de sociedad, no obstante, su ropa al menos estaba en buenas condiciones. Evangeline trató de huir, asustada por el extraño, pero Franco la atajó, tomando su mano. La joven rubia de ojos verdes la miraba expectante, el momento se cargó de una emoción pesada.

Rápidamente pasaron a otra situación. Evangeline, con su largo cabello dorado cayendo por la espalda en un pijama de corte barroco. Leía un libro pacientemente a la luz de las velas. Alison achinó los ojos tratando de descifrar que era lo que la tenía tan abstraída hasta que nuevamente fue llevada a otro recuerdo.

La mujer corría despavorida a la luz de la madrugada, el bosque era profundo y frondoso y no tardó en tropezar con alguna rama, siendo alcanzada por figuras malignas.

La joven cerró los ojos evitando seguir viendo, cuando el grito de la chica inundó la habitación Alison abrió lentamente los ojos, topándose una Evangeline sin vida.

Nada de eso hubiera sido relevante si no fuera porque Franco apareció sudado y con la ropa sucia. Miro de forma ausente la escena y a la chica muerta en el suelo, podría haber llorado o gritado de rabia, mas no fue así. Como ya previendo lo que iba a suceder no demostró ninguna emoción o tristeza, la expresión de su rostro era como si ya estuviera todo asumido desde un comienzo.

Le molesto por un momento lo frio e indiferente que fue, tomó a la chica como pudo y se la llevo hasta lo mas profundo del bosque. Aun danzaban sombras tenebrosas riendo entre si, y el ruido de una batalla no muy lejos de allí. Coloco a la mujer de espaldas sobre el suelo y cerró sus ojos, no sin antes sacar el medallón de su pecho.

Hizo crecer margaritas que se enredaron en su cuerpo, la sumergieron a través de la hierba desapareciendo y dejado en su lugar una cama echa de las mismas flores.

La imagen se tornó a negro y cambió, mostrando a Odelia.

Alison notó que Odelia se enderezó un poco en su sitio con la mirada fija en lo que estaba ocurriendo dentro del cuadro.

Evangeline pareció haber sido una estrella fugaz en la vida de Franco, su periodo juntos fue breve. No se mostró mayores detalles de los acontecimientos por lo que parecía no haber sido trascendental a la historia.

En cuanto a Odelia fue algo muy parecido. Algunos encuentros con Franco y uno que otro paseo en carromato, sin embargo, la chica mostraba una sutil aversión a sus roces con la mano. Era amable pero distante, a diferencia de la anterior ella era quien marcaba los pasos a seguir y no al revés, seguramente por la posición social que ocupaba, ya que a juzgar por los trajes y el ambiente, debía haber sido a mediados del siglo XIX en una zona de alta sociedad. El final de la historia era el mismo que el del libro, Odelia era encontrada por Franco en el vestíbulo de una casa desconocida, sin vida.

Algo en todo no le cuadraba bien. Las historias coincidían, todas llegaban al mismo final. Elijah y Franco enfrentándose, Brujos y Hechiceros peleando por quien dominaba más. El mal y el bien, blanco y negro. Las mujeres que Franco amó también acaban de la misma manera, muertas.

Un escalofrío le atravesó la columna ¿Y si ella hubiera sido también parte de esas mujeres? ¿Habría terminado muerta también? Negó rápidamente, el espejo no mentía, ella se habría reflejado.

Una sensación de gusto a poco le quedo en la mente, tenía que saber más. Detalles, volver a mirar las imágenes de forma mas detenida.

—Solo puedo ver lo que Franco vio ¿verdad? —quiso saber la chica.

Las tres asintieron.

—He visto suficiente.

Un tronco de la chimenea encendida se deslizo y provocó que chispas de fuego se desplegaran hacia afuera. Un silencio sordo se instaló en el lugar y Alison miro hacia otro lado buscando pensar en lo sucedido.

Las tres mujeres hicieron una leve reverencia. Odelia indicó a Alison que se girara y, cuando lo hizo, se encontró con la salida hacia la habitación de los retratos. La muchacha sonrió amablemente y camino despacio.

El espejo volvió a la normalidad en cuanto salió de allí. Miro por la ventana y su reloj de muñeca; que a falta de relojes en donde quiera que estuviera Franco aprendió a llevar el suyo encima. El tiempo transcurrido fue poco, por lo tanto, supuso que dentro de esa dimensión las leyes de la relatividad eran bien aplicadas. Echó un ultimo vistazo a las pinturas, inconscientemente levanto una ceja con la misma actitud que Odelia, y rio por eso, la mujer parecía ser altanera, pero le cayó bastante bien.

—Ya nos veremos otras vez, Odelia... —dijo a la nada antes de cerrar la puerta. 

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⏰ Last updated: Jun 06, 2019 ⏰

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Rin, La ciudad de las ilusionesWhere stories live. Discover now