Epílogo

430 69 131
                                    

Soñar con un mundo ideal era bastante sencillo, pero, trabajar para conseguirlo, tal vez no tanto.

Entre los muchos cambios catastróficos que estaba sufriendo la ciudad de Moltum, la víctima principal había sido la casa de la gobernadora. Las paredes ya no eran rojas, las decoraciones yacían en un cuarto polvoriento, el espíritu de la casa se había esfumado, y a Chris le parecía maravilloso.

Mientras la rubia caminaba y sacudía su melena -ahora corta- sin preocupación alguna hacia el salón de conferencias, no pudo evitar sonreír ante lo diferente que lucía el lugar, pero en cuanto divisó la puerta del salón su sonrisa desapareció.

Luego de respirar profundo y recordarse que no le quedaba de otra, Chris reunió las suficientes fuerzas como para abrir la puerta.

—Buenas. —saludó con una sonrisa inocente y la charla en la habitación cesó.

El lugar consistía en cuatro paredes color crema con un pequeño abanico en una esquina, una mesa de cristal en el centro y un montón de sillas alrededor. En otras ocasiones Ashley lo utilizaba para tener reuniones con gobernadores de otras ciudades, pero en ese momento estaba siendo utilizado por las gobernadoras de Moltum.

Moltum ya no tenía una sola gobernadora porque, como si no fuera suficiente, ahora tenía cuatro. Cada una en representación a los diferentes grupos de mujeres que ya no vivían separados, sino más cerca que nunca. Y a diferencia de Ashley, estas chicas preferían solo llamarse líderes.

—Llegaste tarde. —indicó Cynthia con rastros de enojo.

—Otra vez. —criticó Sahona y se acomodó en la silla.

—Como siempre. —le corrigió Mercurio en su acostumbrado estado de calma.

—Y no tienes zapatos puestos. —añadió Marissa mientras miraba los pies de Chris.

Chris ya se había acostumbrado a esa escena, ella llegaba tarde porque se quedaba durmiendo, las cuatro chicas se lo sacaban en cara múltiples veces. Era lo mismo de siempre.

—No me dio tiempo a buscarlos. —se defendió Chris y las cuatro chicas se le quedaron mirando—. Está bien, me dio miedo ponérmelos. —se sinceró Chris y Mercurio trató de reprimir una carcajada.

—Chris, ¡han pasado siete meses! —puntualizó Sahona con exasperación y Chris rodó los ojos antes de tomar asiento en la gran mesa cuadrada.

—Es que no encontré mis pantuflas azules, solo tenía las amarillas. Además estoy más que feliz. —se defendió Chris.

—Creo que todas sabemos que eso no es cierto. —manifestó Marissa y se le quedó mirando a Chris.

—Créanme que estar descalza es lo mejor del mundo. —bromeó Chris.

—Ella no se refería a los zapatos. —pronunció Cynthia y Chris ignoró la mirada que le propinó.

—En fin, ¿de qué vamos a hablar hoy? —preguntó Chris rápidamente y forzó una sonrisa.

—De lo que te hablé por teléfono ayer. —respondió Sahona y Chris se mostró pensativa.

— ¿Del servicio de...? —comenzó Chris.

—La construcción de viviendas. —espetó Sahona y Chris fingió recordarlo.

—Sí, eso mismo iba a decir. —rio y las mujeres se miraron entre sí.

— ¿Segura que puedes participar en esta reunión? —preguntó Marissa con un ápice de preocupación y Chris le dedicó una sonrisa.

—Claro que sí. Estoy bien. —pronunció Chris—. ¿Qué tienen en mente? —inquirió de inmediato.

Resaltado © [COMPLETA]Where stories live. Discover now