Capítulo 5. 1998, Descubrimientos

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Corren todavía esos años donde la ausencia de edificios deja brillar las flores del campo. Comienzan los días con los primeros rayos procedentes del Sol, que se ven interrumpidos por la malla que mis padres han colocado en el balcón con el fin de evitar la caída de objetos fruto de mis actos.

Voy camino a los cuatro años, año y medio más que mi hermano. Ya no tenemos cara de bebé, ya tomamos decisiones, ya somos un equipo. Pese a ello, sigo despertando gran interés en la familia, sigo siendo el niño venido de Rumanía. Así es, que parientes muy cercanos del círculo de mi madre, en concreto una persona que siempre ha sido muy especial para mi, viene a buscarme esta mañana para llevarme a dar un paseo.

Calle arriba, a lo lejos, observo algo grisáceo, como un montón de piedras apiladas y en lo alto, parece verse algo marrón y alargado, todo ello, ocupaba el ancho de la calle y se perdía entre las dos esquinas entre los edificios.

Nos vamos acercando y él me dice algo.

- ¡Mira, que ya viene! -.

Un grave sonido se comienza a oír, aumentando cada segundo.

- ¡El tren!-

Todavía recuerdo el miedo que me producía ese sonido, pero, mi fascinación por lo que estaba ocurriendo vencía.

Vi pasar aquello, iba rápido, era muy grande, muy largo, y hacía mucho ruido.

Nadie diría que me daba miedo verlo venir cuando al esperar al siguiente reclamaba estar lo más cerca posible. Con la cara pegada en la valla, esperaba la siguiente circulación junto a él. Quería sentirlo cerca, tan cerca que podía notar lo pequeños que éramos al lado.

Al llegar a casa, no tardé en hacer notar que lo que vi, me había fascinado. Con cuatro años, ya había descubierto mi primera afición.

Y vaya si lo notaron...

Corre otro día, mi madre necesita comprarme ropa nueva y el mercadillo es el mejor sitio para comprar mientras saludas al vecindario y también charlar un poco.

- ¡Qué grande está ya! - dice una vecina.

Veinte metros más adelante, paramos y espero mientras ella compra unas zapatillas.

- Son veinticinco pesetas - dice el tendero.

- Aquí tienes- dice ella -. Vamos hijo que tu padre nos espera en casa.

El mayor susto de su vida se llevó cuando yo no estaba a su lado.

- ¡Ay Dios que no está! -

Al verla tan nerviosa los vecinos y vecinas supieron qué estaba pasando.

- ¡Venga vamos a buscarlo! -.

El vecindario me estaba buscando por todo el mercadillo y no aparecía. De repente a mi madre se le ocurre pensar como yo.

- ¡Ya está, éste se ha ido a las vías del tren!

Ni un segundo dudó en recorrer los cien metros de distancia que había desde el mercadillo hasta la estación.

Allí estaba, en frente de las vías del tren. Ahora sí que tenía motivos para tener miedo.

LA MEJOR VERSIÓN DE MÍOù les histoires vivent. Découvrez maintenant