Capítulo 6. 1999, Consentido

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Una familia con dos hijos que todavía no se bañan solos. Es el momento perfecto para una dósis de mimos y consentimientos. ¿Recuerdas las vias del tren?

Justo enfrente había lo que por aquel entonces se llamaba "Los 20 duros". Allí íbamos cuando mi madre necesitaba comprar algo, tenían ropa, decorados, material escolar, hasta juguetes. Al parecer el amor de la madre más buena y un hijo deseado eran los ingredientes perfectos para un sí a todo.

-Mama comprame un tren porfi- fueron mis palabras al ver un tren a pilas en la estantería.

A los niños y niñas les encantan las cajas de carton coloridas y con un plástico transparente, y parece que la caja de ese tren era bien grande, con una foto enorme, y unos plásticos enormes que dejaban ver su interior. Un cebo infantil en toda regla.

Tras una forzosa discusión, yo gané la batalla, y mientras esperaba a que mi madre terminara de comprar, yo me sentaba afuera, viendo pasara el tren, esta vez el real.

Ya en casa, está mi abuela con mi hermano pequeño, que nos ve entrar por la puerta y yo cargado con el tren de jugete, dijo:

-Ya le has comprado otro cacharro al niño-.

Abrí el paquete, monté el circuito pero, faltan las pilas. Aquí conocí uno de los rincones de mi hogar más agradables.

¿Sabéis por qué?

Pues porque en ese rincón se guardaban las pilas que daban vida a mis jugetes. No sabéis el placer que me daba ver las cajas de pilas apiladas, que significaba poder usar el juguete.

Después de un rato, dejo de jugar, y ahí se queda el tren, tirado en el suelo, molestando. Un día y medio lu usé, después, tocaba guardarlo, ya que no podía estar siempre ahí.

Me dispongo a guardarlo, cojo las vias y las coloco rápido y mal en la caja.

-Así no se guardan las cosas-. Mi abuela se enfadaba porque no lo hacía correctamente.

Parece que alguien tiene problemas con el orden, y no solo eso. ¿Sabes cuando tienes mucha prisa porque llegas tarde a algo, y guardas todo rápido y sin orden alguno?

Pues parecía ser que tenía mucha prisa, aunque, no sé por qué, con cinco años poca prisa voy a tener...

A todo esto, mi hermano no dice nada, con tres años y medio, parece que le da igual, va a lo suyo, y yo, con que no me haga descarrilar el tren ya tengo suficiente.

Estaba consentido, sí, pero, no es que pidiera las cosas porque sabía que me la comprarían, sino porque todo lo que tenía forma de tren lo quería, era por mera vocación. Aunque, tenía en cuenta que cuando pedía algo, lo acababa consiguiendo. Mi hermano, sin embargo, más callado, solo pedía porque él no quería, evidentemente, ser menos. Así, cuando se le compraba una cosa a uno, tambén se le tenia que comprar otra al otro.

Los meses pasan y cualquier desplazamiento ya sea para ocio, compras, salud, es motivo de pedir algo nuevo, como decía mi madre, "culo veo culo quiero". Así, la casa se va llenando de jugetes hasta lo que más adelante verás, ya más grande, acabaré con una habitación imposible de ordenar.

No he hablado de la escuela. Yo, con cinco años, ya estoy en el curso más avanzado de los tres inicales, mi hermano, año y medio menor, está en el primero. Os contaré dos anécdotas.

Era un día como otro cualquiera en la escuela, la profesora nos entregó una carpeta que tendríamos que llevar cada semana, una vez a la semana.

-Quien no la traiga se irá castigado a la clase de al lado-.

No hay que ser un genio para adivinar que me la olvidé en casa, y sabía, al llegar a clase sin ella, lo que me esperaba, no sabéis el miedo que tenía.

Pues como no la tenía me fui castigado, pensando, bueno, lo que pasa en la escuela, se quedará en la escuela, espero...

Qué casualidad que la otra clase era la de mi hermano, y a ver si adivináis qué hizo al ver a mi madre.

-Hoy lo han castigado en mi clase-. Dijo mi hermano

-¿Qué?

Enfadada preguntó mi madre. El resto , ya os lo podeis imaginar.

Es otro día en la escuela, esta vez, la profesora se marchó de clase para ir a buscar papel. Sabemos todos y todas lo que ocurre en el aula cuando no hay profesores o profesoras. Pues bien, cuando esto ocurría, se hacía un ritual en la clase. Y esque yo estaba tranquilo, sentado en mi silla, cuando veo a todos los alumnos y alumnas correr hacia los lavabos, que estaban justo delante, abriendo una gran puerta de cristal como cuando abres la del jardín de una casa. Un alumno y una alumna se subían encima del váter, mientras todos y todas mirábamos, amontonados y amontonadas, parecía un concierto, pero no, en realidad, el ritual consistía en, darse un beso delante de toda la clase, y que además, muchas veces, repetía el mismo chico, quién lo diría, con cinco años.

Termina aquí una bonita etapa en mi vida, perfecta, como suele serlo para cualquier infante.

LA MEJOR VERSIÓN DE MÍWhere stories live. Discover now