Capítulo 4 (En otro lugar...)

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Siempre lo había tenido todo, lo había controlado todo, y cuando digo todo, es TODO. ¿En qué momento había perdido todo aquel poder? ¿Todo aquello que me hacía sentir el dueño de todo lo que me rodeaba? En verdad, sabía la respuesta, pero si volvía a pensar en ello, la sangre me volvía a hervir y esa rabia aparecía de nuevo, molestándome, invadiéndome la mente, controlando mis sentidos. Y no era momento de dejarse llevar, no esta vez.

Aplasté el documento que tenía entre mis manos y entrecerré los ojos mirando al frente, hacía donde se encontraba la puerta. La oficina se encontraba vacía, con un silencio casi sepulcral salvo por el ''tic, tac'' del reloj que estaba apoyado en la mesa y toda la habitación se encontraba completamente desordenada, con todos los documentos desperdigados por el suelo y la mesa, como si hubiese pasado un tornado por allí. De hecho, hasta el bonsái que solía cuidar en los pequeños descansos estaba tirado en el suelo, con la maceta rota y toda la tierra salpicada por todos lados.

Cada vez que algún trabajador pasaba por mi despacho y veía todo aquel desorden, me miraban interrogativamente y, sin embargo, nunca había pregunta realmente. Nadie se atrevía y la verdad es que hacían bien, para que nos íbamos a engañar.

Volví a mirar el documento que había arrugado con mis manos y apreté la mandíbula en un afán de controlar mi rabia. ¿Cuándo se me había escapado de las manos? ¿Cuándo? ¿CUÁNDO? Un día estaba frente a mi y, al día siguiente se había esfumado, como el polvo. Dejé el papel en la mesa y agachándome un poco, abrí uno de los cajones y de dentro saqué un paquete de tabaco. Con el mechero que tenía en uno de los bolsillos de mi pantalón encendí un cigarrillo y, dejando todo el peso de mi cuerpo en el respaldo de la silla, apoyé mi espalda y le di una calada. Todo aquello con el objetivo de relajarme, de buscar una alternativa para no tirar aquella maldita oficina por la jodida ventana.

De repente, ese silencio que llevaba estando todo aquel tiempo desapareció y por la puerta apareció un hombre joven. Tenía el cabello oscuro, recortado por los lados y largo en su centro y colocado hacía arriba como si fuese un pequeño tupé. Sus ojos eran de color miel y mantenía una mirada fría y algo distante. Con paso poco decidido y con la cabeza agachada se acercó a mi mesa.

- Señor Hierro...-

- ¿Sabes algo? - interrumpí yo con brusquedad.

- Bueno, verá, no sé exactamente... lo único que...-

- ¿Entonces porque coño vienes a interrumpir mi puto silencio? – pregunté mientras posaba mi mirada en sus ojos.

El chico tragó algo de saliva y me miró tímidamente y con miedo. Eso es, eso quería, miedo. Quería que me temiese.

- He encontrado algunos links sobre Corea del Sur, páginas sobre Seúl y...-

- ¿Links sobre Corea del Sur? ¿Y para eso vienes? ¿Qué se supone que hay de sorpresa en eso? Como si no la conocieses, es una puta friki de esas mierdas. Es normal que tenga su historial lleno de eso. - Volví a interrumpir. Mi paciencia estaba llegando a su límite

- He encontrado unas búsquedas sobre vuelos hacia allí desde Madrid. – espetó de repente.

Me quedé en silencio ante aquello último y de manera inconsciente y tras una breve pausa, sonreí ampliamente y solté una carcajada sonora.

''Eso es, ya lo tengo. Ya te tengo''

- Pero... a lo mejor solo era para irse de vacaciones... alguna vez me lo comentó y tenía...-

No obstante, no llegó a acabar la frase. Mi sonrisa desapareció y me levanté de la silla con tanta rapidez y de manera tan repentina que juraría que podría haber sobresaltado a cualquier persona. En un pestañeo, una de mis manos se encontraba agarrando su cuello y con la otra sostenía el cigarrillo que anteriormente había encendido. Apreté un poco su garganta y metiéndome a la boca el cigarro y absorbiendo el humo, se lo acabé lanzando en la cara.

- No me toques los putos cojones, Samuel. Tenías un único trabajo, UN UNICO PUTO TRABAJO, y era mantenerla controlada. ¿Y sabes que ha pasado? QUE YA NO ESTÁ, SE HA PIRADO A VETE TU SABER DONDE. – Hice una pequeña pausa y proseguí. – Realmente, todo esto es tu culpa, si no se te hubiese ido la olla con esa mierda a lo mejor no estaríamos ahora aquí, buscándola. –

Si había algo que no me gustaba, era que todo se descontrolase, que nada estuviese en su lugar y que no supiese como buscarle una solución instantánea. Y eso era Dánae, descontrol. Por eso la quería de vuelta, la NECESITABA de vuelta, porque ella era un caos y porque sabía mucho pese a que no lo quisiese reconocer a simple vista. La quería de vuelta, aunque para ello tuviese que encerrarla en cualquier lado, aunque tuviese que hacerla callar, aunque tuviese que hacerla desaparecer a vista de los demás.

El chico me miraba con terror, con un miedo casi indescriptible, diría incluso que estaba sudando y... ¿estaba temblando? Seguramente.

- Me da igual lo que a ti te parezca. Quiero a mi hija de vuelta y, si hace falta, te quiero rastreando TODO Seúl, hasta encontrarla. ¿Me has oído? - Exigí yo mientras soltaba el cuello de Samuel.

- De...- intentó decir mientras volvía a recuperar el aliento- acuerdo. Creo... que se de alguien que podría darnos más información. –

- Pues vete a buscar a quien creas conveniente. Ahora, lárgate. –

Sin decir nada más, el chico se dio la vuelta con paso rápido y acariciándose un poco el cuello y, al salir cerró la puerta del despacho dejándome a mi totalmente solo y, de nuevo, en silencio.

Me quedé con la vista fija en el suelo y después de un segundo empecé a caminar hasta la silla para posteriormente sentarme. Resoplé algo molesto y con el cigarrillo en la boca, volví a coger el documento que había arrugado para desdoblarlo. Realmente, no era un documento, sino una fotografía de una Dánae sonriente de unos 6 años sujetada por los brazos de su madre, una madre que ya no estaba gracias a dios.

Dejé de nuevo la fotografía y dirigí la vista hacia la ventana. Aquellos días estaban siendo bastante complicados y lo cierto es que, recordando la conversación que había tenido con Samuel unos momentos antes, me generaba cierta satisfacción. '' ¿Así que Corea? ¿En qué estás pensando, Dan? '' pensé. Realmente no sabía la respuesta, pero había algo que si tenía claro y ese ''algo'' era Dánae. Dentro de poco, estaría de nuevo en mis pies, pidiendo disculpas y ofreciéndome lo que hiciese falta para no destruirla de nuevo. Porque Dánae es lo que era, algo capaz de destruir con facilidad.

Sonreí de nuevo y tras volver a absorber el humo del cigarrillo, lo expulsé por mi boca.

- Voy a ir a por ti y, si hace falta, voy a recorrer todo el puto mundo. Dentro de poco serás mía de nuevo, Dánae.- 

The art of loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora