Mi mochila

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Después de dos semanas conviviendo las tres, decidimos buscar un piso en el que al menos cada una pudiera tener su espacio, ya que estaba claro, que Rocío se iba a quedar con nosotras.

-Madre mía, necesito de verdad una cama, tengo la espalda como una carretera de montaña- Rocío volvía a ser la que era y era estupendo. Había ido a recoger todas sus cosas de la casa que compartía con Luis y finalmente volvía a sonreir.

-He visto un piso que tiene buena pinta-  nuestra rutina se había convertido en  buscar pisos por la mañana, mientras desayunábamos y por la noche cuando llegábamos de nuestros trabajos, ver nuestra serie favorita, bebernos una botella de vino y contarnos nuestras novedades del día  - Está más o menos en el centro, tres habitaciones y dos baños. - Sara nos mandó el enlace y en dos minuto ya estábamos llamando para ir a visitarlo.

-Vale, entonces quedamos todas a las 18:00 en el piso. Me voy a currar que no llego.

Miré la hora y como de costumbre yo también iba justa de tiempo. Cogí el bolso, me lavé los dientes y salí de casa. Trabajaba de dependienta en Kos, odiaba la tienda, odiaba a los clientes y a mi jefa, pero al menos me daba de comer.

Yo había estudiado la carrera de Educación Primaria, pero mi gran sueño era trabajar de maquilladora. El único problema era  que cuando terminé bachillerato y tuve que elegir a qué dedicarme, aún no sabía  exactamente qué quería hacer con mi vida, por lo que pensé que no se me daría mal ser profesora, me gustaban los niños ( de otros, no propios) y no se me daba mal tratar con ellos. Tenía que elegir algo sí o sí, ya que para mis padres tomarme un año sabático no era una opción y la verdad es que, para mi sorpresa, me encantó, lo que no sabía es que al terminar la carrera, la crisis nos iba a azotar y no encontraría trabajo.

 Después me independicé con Sara, ya que las dos necesitábamos salir de nuestras casa. Sara tenía una nefasta por no decir casi nula relación con su madre, y en cuanto a mi, os adelanto un poco la mochila que llevaba y siempre llevaré a mis espaldas. Mis padres se mudaron cuando yo tenía dieciocho años a Pamplona por trabajo y yo decidí quedarme en Madrid. Mi tía me acogió y se convirtió en una segunda madre para mi, era feliz con ella. Pero era otro cantar con su marido. Solo de pensar en él, se me siguen erizando cada pelo de mi cuerpo. Al principio estaba cómoda y sin más, la convivencia fluía, pero empecé a notas cosas raras. Todo comenzó cuando dejaba mi ropa en un sitio, y cuando volvía estaba descolocada o en otro lugar. Al principio pensaba que eran tonterías mías y que simplemente yo las dejaba así y no me acordaba, pero después todo se complicó. Mi tío me empezaba a mirar más de lo normal, y a hacerme comentarios incómodos. Un día, de esos de verano que del calor que hace, hasta te arrancarías la piel, iba por casa en pantalón corto y una camiseta de tirantes. Fui a la cocina a por galletas y allí estaba él, fumándose un cigarro en la ventana y me observó. Observar se queda corto a la mirada que me echó, de arriba a abajo, analizándome y  sin más levantó una ceja acompañada de " Vas mejor sin sujetador que con él". No podría explicar el asco que me dio, me sentía sucia. Me fui corriendo a mi cuarto a ponerme un sujetador para ya no quitármelo jamás.

Pensé que había sido un hecho puntual, por lo que no quise darle más importancia, pero al poco tiempo la situación seguía empeorando. La peor parte fue cuando un día, al salir de la ducha, abrí el bote de crema para echarme y como buena patosa que soy, se me cayó al suelo. Cuando me di la vuelta y me agaché para recogerlo, vi un móvil en el bolsillo del albornoz de mi tía, que siempre lo colgaba detrás de la puerta. Me acerqué y lo cogí pensando sin más que mi tía se lo habría dejado ahí, pero cuando lo miré, supe enseguida que no era el suyo así que lo encendí y vi que estaba grabando. 

Me senté en la taza del váter y puse el vídeo desde el principio. Era el gilipollas del cerdo de su marido, colocando el móvil en el bolsillo y al rato ya aparecía yo. Me quedé paralizada y de repente una ola de sentimientos y pensamientos empezaron a amontonarse en mi. Supe que tenía que hacer algo pero no sabía el qué. No tenía a dónde ir, no sabía como decírselo a mi tía y lo único que realmente tenía claro era que necesitaba salir de allí. Me pasé el vídeo  a mi móvil y borré todo lo que contenía. 

Como la vida misma.Where stories live. Discover now