Notas mentales

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Mientras más me acercaba al restaurante, más nerviosa me ponía. Solo pensaba en no caerme con esos malditos zapatos. Nota mental: si no sabes andar con tacones, no te pongas tacones para una primera cita.

Por fin, el GPS del móvil decía que me quedaba menos de un minuto andando para llegar a mi destino. Vale, era el momento de echarme un vistazo rápido y confirmar que iba bien. Parece una tontería, pero de experiencias se aprende. Ya me ocurrió una vez, que quedé con un chico y cuando llevábamos mas de una hora de cita, ya habíamos cenado y todo, fui al baño y al mirarme en el espejo, tenía todo el eye liner corrido hacía abajo. Había llovido y no me di cuenta de retocarme. Parecía cómo si acabara de ver el final de Moulin Rouge. Por cierto, nota mental número dos: volver a ver Moulin Rouge. Obviamente no me volvió a llamar, pero tampoco me importó. No me gusta la gente que no te dice que tienes un trozo de lechuga en el diente, o el maquillaje corrido.

Después de un vistazo en el mini espejo que siempre llevaba conmigo en el bolso desde esa situación, estaba genial y mi maquillaje era perfecto, no solo porque me lo había hecho yo sola, es que realmente lo bordé. Y allí estaba él. Esperándome en la puerta del restaurante que él había elegido, con una gran sonrisa y abriendo los brazos hacia mi.

Me acerqué como una niña de quince años enamorada y le devolví el abrazo. El olor de su colonia era irresistible e iba realmente atractivo con unos vaqueros y una camisa azul claro. 

-¿Qué tal? ¿Te ha costado mucho llegar?- menos mal que fue él, el que empezó a hablar. Si hubiese tenido que ser yo, con los nervios ,seguro que hubiera soltado alguna burrada o simplemente algún ruido raro. Nunca se me dieron bien estas cosas.

-No, me he puesto el GPS y aquí estoy. No conocía esta zona. ¿Vives por aquí? - Señor y señora Martín. Sonaba genial en mi cabeza y realmente tendríamos unos niños guapísimos, de eso estaba segura. Seguro que sacarían sus ojos verdes preciosos y mi... Bueno ¿qué demonios?, que se parezcan a él. Ya me encargaré yo de otras cosas, como enseñarles las mejores maneras de copiar en un examen, o cómo fumar en casa sin que te pillen y cosas por el estilo.

-No, pero mi amigo me habló de este restaurante. Me dijo que el ambiente es increíble y la comida vale la pena. Además hay música en directo. ¿Entramos?- Me abrió la puerta como en las películas. Entré en el restaurante y cuando conseguí quitar mis ojos de él, observé mi alrededor. Oh no... Era como una especie de cueva convertida en restaurante. Apenas había luz y había muchísima gente. Ya notaba como mi amiga la claustrofobia venía a saludarme.

No podía dejar que eso me estropeara mi ansiada cita, me negaba en rotundo. "Carla, no seas niña, estás bien. Puedo salir cuando quiera y hay espacio y aire para todos. Mierda, el gordo de la esquina seguro que necesita mucho más aire que el resto y me va a dejar sin nada"

-¿Te encuentras bien? estás un poco pálida- Álex me miró con cara de preocupación mientras nos servían la bebida.

-Oh, estoy genial, es solo que hace un poco de calor ¿no? Si me disculpas, voy un momento al baño a lavarme las manos- Me levanté antes de que pudiera decir algo más. Al entrar al baño, comencé a intentar controlar mi respiración y a echarme agua por la nuca y las muñecas. Mierda, mierda, mierda. Necesitaba hablar con Sara, pero  ella también estaba en una cita y no la quería molestar. Me quedaba Rocío pero no sabía que tenía claustrofobia ni de donde venía, y lo último que me apetecía era contarle ahora todo eso. La única opción que me quedaba era intentar ser una persona normal y aguantar como pudiera. Me miré en el espejo y tenía cara de estar estreñida y más blanca que la pared. Encima como estaba tardando, seguro que él pensaría que estaba cagando. Tenía que volver ya.

-Perdón, es que el baño estaba lleno- Sonreí y miré el menú. La clave era estar distraída y no pensar en cómo la cueva me iba ganando terreno ni en el gordo de la esquina que seguía acaparando mi aire. - Bueno Álex, cuéntame. ¿A qué te dedicas?, ¿sigues viviendo en Madrid?.

-Sí, estuve viviendo unos años en Inglaterra pero no me gustaba. Mucho frío y la gente era muy seca. Echaba de menos la buena comida y ... Carla, estás sudando muchísimo. ¿Seguro que estás bien?

-¿Qué? claro que sí, sigue contándome. Hace como doce años que no nos veíamos- Me intenté quitar el sudor de la frente con la servilleta. Pero obviamente no estaba bien.  Cada vez, me costaba más respirar y mi visión se iba haciendo cada vez más borrosa. - Entonces ¿Inglaterra?

-Pues eso, estuve tres años viviendo allí y bueno me ofrecieron un puesto de trabajo aquí y no pude rechazarlo. - Su sonrisa era tan bonita que parecía de mentira.No puede existir una sonrisa así, debería estar prohibido. ¿Es que no tenía nada malo?

- ¿A qué te dedicas ?- Seguro que tenía un curro de mierda y ese era su fallo. 

-Estudié diseño y desarrollo de videojuegos, Trabajé aquí en una empresa un tiempo, hasta que decidí ir por libre y cree mi propia empresa- Mierda, este definitivamente no era su fallo. Era listo, joven, guapo y con dinero. Quizás este era el modo, que tenía la vida, de pedirme perdón por todas las putadas que me había hecho pasar.- Bueno ¿Y tú?, ¿al final estudiaste para ser periodista? 

Cuando tenía dieciséis años, tenía claro que mi futuro era estar en la tele. Mis amigas y yo estábamos enganchadas a MTV y sobretodo a Jersey Shore. Me imaginaba a mí misma paseando por las playas de Miami o en New Jersey dándolo todo con Snooki o Jwow. Pero obviamente no podía decir que me quería dedicar a eso, por lo que vi, que la vía fácil para explicarlo era decir que quería trabajar en la televisión, por lo que la gente entendía que quería ser periodista. Al poco tiempo me di cuenta de que no podría hacer eso, por que para ello, mi vida tendría que ser expuesta  y mis padres junto a toda mi familia lo verían. Ya mi vida era de por sí bastante patética, mejor guardármela para mi solita.

-No, estudié magisterio pero mi gran sueño es dedicarme a ser maquilladora - Respiré hondo, mi visión cada vez era peor y mis manos parecían dos cataratas de sudor.

-Oh, ¿entonces eres profe? - Me sonrió- ¡Igual que mi chica!

Su ¿QUÉ?. Le miré y ya si que sí, la claustrofobia, los nervios y la ansiedad se unieron contra mi. Me intenté levantar pero mis piernas no me respondieron, por lo que me caí de lleno contra el suelo, tirando conmigo toda la mesa, nuestra cena y bebidas.

Nota mental número tres: pregunta siempre si tiene novia antes de aceptar una cita.

Nota mental número cuatro: elegir yo el restaurante.


Como la vida misma.Where stories live. Discover now