El pasado siempre vuelve, pero no como esperas.

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-Llegas justa Carla. Ponte el uniforme y baja a probadores- Como siempre mi jefa, estaba al tanto de todo. Bueno, probadores no está del todo mal. Parecía  que el día no pintaba tan mal.

Miré el reloj y por fin entraba en la última hora de mi turno. Estaba  doblando unos vaqueros, mientras que en mi cabeza cantaba y protagonizaba un videoclip de Maluma, cuando una voz muy familiar me habló.

-Buenas, quería probarme estas cuatro prendas- Levanté la mirada y vi que la voz venía de un chico altísimo, moreno, con unos ojos verdes en los que me perdí enseguida. Sabía que lo conocía pero no recordaba de dónde.- ¿Carla? ¿eres Carla, verdad?

Le miré extrañada, normalmente no se me olvidaba ninguna cara y menos si esa cara es de un hombre con un cuerpazo que hace que se te olvide respirar.

-Carla soy yo, soy Álex, del instituto. - Madre mía, no me lo podía creer. Ese no podía ser Álex- Sé que he cambiado un poco, pero sigo siendo yo. ¡Qué ilusión verte!- me estrechó entre sus brazos y creo que sin querer le mojé la camiseta de la baba que se me caía.

-Oh, dios mío. ¿Álex? joder, ¡qué cambio!. ¡Claro que me acuerdo de ti!- Se separó de mi y me sonrió. Creo que en ese mismo momento tuve un mini-orgasmo. - ¿Qué tal? ¿Cómo te trata la vida?

-Muy bien. La verdad no me puedo quejar. Oye me hace muchísima ilusión verte, en serio. Creo que tú fuiste mi única amiga en el instituto y he pensado mil veces en llamarte, pero al final nunca lo hice. Pero esto es cosa del destino. 

No escuché muy bien lo último que me dijo ya que mi mente ya iba por libre decidiendo dónde celebrar nuestra boda. Madre mía, no me lo podía creer, Álex Martín.

- Oye ¿ te apetecería quedar a comer o algo? Así nos ponemos al día - Asentí tan rápido como mi cabeza pudo- Genial. 

Le di mi número y nos despedimos con otro abrazo. En este estuve más avispada y me enganché a su cuerpo como un koala para aprovecharlo al máximo.

Cuando llegué a casa, abrí la puerta gritando tanto como mis pulmones de fumadora me dejaron.

-¡ÁLEX MARTÍN!- entré corriendo a buscar a las chicas, para contarles que había encontrado al amor de mi vida- Era ¡Álex! ¿Dónde coño estáis?.

-¡En la cocina!- fui lo más rápido posible, intentando no matarme con las cajas de la mudanza que estaban tiradas por el medio. Hacía ya tres semanas que nos habíamos mudado, y mis cajas y las de Sara seguían intactas en el pasillo. Definitivamente tenía que quitarlas, cada día era como una carrera de obstáculos.

-¿Pero qué te pasa? ¿vienes de correr la maratón o qué?- Sara me pasó su copa y me la bebí de un trago. Me senté y me levanté tres veces seguidas.- Pero chica, respira hondo, quítate el sudor de la frente y cuéntanos.

Las dos me miraban expectantes. Me encendí un cigarro y les conté lo que me había ocurrido.

-¿Álex? ¿el Palo?- ese era su mote en el instituto- no te creo. Era feísimo. 

-Ya ves. Carla no es por nada, sabes que te queremos, pero tienes un gusto para los hombre horribles. ¿Es posible que creas que es como un Dios griego debido a la falta de sexo?- Sara se empezó a reír- No es que lleve la cuenta ni nada, pero el último fue hace dos meses.

-No me creéis ¿no?, bueno, pues mirar su Instagram y me decís, si soy yo, que me lo estoy imaginando o si realmente es un dios griego - lo busqué en Instagram y sonreí, estaba como un queso. No eran imaginaciones mías. Además Álex siempre me había caído genial. Era verdad lo que me dijo de que yo fui su única amiga en el instituto. En aquella época, él era un larguirucho y delgado chico, con la cara tapada por enormes granos. Y no hay duda de que esas edades son difíciles, la gente ponía nombres a sus granos, especialmente me acuerdo de uno al que llamaron Eusebio. Yo era la única, junto a Rocío, ya que estaba obligada por mi, que nos juntábamos con él y le intentábamos defender de los demás. El primer día que le conocí en clase, el profesor me hizo una pregunta sobre moléculas, y os podéis imaginar el ridículo que iba a hacer, cuando de repente ese chico, al que llamaban el palo, me chivó la respuesta por lo bajini. Desde ese momento empecé a prestarle atención y era genial. Siempre era agradable, decía cosas interesantes y me dejaba todos los días los apuntes.

Es más, gracias a él me saqué la ESO. Pero sus padres decidieron cambiarle de instituto para hacer bachillerato y jamás le volvimos a ver.

-¡Venga ya! ¡Este no puede ser el Palo!- Rocío me miraba con los ojos tan saltones, que casi me da con uno- ¡AY! sí que lo es - Sara le quito corriendo el móvil y se quedó callada durante un minuto mirando la pantalla, en el cual su cara cada vez se iba iluminando más, para terminar mirándome fijamente con cara burlona.

-¡UUUUUUUHHHH! retiro lo dicho, es guapísimo, parece un modelo de Calvin Klein, además por lo que parece no deja de viajar, eso es también un punto a su favor  - En ese mismo momento sonó mi móvil y Sara bajó de nuevo la mirada a la pantalla, al segundo, puso su sonrisa de niña traviesa, sacando los  hoyuelos como una niña de seis años que está apunto de hacer alguna trastada.- Tu príncipe azul te acaba de escribir.

-¿Qué?, ¡dame el móvil!- Me levanté tan rápido que me tiré el vino en la camiseta - ¡Mierda!

Sara aprovechó mi percance y comenzó a correr al baño, seguida de Rocío. Fui detrás de ellas, pero me tropecé con una maldita caja que ponía bien grande CARLA. Mierda, me estaba saboteando a mi misma. Definitivamente esa semana tenía que recogerlas. Cuando conseguí llegar a la puerta ya se habían encerrado y solo escuchaba sus risas detrás de la puerta.

-Oye, venga, devolverme mi móvil. No estoy de broma. - Más risas- ¿Estáis escribiéndole? ¡No me jodáis! ¡para una vez que tengo a un chico, que podría ser el futuro marido de Carla! 

- Por eso mismo, no te vamos a dejar cagarla. ¡Eres malísima coqueteando y lo sabes!- Vale, eso no lo podía discutir. Recuerdo una vez, que me encantó un camarero del bar al que antes solíamos ir. Iba todos los días a tomarme el café allí, pero nunca me atreví a hablarle, así que, Sara vino conmigo para ayudarme. Nos sentamos en diferentes mesas , así ella podía verlo todo y aconsejarme. Me tenía que escribir por Whatsapp lo que yo tenía que hacer, ese era el trato. "Sonríe cuando te traiga el café, pero sonrisa pícara, con dientes y todo" lo leí y sin darme cuenta empecé a practicar la sonrisa. Cuando vino a mí, con mi café, yo estaba riéndome sola mirando a la pared. Cuando me dí cuenta de que me estaba mirando, con cara de, esta mujer está loca del coño, me giré hacia él y los nervios hicieron que mi sonrisa se convirtiera en una risa de malvada de Disney, enseñando hasta mi última muela. Estaba fuera de control, no podía dejar de reír y mirarlo con ojos de loca.  "Abortamos misión Úrsula". 

A los pocos minutos abrieron la puerta y me levanté del suelo con cara de indignación.

-Sois lo peor, que sepáis que, como pierda esta oportunidad, me debéis un finde en la playa-  ellas aceptaron y por fin recuperé mi móvil. Leí rápidamente la conversación y en definitiva habíamos quedado para cenar el viernes. 

-De nada, Carla la conquistadora. - Madre mía, tenía una cita. 


Como la vida misma.Where stories live. Discover now