Capítulo 7

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A pesar del invierno, ese lunes el sol brilló con intensidad acogedora. La brisa corría con fuerza, pero el cielo iluminado en tonos celestes era suficiente para hacer de ese un día agradable. 

Las horas extraordinarias de estudio habían sido suspendidas hasta nuevo aviso. Muchos profesores y padres de familia coincidían en que los estudiantes estaban abarrotados de tareas y proyectos. Volver agotados a sus hogares muy tarde por la noche no contribuía, de ninguna forma, a mejorar su desempeño académico. 

La maestra Lee los observaba desde el frente del salón, no muy satisfecha con el comunicado dado por el director, pues para ella, parte importante de ser estudiante era lidiar con la presión y el estrés permanente de la escuela. Cuando la campana que anunciaba el fin de clases sonó y todos los adolescentes comenzaron a guardar sus libros en sus mochilas, la mujer habló:

—Antes de irse, limpien el aula —ordenó en un tono firme. Frunció el ceño cuando escuchó algunos suspiros cansados y quejas—. Ya que se irán temprano a casa, es lo mínimo que pueden hacer. Si no quieren limpiar, no ensucien.

—¿Acaso la pensión que pagamos no cubre el servicio de limpieza? —cuestionó una estudiante desde el fondo del aula.

La maestra Lee golpeó el libro que llevaba entre manos contra su escritorio.

—Les dan todo lo que quieren, por eso se comportan así. Limpien o no se irán.

La mujer estaba tan molesta que nadie más se atrevió a objetar, ni siquiera Haechan.

Cinco minutos después, un grupo de estudiantes que había abandonado el aula regresó con escobas, baldes y paños para limpiar el pizarrón. JaeMin recordó que todos esos utensilios se guardaban al interior de la pequeña habitación en la que días atrás se escondió con JeNo. No pudo evitar que un calor inundara sus mejillas. Tenían una especie de trato tácito. JeNo no había mencionado nada acerca de lo sucedido el viernes por la noche, y JaeMin, quizás por más temor que vergüenza, decidió tampoco hacerlo.

Durante todo el fin de semana, mientras revisaba las páginas de aquel viejo anuario del 2008, su mente viajaba a ese momento en el que JeNo había estado tan cerca de él que simplemente no podía considerarse apropiado. ¿Quiso besarlo? ¿Las palabras de JaeMin le resultaron tan reconfortantes que sintió la necesidad de besarlo? Si su teléfono no hubiese sonado, ¿lo habría hecho? ¿O el ruido del teléfono le sirvió para darse cuenta de que realmente no quería hacerlo? El cerebro de JaeMin se estuvo tostando de tanto pensar.

Cuando el lunes llegó y JeNo se comportó como siempre, tan impasible y sereno, se dio cuenta de que había sido un tonto. Estaba dándole importancia innecesaria a un asunto que, para el silencioso muchacho, quizás solo había sido un momento de poca lucidez.

—¡JaeMin! —le llamó alguien mientras le sacudía del hombro—. ¿Acaso estás durmiendo de pie?

El adolescente elevó la mirada y se encontró con Haechan. Otra vez, se había dejado consumir por sus propios pensamientos.

—Toma —le extendió una escoba—. Limpia debajo de los pupitres para que puedas irte a casa con JeNo.

—No te apures —le calmó el susodicho en un murmuro cerca del oído antes de alejarse.

JaeMin tragó saliva.

Soltando un pesado suspiro, hizo a un lado una silla y empezó a barrer el lugar en el que esta había estado ubicada. Si era honesto, sus compañeros sí ensuciaban mucho.

El niño que podía ver fantasmas (Nomin) (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now