Capítulo 1

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—Niño lindo, ¿por qué finges dormir? Déjame arrancarte el corazón con un cuchillo, uno de esos que tu madre usa para cortar la carne...

Na JaeMin era un cuerpo tembloroso. Oculto bajo las sábanas y sumergido en una oscuridad inquietante, intentaba inútilmente esconderse de aquel desconocido; un hombre que ya no era visible ante los ojos comunes.

—Nunca tuviste amigos, estás tan solo —una carcajada resonó en toda la habitación. —Pero tú y yo podemos ser mejores amigos para la eternidad. Solo toma el cuchillo favorito de mamá...

Era una voz grave y rasposa la que lo atormentaba, susurraba en su oído a mitad de la madrugada, se burlaba de él y lo incitaba a suicidarse. JaeMin apenas podía soportarlo. Cada vez que ese hombre aparecía en su habitación, cerraba los ojos y se obligaba a sí mismo a dormir. Realmente intentaba ignorar con todas sus fuerzas que estaba ahí, pero parecía ser que ese tipo de actitud solo emocionaba mucho más a aquella presencia masculina.

—¿No quieres ver mi rostro? —JaeMin sintió cómo el hombre tiraba ligeramente de sus sábanas. —He estado practicando mi sonrisa... Una sonrisa tonta como la tuya.

Volvió a carcajearse. Una risa increíblemente escandalosa que solo el adolescente de cabellos castaños era capaz de oír.

Por favor, ya déjame. Déjame, déjame. Vete de aquí.

Se estaba sofocando. Gotas de sudor recorrían su frente y su propio aliento se sentía tan caliente que le quemaba el rostro. Respirar correctamente le resultaba difícil por culpa de sus incontrolables emociones. El miedo, como si se tratase de un enemigo despiadado, le apretaba el cuello y lo asfixiaba.

Durante cinco minutos, la voz del hombre dejó de escucharse y la habitación se sumió en un silencio sepulcral. JaeMin contuvo la respiración. ¿Se había ido por fin? Estaba a punto de soltar un suspiro de alivio cuando, de repente, su cama comenzó a moverse con una fuerza bruta. El colchón era jalado con brusquedad, llevando el cuerpo de JaeMin de un lado al otro. Las sábanas, que poco a poco caían al piso, pronto lo dejarían desprotegido.

¿Por qué le sucedía esto a él?

Abrazó sus rodillas y se acurrucó en posición fetal, como si fuese un bebé. Ojalá pudiese regresar a ese tiempo en el que era un recién nacido y no guardaba recuerdos de nada, acunado contra el pecho de su madre y adorado por los ojos de su padre. Lágrimas traviesas rodaron por sus sonrosadas mejillas y JaeMin supo que había llegado a su límite. Ya no podía soportarlo más. Sin pensarlo demasiado y en un movimiento rápido, tiró las sábanas azules al suelo y salió corriendo de su habitación. La brisa helada golpeó su rostro y sus pies descalzos se congelaron al tocar la madera fría.

No miró al hombre. No quiso mirarlo.

Atravesó el pasillo con rapidez, llegó a la pieza de su madre y abrió la puerta con mucha más fuerza de la que su cuerpo podía manejar, ocasionando que la madera chocara contra la pared en un ruido seco. No podía pensar con claridad. Solo quería escapar.

—¿JaeMin? —la mujer de largos y ondulados cabellos se sentó sobre la cama. Fruncía el ceño, pero no por enojo. Estaba desconcertada.

—¡Mamá!

Pronunciar aquella palabra solo incrementaba la intensidad de sus sollozos. 

Mamá...

—JaeMin...

—Mamá, volvió a pasar...

La expresión en el rostro de la mujer se suavizó por completo. Su único hijo, la persona que más adoraba en el mundo, estaba sufriendo nuevamente.



El niño que podía ver fantasmas (Nomin) (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now