Capítulo 11 - Planes

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feliz mitad de semana ♥

⋅༺༻⋅

11 | Planes

Daphne Barlow

Me siento entumecida cuando salgo del aula. Paro en la puerta mientras la profesora Hagery habla con una de mis compañeras de clase. Hagery ríe y niega hacia lo que sea que le dicen. Esa es la última imagen que me llevo conmigo antes de salir del instituto.

Estoy tan perdida en mis pensamientos que recupero una vieja manía que creí haber quitado para siempre cuando tenía nueve años; la de morderme las uñas mientras pienso. Al notarlo, echo a un lado la mano antes de estropear la manicura.

Bajo las escaleras de la salida repitiendo la clase en mi cabeza. La forma de la profesora Hagery de sentarse al borde de su mesa, de tirar de sus coloridos collares mientras piensa, y lanzar trozos de tiza si alguien se distrae. Sus pequeñas manías, tan propias que no podría ser ninguna otra persona.

Pero, si no fue ella, ¿a quién vi?

Si fue ella, ¿qué vi?

—¡Daphne! ¡Aquí!

Dereck.

Aparto mis pensamientos y acelero el paso para llegar hasta mi hermano. Es raro que venga a recogerme, especialmente porque, por una vez, el día está despejado. Claro que, teniendo en cuenta las miradas que dio en mi dirección el sábado y esa forma de parecer a punto de decir algo solo para terminar callándose todas las veces, me hace pensar que ha venido porque se siente culpable. Porque hay algo que cree que debe compensar.

Dereck apenas tiene tiempo de apartarse de la puerta del coche cuando envuelvo mis brazos alrededor de su cintura. Cierro los ojos, escondo mis inquietudes, y le abrazo con más fuerza.

—¿Está todo bien? —pregunta.

—No. Ha sido un día horrible.

Dereck me devuelve el gesto.

—¿Estar sin móvil te está quitando las ganas de vivir? —pregunta tras unos segundos—. ¿O hay alguien con quien quieres que tenga una poco amigable conversación?

—¿Por qué tu solución para todo es una "poco amigable conversación"? —Me aparto y paso las manos sobre mis mejillas para asegurarme de no haber derramado ni una sola lágrima por culpa de la incertidumbre y tensión—. Es la cuarta vez este año que me lo dices.

—Porque es efectivo.

—No, no lo es.

Dereck golpea mi frente.

—No me corrijas, mocosa.

—Siento lo del sábado —digo de golpe—. Sé que has venido a recogerme porque te sientes mal con cómo fue la conversación, pero tenías razón. He visto a mi profesora. He tenido clase con ella. Está bien. Tenías razón. Todos la teníais.

Todos menos yo.

—Daph...

—Siento cómo reaccioné. Sé que solo querías ayudarme y yo solo... Me agobié. Sabía que lo que decía no tenía sentido, pero eso solo lo hacía peor. Solo lo hace peor. —Miro a mi hermano casi esperando que él sea capaz de solucionarlo todo—. Ella está bien, todo está bien, y yo no lo entiendo.

—Es difícil de entender —ofrece.

Bajo la mirada.

¿Qué está mal conmigo?

—Daph —llama con suavidad—. Venga, sube al coche, vamos a hacer una parada en la pastelería de Luigi. Sé que siempre te anima tener algo rico de comer.

Las mentiras que nos atanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora