.

418 9 0
                                    

Durante los años siguientes, Adriana y Enzo disfrutaron de su matrimonio y de la vida familiar. Criaron a su pequeña familia, y a medida que pasaban los años, todo era cada vez más maravilloso. Con el tiempo, se convirtieron en una familia feliz y sólida, y todo lo que habían vivido juntos los había hecho más fuertes y unidos. Las dos niñas de Adriana y Enzo eran unas hermanas maravillosas. La mayor era una niña muy creativa y expresiva, y a menudo se pasaba el día escribiendo o pintando. La pequeña, en cambio, era más de ciencia y matemáticas. Era una pequeña prodigio, y adoraba todas las cosas relacionadas con las estrellas y el universo.

La mayor solía enseñarle cosas nuevas a su hermana pequeña, y las dos pasaban horas explorando y experimentando juntas. La pequeña se mostraba llena de curiosidad, y era capaz de pasarse todo el día preguntando sobre todo lo que veía y oía.

Un día, Adriana y Enzo invitaron a sus hijas a ir a una granja donde podían jugar con animales pequeños y divertirse con actividades agrícolas. A las niñas les encantó la granja, y aunque disfrutaron de todo, lo que más les gustó fue una perrita pequeña y triste que se veía sola. Las niñas pidieron a sus padres que pudieran adoptarla. Adriana y Enzo, siempre dispuestos a dar gustos a sus hijas, no pudieron resistirse a la petición. -Muy bien, podéis adoptarla, dijeron los padres . Las niñas gritaron de alegría y los padres se rieron, sabiendo que tanto el perrito como las niñas estarían felices. Se llamó al perrito Muffin, y pronto se convirtió en parte de la familia.

Durante los próximos años, Muffin creció y se convirtió en una mascota muy querida. Los niñas aprendieron sobre la responsabilidad y el cuidado de un animal, y todos los miembros de la familia disfrutaron del cariño y la alegría que Muffin traía a la casa.

A la noche Enzo y Adriana tuvieron que coger el coche ya que tenían que ir a casa de la madre de ella a por cosas, pero no sucedió como esperábamos

Se hizo tarde y era hora de volver, Adriana y Enzo se dirigían a casa después de haber estado en la casa de su madre , cuando repentinamente comenzó a llover. El camino se hizo resbaladizo y Enzo perdió el control del vehículo. El vehículo salió desbocado del camino y aterrizó en un campo. En un instante, Adriana sintió un impacto tremendo y todo se volvió negro. Cuando volvió en sí, estaba tendida en una camilla y había gente alrededor de ella. La gente la miraba con preocupación y estaba llena de preguntas.

Adriana trató de sentirse consciente, mientras la gente le hablaba y la agitaba. No podía entender lo que le estaban diciendo, y estaba confundida.
-¿Dónde está Enzo?, preguntó Adriana. Pero nadie parecía entender lo que le decía. Entonces, una voz dijo: -Mamá, voy a estar bien, no te preocupes.

Adriana abrió los ojos y vio la cara de su hija pequeña, que estaba llorando y tenía la cara manchada de sangre. Al ver a su hija, Adriana supo que estaba bien. Pero, aún así, estaba preocupada por Enzo.
-¿Dónde está papá?, le preguntó a su hija. -Está en otro coche mamá, dijo su hija. Adriana sintió pánico. Se sentía desorientada y confundida. Intentó levantarse, pero el dolor de su cuerpo la hizo caer de nuevo en la camilla. Las voces alrededor de ella la confundían más aún.
-¡Tenemos que llevarla al hospital!, dijo una de las voces. Mientras la cargaban en el camino del hospital, Adriana solo podía pensar en Enzo.
En el hospital, Adriana fue atendida por varios médicos. La hicieron varios exámenes, y finalmente le dijeron que no tenía ninguna lesión grave. Sin embargo, aún estaba preocupada por Enzo. Preguntó por él una y otra vez, pero nadie le podía decir nada. Pasaban los minutos, y Adriana se sentía más y más ansiosa por saber noticias de su marido.

Justo cuando Adriana estaba a punto de perder la esperanza, oyó una voz conocida. Era la voz de Enzo. Entró en el cuarto y la miró con ojos llenos de alegría. -Estás bien, amor, dijo Enzo. Adriana abrió los brazos y lo abrazó con fuerza. -Estoy tan feliz de que estés bien, dijo Adriana.

-Me alegro de que tú también estés bien, respondió Enzo. Estaban unidos de nuevo, y podían respirar aliviados. A pesar de los golpes y las heridas, estaban muy agradecidos de estar vivos y de estar juntos. -No me puedo creer lo que pasó, dijo Adriana. -No me puedo imaginar lo que hubiera pasado si no estuvieras bien.

-Pero no necesitas preocuparte más, dijo Enzo. -A partir de ahora, solo voy a pensar en cómo vamos a disfrutar la vida juntos. Y no vamos a preocuparnos por lo que pueda pasar. Vamos a vivir cada día como si fuera el último, ¿de acuerdo?. Adriana sonrió. -Sí, eso suena maravilloso, dijo.

Adriana y Enzo se dieron cuenta de que el accidente les había enseñado algo valioso. Aunque no podían controlar lo que pasaba en el mundo, podían controlar su propia actitud y cómo respondían a las cosas. A partir de ese día, decidieron vivir cada momento con gratitud y plenitud. Y, poco a poco, esa actitud se convirtió en su manera de vivir. Adriana y Enzo se volvieron más fuertes y más felices que nunca. Y, más importante aún, aprendieron a apreciar todo lo que tenían. A pesar de los problemas y las adversidades, aprendieron a encontrar la belleza en la vida y la esperanza en el futuro. Y, aunque habían enfrentado una terrible catástrofe, su amor había sobrevivido.

Como pasaron los años, Adriana y Enzo vivieron una vida llena de amor y de aventura. Tuvieron hijos y nietos, y su familia creció. Fueron felices y tuvieron una larga vida juntos. Y, al final, cuando la vida de Enzo se acabó, Adriana supo que habían sido bendecidos con una gran vida juntos. Durante años, Adriana recordó con alegría y gratitud su vida junto a Enzo. Aunque las cosas no fueron fáciles, ella sabía que había visto su vida como una gran aventura, llena de amor y de momentos maravillosos. Y, aunque no estaba físicamente con ella, Adriana sabía que el amor de Enzo siempre estaría con ella.

No hay buenas despedidas, solo buenos recuerdos. Gracias por compartir tu tiempo conmigo, y por permitirme acompañarte en esta aventura llamada vida. Siempre estaré agradecido.

FIN

•No debí haberte conocido •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora