El día más feliz... o no

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TK había pensado que verse obligado a permanecer en cama la mayor parte del tiempo hasta que nacieran los gemelos sería algo parecido a una tortura. Pero lo cierto era que su cuerpo lo necesitaba. A punto de cumplir ocho meses de embarazo, dormía hasta bien entrada la mañana, porque por la noche le costaba encontrar una buena postura.

Durante la noche, los gemelos estaban más activos y cuando Carlos tenía que trabajar y no podía estar con él para calmarlos, las patadas, puñetazos y codazos eran constantes. Hasta que no se calmaban, él no podía dormir.

Los días en que el turno de Carlos no le permitía estar en casa con TK, los demás se turnaban para quedarse con él. Nunca le dejaban solo, no después del susto de las contracciones. Incluso Andrea dormía con él cuando no había nadie disponible.

Pasaba la mayor parte del tiempo cansado, con las piernas hinchadas, los tobillos convertidos en dos pesadas columnas difíciles de mover. Le costaba respirar porque el resto de los órganos le oprimían los pulmones, y en la última visita al médico descubrieron que la tensión le subía peligrosamente.

"No voy a decir que padezca preeclampsia, pero debe hacer todos los esfuerzos posibles para estar en reposo, y si no se mueve por sí sola, aún mejor.

También le faltaban las ganas de comer porque por mucho que intentara meterse algo en el cuerpo, le entraba un ardor de estómago terrible y normalmente lo vomitaba con el trajín de los gemelos contra su estómago. Así que dormir y descansar en la cama era su mejor manera de pasar el tiempo.

"¿Crees que deberíamos adelantar el parto?" le preguntó Carlos a Tommy, un día que el capitán estaba de visita.

"No soy un experto en esto, la verdad, pero empiezo a ver que TK lo está pasando mal. Le está costando seguir y sé que lo va a hacer hasta que no pueda más, pero no quiero más sustos."

"Eso es un sí".

"Eso es que hables con tu médico y mires las posibilidades".

Carlos entendió que sí, que Tommy estaba recomendando un parto prematuro, y programar una cesárea, pero también sabía lo que TK diría ante algo así. Conocía demasiado bien a su novio, sabía que lucharía para que crecieran lo suficiente como para estar fuera de cualquier peligro.

Cuando su amigo se marchó, Carlos se dispuso a preparar algo de comer, su padre le había dado unas cuantas recetas de comida insípida que podrían sentar bien a TK, pero antes de sacar nada de la nevera, le oyó gemir desde la cama.

Cualquier ruido extraño empezaba a ser un susto, la sensación de que algo iba mal o de que habían llegado al final. En este caso, sin embargo, TK intentaba levantarse, pero parecía más a punto de caerse o rodar de la cama al suelo que de ponerse en pie

Carlos se puso a su lado y le rodeó la espalda con los brazos, se había acostumbrado a masajearle los riñones siempre que estaban así, sabía que le dolían continua y terriblemente.

"¿A dónde vas, por qué no me has llamado?".

"Porque necesitaba ir al baño, pensé que podría hacerlo solo, pero resulta que ahora mismo no puedo ni mear solo".

"Estás en la recta final, mi amor. Un mes como mucho... o podemos programar una cesárea cuando el médico crea que es el momento adecuado y saldrán los gemelos."

"No, deben salir cuando estén listos, he leído todo sobre las posibles complicaciones que pueden tener si los sacan antes de tiempo". Gimió y entrecerró los ojos. "Pero ahora baño".

"Hablando de baño, ¿te apetece darte un baño, seguro que te relaja y puedo darte un masaje en los tobillos".

TK protestó de repente al sentir un golpe en el vientre y luego otro... con el tercero, sintió que las piernas se le aflojaban y si Carlos no lo hubiera tenido bien agarrado, habría acabado en el suelo.

Vino otro golpe y luego otro y con él sus náuseas se dispararon porque los dos bebés le estaban golpeando en todos los órganos imaginables. TK apretó con fuerza el brazo de Carlos y empezó a jadear.

"Creo que te están llamando". Le dijo a Carlos, que lo llevó de nuevo a la cama entre gemidos de dolor.

Lo tumbó lo más cómodamente que pudo y levantó la camiseta de su novio para dejar al descubierto su barriga.

"Oye, Luna, Daniel, soy papá y sé que quieres salir y hacer muchas cosas, pero si sigues dándole tan fuerte vas a hacerle mucho daño a papá" miró a TK para ver si se encontraba mejor y su novio asintió. "Si quieres te cuento un cuento, uno de los que me contaba el abuelo Gabriel cuando era pequeño".

Antes de que dijera tres frases sobre el cuento del príncipe y el dragón, volvió a levantar la vista y se dio cuenta de que TK estaba roncando.

Tommy tenía razón, deberían empezar a pensar en programar la cesárea para sacar a los gemelos antes de que le hicieran un daño irreparable a TK. Sin embargo, ahora se quedó allí de pie un rato más, contándoles la historia a los bebés, preguntándose si realmente le estaban escuchando. Pero al menos podía estar seguro de que TK dormía y descansaba durante un buen rato.

Aromas diferentesWhere stories live. Discover now