Los inicios nunca son fáciles

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Dos semanas en casa y todo parecía fácil y difícil al mismo tiempo. Era fácil limpiar la casa y encontrarla sucia en dos horas por culpa de un pañal que no habían podido tirar a tiempo porque el otro bebé se había puesto a llorar, unas tazas que habían dejado medio bebidas en la mesita del café porque los gemelos tenían hambre y había colada continua, con las sudaderas de TK, que manchaba porque no estaba acostumbrado a la cantidad de leche que soltaba su cuerpo cada vez que oía o creía oír a uno de los recién nacidos, por no hablar de los bodies que dos criaturas tan pequeñas podían manchar en tan poco tiempo.

Tanto el médico como Carlos prohibieron a TK que hiciera ningún tipo de esfuerzo. Aunque le habían dado el alta y podía irse a casa, tenía que descansar todo lo posible.

No se preparaba la comida, tenía que ducharse con ayuda porque su cuerpo aún no reaccionaba como debía y podía perder el equilibrio. Parecía estúpido pero había pasado de cargar veinte kilos que habían desaparecido de su cuerpo de la noche a la mañana y su cuerpo lo notaba.

Los paseos al parque con el enorme cochecito de los gemelos con el que bromeaban diciendo que era un tanque se hacían cortos cuando salía TK -o, mejor dicho, cuando TK se pasaba un buen rato haciendo pucheros para convencer a Carlos de que podía hacerlo y acababa dando sólo una vuelta a la manzana porque estaba realmente agotado-.

Su vida, la de ambos, había cambiado radicalmente, de un modo que nadie había creído posible ni siquiera un día antes de que los gemelos vinieran al mundo. Dormir era un vicio, se burlaba Mateo, a lo que todos a su alrededor que ya habían tenido hijos le decían: "Ya verás cuando te toque, no te reirás tanto".

No era fácil compaginar el sueño de los gemelos. Daniel podía dormir horas sin problemas, despertarse para comer y dormirse mientras TK le daba el pecho para seguir durmiendo otras tantas horas. Cuando Luna se despertaba, tenía hambre, pero después de comer pasaba mucho tiempo sufriendo dolorosos cólicos, ya fuera de día o de noche.

TK necesitaba descansar y aunque suplicaba a Carlos que le dejara cuidar de los niños cuando las noches se hacían largas y pesadas, Carlos se negaba en redondo.

"Recuerda lo que dijo el médico, al menos la primera semana en casa, nada de coger a los bebés en brazos y moverte de pie".

"Pero si ya han pasado seis días, es lo mismo".

Carlos le fulminó con la mirada sin dejar de bailar de un lado a otro del dormitorio para no perder el ritmo y que Luna se despertara. Habían colocado las cunas de los bebés en su habitación, TK quería tenerlos cerca para darles el pecho en cuanto se despertaran con hambre y Carlos sólo tenía que levantarse para mecerlos y ayudarles a volver a dormirse.

Estaba de baja por paternidad y tenía cuatro meses para superar esos momentos complicados de falta de sueño, no comer a las horas adecuadas y otras situaciones fuera de lo normal por las que estaban pasando.

Pero les iba bien, lo tuvieron claro cuando los gemelos por fin se durmieron y pudieron estar un rato en la cama en completo silencio.

"Lo estamos haciendo bien", dijo Carlos cuando TK se acomodó en la cama y sobre su pecho.

"Sólo ha pasado una semana".

"¿Sólo?" Carlos acarició el pelo de TK y le pasó la mano por la espalda para meterla bajo la camisa. "Una semana con dos bebés parece toda una vida, Ty".

TK se limitó a murmurar algo que Carlos no llegó a entender. Lo miró fijamente, aún acariciándole la piel, y se dio cuenta de que se había quedado dormido. No dudaba de que estuviera agotado, TK debía de estar doblemente cansado con un cuerpo que aún se recuperaba de la cesárea y la preeclampsia.

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⏰ Last updated: Dec 05, 2023 ⏰

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