Capítulo treinta y ocho.

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Eros

Años atrás.

Bebí un trago de mi cerveza mientras buscaba el número de Ginger, me estaba muriendo de ganas de llamarle, y decirle que la amaba que me arrepentía de tantas cosas y una de esas era haberla alejado de mí. Me arrepentía demasiado de haberle pedido que se deshiciera de nuestro hijo..

Ellos todos los días estaban en mis pensamientos. Y  no podía dejar de pensar e imaginarme si el bebé hubiera sido niño o niña. O a quien se parecería. Cerré los ojos mientras gruñía.

—¿Por qué estás solo? —Sienna se acercó a mí y con el ceño fruncido.

—Mi vida es una mierda.

—Quieres decir que tú vida es una mierda desde que lo dejaste con Ginger.

—Sí, en eso tienes razón. Han pasado un año y medio, Grayson me dice que debería de salir con alguien para olvidarla, pero siempre que salimos de fiesta y intento estar con alguien no puedo.

—Por que la amas, y sé que no la puedes olvidar. No sabes cómo me duele que estés así, Eros.

—Quiero mi vida de antes, donde era feliz con el amor de mi vida.

—Habla con ella, trata de recuperarla.

—Ella me odia, la lastime, le dije que estaba con alguien más y no olvides que le pedí que se deshiciera de nuestro hijo.

Sienna no dijo nada, solo se sentó a mi lado mientras pedía una margarita.

—No sabes lo que siento cuando la veo, y no puedo ni siquiera tocarla, ella era mía. Aparte ella cree que la he dejado por alguien más.

—Y todo esto es culpa de tu padre, nimodo que de quién más.

—Exactamente.

Y ahora lo único que me quedaba era ahogarme en mi miseria, en el caos que yo mismo había causado, así que debía de aceptar que había perdido al amor de mi vida.

Ginger

Haven aplaudía mientras me miraba, sonreí besando su cabecita mientras la acomodaba en su sillita y colocaba su plato con comida frente a ella. Ella tomo una zanahoria y la aplastó con sus deditos mientras abría su boquita y la llevaba a su boca.

Mamá llegó y sonrió mientras me entregaba su vacito con agua, lo puse a lado de ella mientras observaba como ella le prestaba atención a su comida. Me había esmerado a ponerle unas cuantas figuritas para que eso le llamara la atención.

Al momento que ella sintió el sabor de la zanahoria hizo una mueca escupiendo todo, me reí limpiando su boquita.

—¿No te gusta, pequeña?

Haven hizo nuevamente una mueca y mamá se río a mi lado.

—Es irónico que le des zanahoria a Haven cuando tú la odias.

—Bueno, sí. Pero quizás a ella pueda gustarle.

—Lo dudo. —Mamá se burló.

Finge que me odias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora