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12 de diciembre de 2021


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Kristeva estaba sentada frente a la lápida de la señora Gertrudis de nuevo.

Irene no daba crédito.

Era la quinta vez.

—¿¡Otra vez aquí!? —ladró y después se cruzó de brazos. Se imaginaba a sí misma como una figura de autoridad. Con sus pantalones raídos, su sudadera enorme y su pelo hecho un desastre, con rizos en todas las direcciones. Pero importó bien poco, porque la otra bruja ni se inmutó—. Que te largues.

Ni caso.

—¿Por qué eres tan escandalosa siempre? Importunas a los espíritus.

Esa tía era imposible.

—¡Es mi sitio! —Dio un pisotón, que no sirvió para nada.

Era su refugio.

—¿Y bien? —Kristeva la miró por encima del hombro, al ver que se había callado por fin—. ¿Dónde pone tu nombre? No lo veo.

Irene cerró los ojos y se armó de paciencia. No había sido una buena semana, los ataques de la Oscura habían aumentado, al igual que las desapariciones. Las cosas no estaban bien en el aquelarre y todo el mundo pagaba sus platos rotos con ella, con la Elegida Defectuosa. Necesitaba un respiro, el cementerio y la señora Gertrudis lo eran, no la mano derecha de su enemiga. Además, desde lo sucedido en octubre, no dejaba de pensar en ese estúpido beso. No ayudaba que la tía apareciera para molestar cada dos por tres. Imaginaba que había sido un truco para fastidiar, pero incluso así se veía a sí misma preguntándose «¿por qué...?» a todas horas y, a veces, en medio de entrenamientos.

¡Qué hostia se había dado el otro día!

—Debería dar la voz de alarma —la picó como si nada. Kristeva se encogió de hombros como respuesta y siguió con la mirada perdida, ya no en la lápida, como Irene había pensado en un primer momento, sino en ningún punto en particular. Parecía cansada. Era otro truco. Tenía que serlo—. Han muerto inocentes, civiles que no tenían nada que ver con nosotras. ¿Te da igual?

—¿No era la bruja mala? —se burló con malicia mientras se trenzaba el pelo: al principio, con las manos; después, con su magia. Hilos de sombras se enroscaban alrededor de su cabello. Era fascinante—. Pues las brujas malas hacen cosas de brujas malas: roban chuches a los niños, pegan patadas a los coches, llaman al timbre de las casas y salen corriendo después. Ah, por supuesto, también torturamos almas puras y nos bañamos en su sangre para mantenernos jóvenes. Ya sabes, lo normal.

Irene abrió la boca para protestar, quizás incluso para soltar una retahíla de palabrotas, pero no supo qué decir. Se había quedado sin palabras. Kristeva sonreía con socarronería. No lo hacía de verdad, pues el gesto no alcanzaba sus ojos. Ni rastro del brillo que tanto la caracterizaba, al que se había acostumbrado en esas semanas.

Estaba claro que no iba a conseguir la reacción que esperaba.

Aunque Irene tampoco sabía muy bien qué quería, ¿que se enfadara con ella y la atacara? ¿O que la besara de nuevo? ¿Quería sentir su aliento sobre su boca?, ¿sus labios, fríos al principio y cálidos después, sobre los suyos?

¿Qué narices le pasaba? Necesitaba un sueño reparador. Un año sabático.

Una eternidad, más bien.

—Eres un ser despreciable —masculló Irene, e intentó enmascarar el rubor de sus mejillas con el de la ira. Kristeva se puso en pie; hoy llevaba unos pantalones negros ajustados y una blusa semitransparente, con lo que parecía un body. Estaba diabólicamente espectacular—. Te vi, ¿sabes? Estabas allí, rodeada de aquellos monstruos de sombra... ¡Atacaste a esos niños!

Algo cambió en el rostro de Kristeva, su mirada se oscureció. Fue solo un instante, después volvió a su pose de «me la suda todo, guapa».

—Eres adorable —le confesó divertida Kristeva y se acercó muy despacio, como si no tuviera prisa, como si no fuera consciente de lo que su cercanía le provocaba. Pero lo era, solo hacía falta echarle un vistazo a la curva de su sonrisa para saberlo. Irene intentó retroceder, fue incapaz—. ¿Quieres otro besito? A mí no me importa, eh. Un beso es solo un beso.

Eso la mató.

Y fue lo que le permitió dar marcha atrás por fin.

—Estás desquiciada... No puedes ir por ahí besando a la gente sin más. Los besos importan.

Kristeva frunció el ceño desconcertada.

—Son importantes si quieres que lo sean.

—Para mí lo son siempre.

—Y para mí, querida. —Irene se dio de bruces con los nichos. Podía correr, incluso atacar a Kristeva, pero no se movió, dejó que la otra bruja la acorralara—. A veces son una herramienta, otras una técnica de evasión, otras la única forma que tengo para confesar algo. A veces solamente son una muestra de cariño, porque, ya sabes, tengo sentimientos...

Irene se ruborizó.

—Tranquila, que no volveré a besarte.

Y una mierda.

—¿Se supone que tengo que creerte? —A Irene le falló la voz al final, se maldijo entre dientes por su debilidad.

—No te queda más remedio.

Estaban muy cerca, respiraban el aire que la otra expulsaba. Muy cerca. Demasiado. Kristeva olía como la tierra mojada en otoño, como el chocolate caliente en una noche demasiado fría, como un campo de flores en plena primavera o como el sol abrasador en agosto, si es que eso tenía algún sentido. No lo tenía y eso la desconcertaba. Sea como fuera, era salvaje, hipnótico.

Era como un hechizo, una maldición que guiaba...

No era natural.

—Apártate —le ordenó sin mucha convicción.

—Un día suplicarás que te bese —le prometió Kristeva con una sonrisilla burlona, todavía con los ojos puestos en su boca.

Irene tragó saliva ruidosamente.

—Antes muerta.

—¿Te cuento un secreto? No me alimento de almas inocentes, las devoro.

Entonces la besó, rozó con ternura su mejilla.

Era una promesa.

Era una sentencia de muerte.

Kristeva se apartó satisfecha consigo misma, después se convirtió en sombras y desapareció. A Irene le fallaron las rodillas. Un cuervo graznó en la lejanía y, para colmo de males, comenzó a llover. Casi podía saborear la tormenta acercándose, los labios rojos como la sangre de Kristeva. Muy cerca. Demasiado lejos. Justo al alcance de su mano.

«Los besos importan».

«Y para mí, querida».

Maldijo en voz alta su mala suerte.

Alguien ahí arriba la había convertido en su diana personal.

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A la villana de la que me enamoréWhere stories live. Discover now