Marta.
Iba caminando hacia mi despacho sin dejar de darle vueltas a mi conversación de aquella mañana con la Doctora Borrell. Últimamente, hemos hablado tanto que nuestra confianza ha crecido de un modo que nunca imaginé. No suelo ser una persona abierta, no me gusta hablar de mis sentimientos y apenas tengo amistades, mi hermano Andrés y poco más. Ni siquiera he sido capaz de entablar amistad con mi cuñada Begoña, y eso que me parece una mujer muy inteligente, pero siempre está a la sombra de mi hermano Jesús y es complicado acercarse a ella. Tampoco es que me sobre el tiempo, la empresa y la tienda ocupan casi toda mi agenda, y la verdad, cuando llego a casa prefiero desconectar de todo leyendo un buen libro a solas en mi habitación. Al fin y al cabo, mi gran casa está llena de gente, pero el silencio es bastante habitual en ella y las pocas conversaciones que tenemos, están relacionadas con la empresa o son banales. Solo Digna, mi tía, que además es la ama de llaves, tiene algún que otro recuerdo que compartir conmigo sobre mi infancia o mi madre, a la que tanto echamos de menos las dos.
Aquella mañana, Luz me había pedido que me pasara por el dispensario para hacerme un examen rutinario. Es algo que me hace cada semana después del accidente que tuve con el coche yendo a Toledo. No me hice nada, ni un rasguño, pero el coche quedó tan destrozado que Luz sigue teniendo especial cuidado con mi salud. Aunque, si soy sincera, creo que es solo una excusa para charlar conmigo. Como ya he dicho, nos hemos acercado mucho en los últimos tiempos. Siempre me ha parecido una mujer admirable, ¡con un título de medicina en 1958! Pocas mujeres pueden decir lo mismo. Ella y yo somos una maravillosa excepción en este mundo de hombres. Por eso, creo que ambas hemos conectado tan bien. Y no sé cómo lo hace, pero es capaz de encontrar el resquicio por el que colarse para saber cómo me siento y qué me pasa en cada momento. Por eso no me niego a seguir yendo a sus exámenes rutinarios, porque cada vez que salgo de la consulta, me siento un poco mejor. Quizás, el haber estado tan cerca de la muerte me haya ayudado a abrirme un poco a los demás.
Sin embargo, aquella mañana salí algo molesta del dispensario. La semana anterior le había comentado mis preocupaciones con la tienda. Mi primo Luís había creado una nueva fragancia, el lanzamiento sería muy pronto y estaba segura de que mis dependientas no darían abasto. Pero eso no quería decir que ella pudiera meterse en mis asuntos y concertarme una entrevista con una chica nueva. Justo la chica que estaba esperándome al otro lado de la puerta de mi despacho cuando llegué. Aunque, por lo que pude oír, no estaba sola.
— Hija, ¿por qué no me dejas esto a mí? — preguntó una voz que me era muy familiar.
— Porque no, Padre, esto es algo que tengo que hacer yo y usted no puede ayudarme — replicó una joven con un deje de desesperación en su voz. Parecía nerviosa.
— Pero no quiero que te lleves otra decepción. Doña Marta me conoce y creo que sería mejor que...
— Que no. Si no se acuerda de mí, no importa, pero esto es cosa mía y de nadie más.
Abrí la puerta para comprobar quiénes eran esas dos personas que conversaban tras ella y en cuanto escucharon el pomo, se giraron hacia mí. El señor mayor estaba sentado en una silla, con su gorra gris apretada en una mano y un rubio bigote bajo su nariz que se estiró nada más verme para mostrarme su sonrisa. Por supuesto que lo conocía, era Isidro, el que había sido nuestro chófer familiar tantos años y que, por desgracia, se había tenido que retirar por un problema de corazón. De pie, apoyando las manos en el respaldo de la otra silla, se encontraba una joven morena, de ojos oscuros y penetrantes que, en vez de sonreírme, se desencajó al verme. Pero, como temía el que al parecer era su padre, no la reconocí en absoluto.
— Marta...
Su voz apenas fue un susurro y no la culpé, sabía de sobra lo que mi presencia solía imponer entre la gente, más aún entre las chicas jóvenes que querían un puesto en mi tienda, pero eso no era razón suficiente para su falta de respeto.
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Recuérdame
FanfictionMarta no sabe quién es esa chica que se presenta como candidata a nueva dependienta. Fina hará cualquier cosa por hacerla recordar.