Fina.
— Tenías razón, era una mala idea, lo dejo.
La Doctora Expósito me estaba esperando, no había dudas por su postura relajada en su gran sillón de cuero blanco. Tenía abierto su portátil encima de la mesa y los auriculares descansaban justo al lado. Estaba claro que había estado atenta a todo lo sucedido en la "perfumería" a través de las cámaras de observación de pacientes que estaban por todas partes en aquel centro psiquiátrico. Es por la seguridad de los propios internos, me había dicho, pero a mí me resultaba de lo más invasivo y odiaba la idea de que estuvieran vigilando a mi mujer a todas horas. Casi me sentía en Gran Hermano cada vez que entraba allí.
— Siéntate, anda.
Su voz fue dulce y comprensiva, mientras me señalaba el asiento al otro lado de su mesa. Le hice caso y me senté. Sabía que lo que venía a continuación no iba a ser una conversación fácil para mí, pero después de escapar de la frialdad de Marta una vez más, no se me ocurrió un lugar mejor al que ir. Necesitaba que alguien me diera un punto de vista menos emocional del que iba a encontrar en mis amigas o en mi padre y lo necesitaba ya.
Luz me miró casi con ternura y su sonrisa intentó darme una calma que yo era incapaz de encontrar en ese momento.
— Bien, ¿cómo te sientes, Fina?
— No, por favor, no me vaya a psicoanalizar ahora, doctora. Sabe perfectamente cómo me siento, cansada, frustrada, triste... Y sí, ya sé que me lo advirtió, pero es que no me ha dado ni una mísera oportunidad. Desde que empecé con este teatro, Marta no hace otra cosa que observarme de lejos y rehuirme como si tuviera la peste cada vez que intento acercarme a ella. Me crea tal impotencia, que me cuesta hasta respirar — me llevé una mano a la boca del estómago, donde sentía la angustia instalada —. Así que, se acabó, me doy por vencida. Ni se acuerda de mí, ni hay forma de engañar a su mente. No me quiere en su vida, no hay más.
Me eché hacia atrás en la silla y crucé mis brazos sobre el pecho, en un gesto entre la rendición y la indignación. La doctora me dejó gesticular y negar con la cabeza un buen rato mientras miraba a cualquier lugar menos a ella. No me sentía con fuerzas de soportar su compasión, ese día no.
En mi enésimo suspiro, Luz pronunció mi nombre alargándolo, como en una advertencia de haberme dejado lamentarme el tiempo suficiente y no me quedó más remedio que volver a sus ojos.
— No sé qué más espera que le diga, ya ha visto usted cómo me trata — señalé la pantalla con mi cabeza sin variar un centímetro mi postura.
— Lo he visto, sí, y entiendo que te sientas tan desanimada, pero hoy no vas a encontrar aquí el último empujón para dejarlo — alcé una ceja demostrando mi incomprensión — Sé que ayer te dije que quizás deberías desistir, pero... cuando te has ido ha pasado algo que me ha hecho cambiar de opinión.
— ¿El qué? — me intrigó tanto que desenredé mis brazos y me eché hacia delante.
— Realmente no debería contártelo...
— Ay, doctora, déjese de protocolos médicos, si ha pasado algo importante, dígamelo, por favor.
Ella me miró sopesando cuidadosamente la situación y la respuesta que yo le estaba pidiendo. Tras unos segundos que se me hicieron eternos, dio un gran suspiro y sonrió.
— Después de que te marcharas, tu amiga Carmen ha estado hablando con Marta.
— ¿Qué? ¡Ay, Dios! — me puse una mano en la frente —. Dígame que no la ha liado más aún.
— Me dijiste que era psicóloga, ¿no?
— Sí, ¿por qué?, ¿qué ha hecho?, ¿qué le ha dicho?
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Recuérdame
FanfictionMarta no sabe quién es esa chica que se presenta como candidata a nueva dependienta. Fina hará cualquier cosa por hacerla recordar.