14.

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           Todo encajó cuando vio la cabellera negra tan conocida para ella. En ningún momento dejó de patalear y gritar, pero era inútil, nadie iba a ayudarla, nadie la escuchaba por los vidrios cerrados del vehículo. En un minuto ya tenía atados manos y pies, con sus ojos cubiertos y la mordaza en su boca. Sintió a Cristian apartarse, cerraron las puertas y en segundos el auto se puso en marcha.

***

           Los minutos pasaban y Chase no veía a Savannah llegar, ni a Cristian. Al principio no se preocupó pero tras una hora decidió ir a buscarlos. Le había pedido la llave a Lilly, para así poder entrar a la habitación que esta compartía con la castaña, se sorprendió al encontrar la habitación vacía. Llamó a Cristian para preguntarle donde estaban, este no contestaba, tampoco Savannah. Volvió a bajar para reunirse con los demás.

           — ¿Savannah no ha llegado aquí? —cuestionó apenas llegó, los demás negaron—. No está en su habitación y no contesta el teléfono. Cristian tampoco.

           — ¿Y si Evelyn les hizo algo? Esa chica está loca —musitó Brandon, levantándose. Los demás lo imitaron.

           —Vamos a buscarlos —declaró Arthur.

           Se dieron los puntos de búsqueda y sin esperar mucho comenzaron a buscar. Todos revisaron y cuestionaron a cualquier persona que pasaba, sin embargo las pocas respuestas que obtenían decían haberla visto en clases, lo que no les servía de mucho. Pocos les decían haberla visto con Cristian por el campus, en dirección al estacionamiento, era lo más cercano que tenían a una pista.

           —Nada, no la encontramos —dijo Arthur, quien llegaba del gimnasio. Las demás respuestas fueron las mismas.

           —Me dijeron que la vieron con Cristian hacia el estacionamiento —mencionó Tom.

           —Estuve ahí, no había nada extraño —acotó Lilly, cruzándose de brazos—. ¿Y si Evelyn se los llevó a ambos en el auto? No podía estar sola.

           Lamentablemente para Chase, Lilly tenía razón. Evelyn nunca fue un cordero, mucho menos con las riquezas de su familia, era capaz de muchas cosas y tenía los recursos monetarios para realizarlas a la perfección. Se sentó en el pasto, suspirando con frustración mientras pensaba en alguna idea.

***

           Después de varios minutos, que Sav no supo cuántos eran, el vehículo paró. La hicieron bajar sin quitarle la venda de los ojos, se tropezaba por los nervios y la falta de vista, estaba todo en silencio y aquello no le facilitaba el saber donde estaba, no le quedaba de otra más que caminar.

           La hicieron sentarse en el suelo antes de quitarle la venda.

           No pudo ver mucho más que el interior de la casa, las ventanas estaban cerradas. Parecía una casa que no se usaba hace mucho, los suelos estaban cubiertos por una capa de polvo, había telarañas en las esquinas de las paredes, lo sillones estaban cubiertos por sábanas. ¿Qué podía ser aquel lugar? No podía ser una casa de alguno de ellos, sería demasiado obvio. ¿De algún amigo? ¿De cuál? ¿Algún lugar que habían descubierto? Pensaba y pensaba pero nada llegaba a su mente, quizá por el miedo, no lograba atar cabos.

           Cristian y Evelyn hablaban entre murmullos al otro lado de la habitación, dedicándole pequeñas y rápidas miradas.

           La pelinegra salió del lugar, un momento después se escuchó el auto alejarse. Fue entonces cuando Cristian se acercó a ella.

           —No seas demasiado insistente con Evelyn, no funciona con ella —le dijo con naturalidad, como si aquello fuese algo de rutina. A Savannah le hirvió la sangre.

           — ¿Por qué haces esto, Cristian? Se supone que éramos amigos —dijo ella, mirándolo con repulsión, él no era el chico tímido que conocía.

           —No sabes nada, Savannah —se expresó él, antes de levantarse tan rápido que asustó a la castaña—. No sabes lo difícil que es vivir así —decía mientras caminaba de un lado a otro en la habitación, frustrado.

           —Nosotros confiábamos en ti, ¿qué te dio Evelyn, que no pudieron darte tus amigos? —lo presionó, intentando descubrir algo en las palabras ajenas.

           — ¡No sabes nada, Savannah! —vociferó mirándola, ella sintió verdadero temor ante su mirada.

           No dijo más, ni el tampoco. La estancia se quedó en silencio tras los pasos del muchacho, que se sentó en uno de los sillones.

***

           Semanas antes.

           — ¡Cris! ­—exclamó la pequeña y castaña niña mientras corría hacia su hermano mayor.

           Cristian la tomó en brazos y le dejó un beso en la mejilla. Le sonreía a pesar del cansancio, era entrada la noche cuando llegó de hacer horas extras en uno de sus trabajos.

           — ¿Qué haces despierta, Elizabeth? Es tarde.

           —Te quería esperar, mamá ya se durmió —explicó la niña con esa ingenuidad tan característica de un infante.

           Si ella tan sólo supiera que su madre dormía por el cansancio que las medicinas le causaban, en vez de eso la pequeña pensaba que a su mamá le gustaba dormir mucho, como a La bella durmiente.

           —Entiendo, pero ya estoy aquí y es hora de que vayas a la cama. ¿Cenaste?

           Elizabeth asintió con energía antes de abrazarse al cuello del mayor. Cristian llevó a la pequeña de seis años a la cama, luego de acomodarla le apagó la luz y salió de la habitación.

           Entró al cuarto de su madre, la vio dormir unos segundos, tan tranquila y pacífica. Tan pálida y con ojeras. Le acarició el cabello con suavidad, sin intención de despertarla. Se agachó para abrir la gaveta del velador, sacando dos de los frascos de los medicamentos de su madre, los agitó y comprobó que ya estaban vacíos. Los volvió a tirar dentro de la gaveta y salió de ahí.

           Con la sangre comenzando a hervir dentro de su cuerpo abrió el refrigerador, esperando encontrar algo para cenar. Sólo vio botellas llenas de agua.

           — ¡Maldición! —refunfuñó en voz baja antes de cerrar el refrigerador.

           Se sentó en una silla frente al comedor, sosteniendo su cara con ambas manos. No tenía dinero suficiente para comprar comida, comprar los medicamentos de su madre y además para sus gatos personales. Estaba desesperado, el dinero de sus múltiples trabajos y horas libres parecían escurrirse como agua entre sus dedos. Nada parecía suficiente. Él era lo único que ellas tenían, debía conseguir el dinero.

***

           Había pasado la hora que tenían libre, por lo que tuvieron que volver a la normalidad de sus clases. Sin embargo, para ellos no había mucha normalidad, sus pensamientos estaban en otro lugar, en un intento por descubrir donde podían estar sus compañeros. Fue Chase quien formó una pequeña estrategia, la llevó a cabo unos segundos después. Apenas Evelyn se sentó en uno de los bancos, él se sentó junto a ella, desconcertando a sus amigos.

           —Hola —musitó él mientras la miraba, fingiendo una perfecta sonrisa.

           —Así que ahora quieres hablar conmigo —respondió ella mientras sacaba su libreta, como si no le diese importancia.

           —Iré al punto, ¿dónde está Sav?

           —Es tu novia, no la mía, por suerte —dijo con una leve sonrisa que al pelinegro le causó escalofríos.

           —Te daré lo que quieras, Eve —usó aquel apodo, el que empleaba con ella cuando estaban juntos.

           — ¿A qué te refieres?

           —Lo que quieras.

Pase lo que pase.  [COMPLETA] #PGP2018Where stories live. Discover now