Gigante.

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Siempre es al final de los tiempos cuando el ser humano se detiene a examinar lo que ha vivido, así ha sido desde la concepción misma del universo, y en pro de continuar la tradición hoy me detengo.


No fue fortuita la idea de andar por este sendero de vida y muerte, aunque hubo influencias inevitables desde antes de mi nacimiento -demasiadas para ser nombradas y de muy poco valor para siquiera insinuarlas- la cuestión es que seguí el camino, al principio inocentemente sin conocer con certeza a la bestia que enfrentaría pero fui adquiriendo aquella clase de conocimiento que otorga la sabiduría para defenderse, la cual me permitió tomar arma y armadura, de oro y plata, para sobrellevar la batalla futura.


Paso el tiempo como sombra, discurrió entre libros y cadáveres que llevaban más y más mi alma a una estado superior a la del mocoso que había emprendido el viaje hace años, a la verdad no tan superior y casi igual de mocoso, se vislumbró el final aunque todavía faltaba la mitad del camino, surgió entonces el desanimo pero fructifico mas el cansancio, y junto a el nació la envidia hacia aquellos que ya habían llegado tomando rutas alternas.


La derrota se acercaba ferozmente a lomos de su corcel cuando una mano amiga extendió su ayuda, por empatía o misericordia, no lo sé, quizá se encontraba en la misma situación que yo y así es como ocurre, dos entes contrarios encuentran un punto de unión, y se ligan a través de el por cada coyuntura de sus seres volviéndose uno solo, en ocasiones, eternamente inseparables. Fuimos cada uno sobre el hombro del otro avanzando a pasos agigantados hasta el precipicio del final y pese al temor a lo desconocido saltamos y en la caída nos desligamos y hasta ahora no nos hemos vuelto a ver, quizá no todos estén destinados a estar juntos por siempre.


El vacio parecía infinito pero duro un instante, se difumino la realidad de la fantasía y tras un segundo de duda entre lo ficticio y lo verdadero se alzo más allá del firmamento la figura espectral de un gigante, dude de nuevo, y alzo su espada enterrándola sobre la tierra frente a él, aproveche y desenvaine la mía. Había imaginado a un enemigo a mi escala al cual vencería sencillamente pero encontré que era mucho mayor de lo que mi mente podía idear. Me prepare para una batalla destinada la derrota, y a pesar de saber que perdería fui a su encuentro y a siete pasos de mi propia extinción escuche un rugido. Fue suficiente para estremecer la tierra, para dividirla en dos y exponer a los hombres lo más íntimo del infierno, tras lo cual silencio, y tras el silencio su voz. Hablo un lenguaje antiguo inentendible que quebró mi alma y deshizo mi corazón, trate de soportarlo y reventaron mis huesos, caí al suelo y morí, hablo otra vez y volví a morir, alzo su voz, guardo silencio y regreso a dormir, y morí una última vez. Tras ello volví a ponerme de pie obligado a continuar luchando pese a haber alcanzado el estado putrefacto en cada mínima parte de mi escénica. Alce mi espada en contra suya deslealmente, atravesando con furia todo lugar donde cayera su filo hasta exhaustiarme, y cuando la victoria parecía sonreírme, la asesinaron.


Un parpadeo, casi intimo, apenas perceptible que nació y murió en una milésima de instante fue suficiente para ahogar toda esperanza. Se alzo sobre el firmamento una figura aun mayor que la primera. Otro gigante que hacia al primero apenas un insecto sobre un trozo de su uña, el cual también dormía. Aquí permanezco todavía, frente a él, sentado con mis piernas en cruz sosteniéndome débilmente del mango de mí espada. No sé cómo enfrentarlo, pero eventualmente, más temprano que tarde caerá bajo mis pies. Que duerma mientras puede, porque en cuanto sus ojos sean abiertos al amanecer de un nuevo día, será el último.

El Reto Bradbury.Where stories live. Discover now