Orenda.

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Me sorprende que preguntes, claramente soy el pregonero, y me sorprende aun más, tú deberías saber quién eres tú mismo pero bueno. Qué extraño que no haya nadie más, en fin, no te estoy escuchando así que guarda silencio que tengo un anuncio que dar aunque tengo que admitirte que no me gusta mucho esto, en mis tiempos libres prefiero ser cuentista pero solo los pequeños escuchan. No, no, gracias pero es imposible. Cosa de arriba de mis mandatarios que no me dejan, aunque bueno solo eres tú, está bien, solo uno pero escucha con cuidado porque me lo he robado, atento, aquí va:


"Erase un hombre puede que pregonero puede que no que caminaba ignorante de lo que a su alrededor pasaba. A escasos metros de él, apenas visible en el suelo, una pequeña criaturita se apresuraba a escapar del sueño eterno pero las pisadas de los hombres eran cada vez más cercanas y más feroces, batía sus alas hasta el cansancio y caía, entonces corría de nuevo hasta poder volver emprender el vuelo. La tierra se estremecía a su lado pero ya estaba totalmente agotada. Se quedo quieta esperando el final, y cuando el final debió de llegar nada paso.


—Espere buen señor, si usted, espere, no baje ese pie, no, el derecho. Manténgase así, es por un motivo muy noble, también por su bien porque si decide no escuchar cometerá un asesinato — y la vio.


Erase un hombre no muy alto ni muy bajo, no muy flaco ni muy gordo, totalmente blanco y llevaba un gorro. Se detuvo a un paso de distancia del noble ciudadano que por temor o curiosidad no había terminado de seguir su marcha, lo miro a los ojos, inquisitivo, y bajo la mirada justo por debajo de la suela del zapato que se mantenía al aire a una milesima del homicidio, la Catarina continuaba expectante. Le ofreció su dedo índice, la Catarina no se movió, agrego el medio, continuo igual, agrego el anular y por alguna razón ése la convenció. Subió confiadamente, y en cuanto se percato que se apartaba de la suela del señor se sintió aliviada.


—Gracias señor, le daría una medalla por su acto de confianza pero no cuento con más medallas. Acérquese, mire, esta es la vida que salvo. Por favor, por favor, no se enoje, vida es vida aunque sea la de una pequeña catarina. Bueno, adiós, y muchas gracias, muchas gracias buen señor.


Erase un hombre, no una mujer, un niño o animal, definitivamente un hombre aunque no igual a los de su raza, muy alegre, siempre sonriente y aparentemente contagiaba eso a los demás. Aun con la Catarina en su dedo anular se acerco hasta la arboleda y la dejo continuar, ahora segura, su camino. Y él siguió el suyo propio. La Catarina lo observo mientras se alejaba, y sin saber cómo dar las gracias, pues no podía hablar, en realidad, sin conocer si quiera el concepto humano de agradecer le otorgo lo que a él ya le sobraba: suerte, infinita suerte."


Bueno, bueno, dejémoslo aquí que sigo siendo pregonero más que cuentista y todavía no he anunciado lo que debía anunciar. No, basta ya de insistir, por más que quiera debo cumplir con el trabajo que me trajo aquí. No, no, no. Espera. Dilo de nuevo. Está bien, eso último que dijiste me ha convencido. Pero siéntate que ya has estado mucho tiempo parado no te me vayas a cansar.


"Si no ella sus hermanas acompañaban aquel hombre en todas su hazañas y le iba bien, sin saber porque todo lo que hacía prosperaba. Se apasiono por las artes y lo que creaba era exaltado. Decidió ayudar al enfermo y el enfermo sanaba por su dedicación. Conoció a alguien en el camino y se convirtió en el amor de su vida. Las personas se aglomeraban a su alrededor con aprecio y cierta admiración. Fue feliz por un indeterminado periodo de tiempo de tal intensidad y plenitud que no sintió que se acercaba su fin.

El Reto Bradbury.Where stories live. Discover now