Mamá.

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Me mira con ojos ausentes y pregunta contrariada:

— ¿Dónde está tu madre? — son sus primeras palabras después de muchos meses de absoluto silencio durante el cual llevo haciéndome la misma pregunta. No es consciente que mi madre, mi ama, es ella misma, aunque este perdida.

Hace tiempo que se volvió costumbre la tergiversación de su realidad, empezó tratando de cambiar al televisor con un tenedor por lo cual todos reíamos hasta que entre carcajadas nos desconoció por completo y así, de golpe, dejamos de sonreír. Paso el peine entre sus mechones dorados.

—Es usted, ¿no recuerda? — toca su sien con dificultad tratando de hacer memoria de una verdad difusa.

Mientras piensa vuelvo a pasar el peine una última vez y lo dejo caer en la cómoda sobre multitud de medicamentos. Acerco la mesita móvil con su comida y presiono el monigote en ángulo a lado de la cama haciendo que el respaldo ascienda hasta dejarla parcialmente sentada. De a una cucharada va consumiendo los alimentos por su boca, quizá debería quitarle el tubo de la nariz, nunca lo he usado para alimentarla pues temo que todo el menjunje licuado que le entre vaya a los pulmones, el médico había utilizado el término "bronco aspiración" o algo similar, y que por consiguiente había que mantenerla en "semiflower" que es la dichosa posición en la que esta aunque no le dé nada por ahí. Limpio su boca y la dejo descansar.

Siempre me da entre horror y calma verla dormir, me recuerda los viejos tiempos cuando reposaba tranquilamente en casa mientras jugaba con mis hermanos en el patio causando tanto bullicio que provocábamos que saliera enfurecida, nos paraba en fila india y dirigiéndose a cada uno por su nombre nos reprimía por nuestras acciones. ¡Cuanto quisiera un regaño suyo ahora, tan siquiera que recordara mi nombre!

Inhala. Exhala. Le cuesta respirar pero no me preocupa tanto como la primera vez; aquella ocasión fuimos a dar hasta el hospital. Mi viejita linda entró caminando y al tercer día tenían su cuerpo rodeado de mangueras. El que más recuerdo es aquel conectado a un ventilador, no podía creer que la enfermedad pudiera hacerle olvidar hasta el respirar.

Durante aquella temporada recibió múltiples visitas de amigos y familia que ni recordaba que existían, me invadió una profunda tristeza. Observe como de sus seis hijos solo tres estábamos al pendiente de ella y de los tres solo Carmelia, la mayor, me ayudaba a cuidarla ahí dentro, y cada vez la tristeza se hacía más severa. Cuando los otros se dignaban a verla les exhortaba a ayudarnos y se comprometían pero nunca hacían nada más que mandar dinero.

Una semana antes de irnos llego el médico a visitarla, como usualmente hacia, entre preguntas e indicaciones me llamo aparte para hablar conmigo. Lo primero que dijo fue: fase terminal, y después de eso una extensa explicación sobre lo que iba a ocurrir en el futuro.

—...seis meses pero no es una tiempo exacto, se va ir quedando sin ganas de nada, y conforme pase el tiempo dejara de moverse y se va a poner muy flaquita, en un punto dado no podrá ni sostener la cabeza...

Fue un día fatídico pero lo peor ocurrió cuando salió. Llegamos a casa con la intención de descansar durante una larga jornada. Abrí la puerta  y al instante un conglomerado de gentío salió de la oscuridad, las luces se encendieron en violencia y la paz se quebró a la par del júbilo. Tuve que pedir a todos que se retiraran justificándome en el pobre ángel de mi madre "necesita reposar" "no tenga cuidado" "celebráremos otra ocasión". Salieron de a uno hasta que solo quedamos las seis figuras de sus hijos y su progenie.

Hable larga y tendidamente sobre la necesidad de los cuidados que requería quien nos procreo, sobre la responsabilidad de cada uno de aportar tiempo y esfuerzo además de suplir para todas las necesidades, no hubo respuesta. Parafraseé las palabras del doctor tratando de conmoverlos pero falle en el intento. Guarde silencio un instante y entonces surgió otra propuesta.

—Un asilo, o alguna de esas casa que cuida enfermos seguro habrá alguna que brinde los cuidados necesarios. Lamento ser yo el que lo ofrezca pero a la verdad ¿Quién de nosotros puede desligarse de su familia o su trabajo para cuidar a Mama, tu Sofía, o que me dices tú Leticia? — no contestaron. Su único varón y se atrevía a traicionarla, ni siquiera Carmelia se negó.

Salí contrariada de la habitación a la sala y la vi, había escuchado todo. No dijo nada, no hizo expresión solamente cerro sus ojos y dejo caer un par de lágrimas. Volví con mis hermanos y me negué rotundamente a la posibilidad de abandonarla a la suerte de otros. Les plante cara y dirigiéndome a cada uno por su nombre les convencí de no necesitarlos, que me haría cargo sola y bien podrían marcharse por donde llegaron y así hicieron, desde entonces poco los he vuelto a ver y tanta falta que me hacen. Si tan solo supieran.

Levanto sus caderas para aplicar pomada sobre las ulceras en su cintura, y de paso aprovecho para quitarle el pañal mojado. Una punzada penetra mi espalda baja, debo recordar visitar al médico de la cuadra que de seguir así no podre levantarla de nuevo. Mezclo todo en una bolsa y bajo para depositarla en el cesto de basura. Regreso inmediatamente a su lado. Su respiración es más lenta, pienso que sigue dormida pero de repente voltea a verme con sus ojos consientes con los que hace mucho no miraba.

— ¿Julián? — pregunta sin esperar realmente una respuesta.

—No má, soy... — vuelve su rostro al techo aunque sus ojos reposan más allá del concreto sobre nuestras cabezas.

—Oh, Umberto... — mi progenitor fallecido muchísimo tiempo atrás —...mira esta muchacha, dice que soy su madre, le creo, porque si no sería poco afortunada— y vuelve a dormir.

Y ocurre lo que más me horroriza... se le olvida despertar.

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⏰ Last updated: Mar 10, 2018 ⏰

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El Reto Bradbury.Where stories live. Discover now