Lola

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#8

Ninguno de sus amigos estaba contento con la noticia de que iba a formar parte del grupo. Pero él tenía la última palabra y eso era todo lo que importaba.

Como ya no había de qué protegerme, debido a que había tomado la decisión de involucrarme sola, él dejó de cubrirme los ojos cuando íbamos a encontrarnos con el resto del grupo. De ese modo descubrí que los encuentros eran en un restaurante de comida peruana, a la vuelta del Abasto Shopping; por eso veía gente pasando con bolsas y sentía que estábamos cerca de una estación de subte.

Durante los primeros encuentros, lo único que debía hacer era escuchar y prestar atención a todos los detalles, puesto que se debía ser rápido y astuto para poder formar parte de este "trabajo". Así que, por decirlo de algún modo, él y sus amigos me entrenaron durante unas dos semanas.

Cada integrante del grupo tenía un lugar de venta asignado. Mi novio se encargaba de hacer las entregas en los boliches de microcentro y, como no estaba dispuesto a dejarme sola en esto, tomo la decisión de compartir su espacio conmigo.

Así que, de siete días que tiene la semana, al menos unas cuatro noches me la pasaba en boliches, trabajando a la par de la persona que más quería en el mundo. Pero aunque disfrutaba muchísimo de poder estar más tiempo con él y me emocionaba la idea de poder formar parte de su mundo de forma completa, también me sentía pésimo por seguir ocultándoselos a mis mejores amigos. Sin embargo, no podía hacer absolutamente nada: tenía que serle leal a él, nada más.

Y además de que a veces no podía dormir pensando en lo mal que hacía al ocultarles semejante secreto a mis mejores amigos, el trabajo no era fácil porque, aunque a veces la pasaba de maravilla y acababa pasando un gran rato con él, otras veces eran un completo infierno.

Como la noche del abusador.

Las notas de Lola | Malenavitale ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora