Vera

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Durante el desayuno estoy en otro mundo. Me la paso callada, revolviendo mi café con una cuchara, con la mirada perdida en el plato de tostadas. Pero es que no puedo dejar de pensar en todo lo que pasó anoche; mi cuerpo está en el living de mi casa, pero mi cabeza está en ese galpón. El maldito galpón.

Los primeros diez minutos mi mamá se dedica a poner su atención sobre el programa de chimentos que está en la tele, así que pasa por alto el hecho de que su hija tiene el aspecto de un muerto viviente. Pero si hay algo que le sale horrible es ignorarme, así que le dura muy poco y lo noto cuando deja su taza sobre la mesa y suspira. Acá vamos, me digo a mí misma.

—Vera, hija, desde que te sentaste en el sillón no te escucho ni respirar. Y eso fue hace un rato largo —suelta—. ¿Qué te pasa?

Muy buena pregunta: ¿qué me pasa? No encuentro las palabas correctas para describir todo lo que está pasando en mi interior ahora mismo. Porque anoche recibí el baldazo de agua fría, pero a mi cabeza le pareció buena idea procesarlo todo ahora.

Anoche salí de mi casa sabiendo que en ese galpón podía pasar de todo. Y cuando digo de todo, puedo asegurar que el abanico de posibilidades era inmenso. Solo que la confesión de Uriel no estaba entre lo esperado y acabó sorprendiéndome por completo; a todos, de hecho. Porque lo llevamos a ese lugar ya que descubrimos que nos ocultaba algo, pero no imaginamos que su secreto iba a ser tan pesado.

Cuando vi que tenía una foto con Lola, lo cual dejaba en evidencia que se conocían, pensé que a lo mejor trabajó para ella. Y sí, claramente fue así. Pero no se me ocurrió que también pudo haber sido su novio. N-o-v-i-o. O su amante, en realidad, porque estuvo con ella mientras que salía con Serpiente. Aunque no importa el título: estuvo involucrado amorosamente con ella. Y mientras más veces lo repito en mi cabeza, mayor es el impacto.

Me pregunto cómo podía dormir tranquilo durante las noches sabiendo que estaba ocultándole algo muy importante a Nina, su novia actual (o ex, en realidad). Porque puedo entender que no haya sentido la necesidad de decírnoslo a nosotros, que técnicamente no somos ningún eslabón importante en su vida. ¿Pero Nina? Literalmente tuvo que llevarla al cementerio el día que nos volvimos a ver. Y en dos años Nina no dejó de llorar a su amiga. ¿Cómo hizo para mantenerse callado tanto tiempo? Es que simplemente no entiendo cómo funciona su cabeza, y mucho menos su corazón.

Intento pensar en cómo debe sentirse Nina hoy, incluso pienso en mandarle un mensaje, ya que anoche todos estuvimos en completo silencio en el viaje de vuelta, pero algo me dice que es mejor darle su espacio. Merece un momento de paz consigo misma. Aunque yo en su lugar no podría conseguirlo. De hecho, ahora mismo estoy más pensativa y afectada de lo que debería, y Uriel ni siquiera me importaba.

— ¿Vera? —insiste mi mamá.

Yo solo la miro en silencio.

— ¿Te peleaste con tus amigos?

Su pregunta me toma por sorpresa y me hace fruncir el ceño. Así que ella se acerca a mí y me agarra la mano de forma cariñosa.

—Si no querés decirme qué pasó anoche, está bien. Claro que me encantaría saber qué te tiene tan ida, pero bueno, tengo que empezar a aceptar que no siempre vas a abrirte conmigo —dice en un tono cálido y más rápido de lo que mi cerebro mañanero puede procesar—. Pero, insisto, podés confiar en mí.

—No me peleé con los chicos —respondo—. De hecho, creo que son una de las pocas cosas positivas que me pasaron en estos últimos meses.

Mi comentario la hace sonreír, pero la preocupación sigue reflejada en su mirada. Eso significa que va a seguir insistiendo.

Las notas de Lola | Malenavitale ©Where stories live. Discover now