CAPITULO 4 1 DE AGOSTO 19:12 P.M. ÁNGEL

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EL QUE NO ESTÁ DISPUESTO A PERDERLO TODO, NO ESTÁ PREPARADO PARA GANAR NADA



Me senté con la ayuda de mis hermanos en la silla de la parcela de terraza que ocupábamos minutos antes, pero yo seguía con la mirada perdida en la carretera. Rafael dobló una pierna, puso su tobillo sobre la rodilla izquierda y se acomodó en la suya abriendo un periódico de la comarca con aire despreocupado. Travis tocó mi mano y llamó mi atención.

- ¿Qué ha sido eso tío? – preguntó alarmado - ¿de qué conoces a esa gente?

- De nada – contesté volviendo mis ojos hacia la calle – sólo me pareció ver algo raro.

Sí, eso tenía que ser, solo estaba cansado del viaje y conmocionado por todo lo acontecido estos últimos días. Nada relevante para asustar a mis hermanos. Pensé en ella... qué mujer más hermosa se había colado en mi imaginación jugándome esta mala pasada. Esos chicos debieron pensar que estaba loco. Erin Marino... recordé su nombre. Sacudí la cabeza para intentar borrar esos pensamientos de mi mente y volver al mundo real.

- Pero estabas hablando sólo Ángel – insistió mi hermano menor.

- No le des más importancia Travis – Rafael pasó una página del diario y encendió un cigarrillo sin levantar la vista – sólo está un poco estresado. Lo de la diabla y la mudanza nos lo tienen con los nervios de punta – afirmó refiriéndose a Tessa expulsando el humo.

- No la llames así – me quejé.

- Y no se la menciones – Me apoyó Travis – tiene que olvidarse de ella lo más pronto posible.

- Para eso he venido a este rincón olvidado de todo mortal – acorté finalizando la conversación y dando un generoso trago a mi cerveza.

Pasamos en aquel lugar un término de tarde bastante agradable. Rafael y yo bebimos algo más que nuestro protector hermano, que se ofreció a deleitarnos para cenar con su plato estrella de pasta. Él la llamaba "Pastravis creme", a lo que no pudimos negarnos.

Ya en casa, y tras haber degustado tal delicatesen de pasta y tomate básicamente, Travis se fue a acostar puesto que, como el hermano más responsable de los dos que partían mañana, también comenzaría conduciendo él.

- No te acuestes tarde – le dijo a Rafael mientras subía las escaleras.

Yo me encontraba en el porche, sentado en el acogedor banco que allí descansaba. Había caído la noche, y era una noche preciosa. No había nubes así que podía disfrutar de un hermoso manto de estrellas que se extendía sobre mí, en toda su magnitud. Escuché a mi hermano acercarse a mí con dos cervezas en la mano.

- ¡Sí mamá! – contestó con aire burlón abriendo su lata y pasándome el paquete de tabaco – Wow, hermano, vas a estar bien aquí. Rafael se sentó a mi lado admirando el paisaje bajo la noche estrellada. Encendí un cigarrillo y choqué mi bebida con la suya a modo de afirmación. - Estás en otro lugar – bebió girándose hacia mí.

- Te vas a reír – dije imitándole con mi lata – pero aún estoy pensando en lo que pasó hoy en el cofaidh. – La mirada de mi hermano mayor se clavó en la mía - ¿y si te dijese... - hice una pequeña pausa - ... que no estaba hablando con esos chicos? Si te dijese que había alguien más que nadie vio, solo yo...

La risa de Rafael retumbó en mis oídos. Lo reconozco, yo también sonreí al escuchar mis palabras. Bajé la mirada a mi cigarrillo con aire divertido y resoplé interiormente.

LUSS: EL LÍMITE DE LA VERDADWhere stories live. Discover now