Capítulo 5

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Lo último que quedaba de curso pasó muy rápido. Llego la deseada graduación con los discursos mal hechos de los alumnos y los aburridos de los profesores. Llevaba un vestido que me encantaba, era rosa, de tul y corto por delante y largo por detrás. Me habían maquillado en una tienda de maquillajes y mi madre rizó la peluca.  Pero al mirarme al espejo no estaba feliz, hubo un momento en el que un loco pensamiento cruzó mi cerebro a la velocidad de La Luz. "¿Y si no me pongo la peluca?". Pero se fue por. donde vino al instante, ya había sido un año lo suficientemente horrible y duro. Pero había aguantado, no iba a cagarla en la gradación. Luego vino la cena. Una incómoda actuación. Alguien me explica porqué somos tan hipócritas los humanos. Vamos a ver, a la mayoría los conozco desde hace cuatro años, a otros de mucho antes ya que compartíamos infancia y colegio. Y aunque ni a mi me caigan bien ni yo les caiga bien o incluso muchos no se caigan bien entre ellos, nos fuimos a cenar casi sesenta personas como si fuéramos los mejores amigos del mundo. En esos momento me da asco la vida y me pregunto si el cáncer no es un regalo. La comida estaba horrible, aunque siendo justos desde que me sometía a las quimioterapias no recordaba que nada supiera diferente si no era muy agrio o ácido. La mezcla de todo más el frío que hacía en la sala termino haciendo que renunciara al postre y me largué de allí en cuanto acabé el segundo.

Esa noche pasó, y la siguiente y la siguiente...Llegó el miércoles de las notas y con ello la única buena noticia del curso cuando vi ma mención de honor en mi boletín de notas. Nada más puse un pie en casa y sin poder remediarlo me eché a llorar.  Y lo peor es que no sabía porqué, porque no sabía como coño tenía que. estar. ¿Feliz por conseguirlo? ¿Triste por ser los más lejos que llego en mi vida? Podía sumar eso a las cosas que sumar a la lista de razones por las que seguir luchando. La siguiente... la siguiente vino una semana después.

Ahora que estaba de vacaciones y que gozaba de. una horrible salud mis días de verano se resumían en estar en el salón de mi casa intentando distraerme si es que conseguía abrir los ojos. Ese miércoles por la noche mi madre y yo vimos una película muy triste. Se llamaba siempre a su lado y trataba sobre la vida de un chico después de la muerte de su. hermano pequeño, el cual se le aparecía. como fantasma por una promesa. Yo por primera vez con una peli no lloré, y era raro porque lloraba hasta con un anuncio. o una canción si era una mínima parte triste. Sin embargo los sollozos de mi madre rompían el silencio de la casa. Me acerqué a ella y le dije lo que me había dicho ella más de un millón de veces: "Ey, no pasa nada. Es una película, el actor esta. vivo". Aunque nunca me. imaginé su respuesta cuando entre. llantos e intentando formular una frase entera me miró fijamente a los ojos y me soltó: "Prométeme que no irás, no puedes dejar de luchar. No puedo perderte de la misma forma que perdí a mi madre". En ese momento me rompí y la abracé mientras yo tampoco paraba de llorar. No me quería ir, no. quería perderla. Pero no es como si el mundo me estuviera ayudando mucho. Desde que me lo detectaron no a dejado de crecer por muchas quimioterapias y mierdas que me den. Pero aún así hice la promesa más estúpida de mi vida. Porque yo nunca faltaba a una promesa y esta no estaba en mi mano. Ese momento me recordó a uno idéntico que tuvo con ella hace tres años después de ver una película muy triste con ella. Le pedí que me prometiera que nunca me dejaría y a pesar de que lo hizo al segundo porque seguro que le pareció una estupidez, ahora sé que mentía porque siempre existe un momento en el que las personas se separan. Aunque era esta vez yo la que iba a incumplir mi promesa, o por lo menos tenía todas las papeletas para ello.

Proposito de año nuevoWhere stories live. Discover now