Capítulo 6

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Como mis resultados no dejaban de empeorar y mi situación pasó de controlada a crítica me ingresaron en un hospital infantil para niños con cáncer de Madrid. El uno de julio se hizo oficial y como ese día intentaba ser positiva lo primero que se me vino a la mente es que al final si me iba a ir de campamento. No fui la única a la que trasladaron, Dana y su negatividad de "dejarme morir en la cama" se vinieron conmigo. El hospital estaba genial y la habitación tenía tele pero para que mi madre se pudiera quedar tuvieron que contratar a otra chica que la sustituyera en la carnicería. Se que mi padre habría dado lo que fuera para estar conmigo, pero su trabajo no se lo permitía. A veces rezaba para que les tocara la lotería y mi padre pudiera cerrar la carnicería y estar cada segundo de su día conmigo. Dicen que en una vida hay tiempo para todo pero la mía se agotaba y seguía conociendo lo mismo de él que antes de nacer.

En el "campamento" había niños muy pequeños, y me daba mucha penas, pedía a Dios todas las noches por ellos. Sobre todo por una adorable niña de siete años llamada Sara que parecía que no tenía cáncer. Era monísima y alegre pero tenía cáncer de pulmón y una enfermedad en los riñones. Cuesta encontrar niñas de su edad y ADN que se ofrezcan para un trasplante. Un día me contó su secreto, el porqué de que siempre estaba feliz. Me llevo a su habitación y sacó una lista escrita con boli rosa con un gran título de purpurina que ponía "Las cien cosas que quiero hacer antes de morir" me dijo que era completamente imposible que muriera sin hacerlas. Eso me recordaba a mi promesa y de verdad esperaba que el de arriba nos escuchara. Había cosas muy lindas como encontrar al chico perfecto, tener una casa en la playa, ser la mejor bailarina de ballet del mundo, comer galletas en la Torre de Pizza, ver cuarenta países y probar veinte platos en cada uno de ellos. Tres días después se empeñó de que Dana y yo hiciéramos lo mismo y a pesar de su negatividad ni siquiera ella era capaz de decirle a una niña llena de ilusiones de que eso no vale para nada. Ella la gran Dana empeñada en que era tonta por llevar una doble vida secreta en el instituto y que se burla de mi ahora que en el hospital no llevaba peluca. Un par de días antes de mi cumpleaños me encontraba viendo una serie ya muy entrada la noche, Dana entró corriendo a mi habitación y con dos palabras suyas salimos las dos disparadas para la habitación de Sara. Estaba realmente mal y cuando nos vio entrar abrió los ojos y nos mostró una leve sonrisa. Una lágrima cruzó mi mejilla y un nudo se formó en mi garganta. Ella me miro y con una voz casi en un susurro, una voz rota, de cristal me dijo algo que no podía reclamar: "Ey tranquilas, no he terminado... no he terminado la lista." Me acerqué a su cama y ella me la dio, me señaló la última y me volvió a sonreír. Cogí la lista y Dana y yo salimos para dejarla descansar. A la mañana siguiente las enfermeras vaciaban y limpiaban la habitación de Sara para acoger a un nuevo niño. Empecé a llorar y volví a leer la frase que me había señalado ayer: "Número cien, moriré de anciana rodeada de mi familia y mis amigos y la razón no sería el cáncer.

No había forma humana de encontrar consuelos esos días, los niños más pequeños se asustaban mucho si alguno de sus amigos morían. Se pasaban día llorando y asustados porque no querían morir. Algunos tenía pesadillas y los más mayores estábamos demasiado deprimidos para animarlos y conseguir que se divirtieran. Pero una mañana me desperté después de haber soñado con todos los momentos que había vivido con Sara. Cogí un montón de papeles y pasamos todo el día haciendo listas con los demás niños de las cien cosas que querían hacer antes de morir. Por mucho que me sorprendió Dana me siguió el juego y les dijo a todos los niños que era imposible que les pasara nada si no habían completado todo lo de la lista. Todos estaban mucho más animados y me parecía una forma preciosa de recordar a Sara. De nuestras tardes con Dana en su habitación comiendo helado después de una quimio, de las mañanas que me quedaba dormida para el desayuno y me despertaban sus ruidosas bromas compinchadas con Dana. Las estresantes tardes de manualidades que no había forma de conseguir escabullirme y la caja llena de pulseras, piedras pisapapeles decoradas o dibujos que me había hecho desde el principio de mi estancia allí y donde guardé su lista de cosas que hacer. Fue como perder a una hermana pequeña. Pero esa noche solo podía pensar una cosa. Mañana era doce de julio, lo que significaba que cumplía dieciséis años. Y no sabía que tenía que sentir.

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⏰ Last updated: Jan 14, 2020 ⏰

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