Capítulo 19

121K 10.2K 5.6K
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Desde que llegamos a su habitación no ha dicho nada, comienza a ponerme nerviosa. Está ahí, apoyado en la puerta mirándome fijamente, mientras retuerzo las manos, sentada en la cama.

Cuando está serio sus facciones se vuelven más duras, como una estatua escondida entre las sombras. Eso sí, se ve condenadamente caliente.

Da un par de pasos, creo que va a acercarse, pero se detiene en el centro de la habitación. Se cepilla el cabello con los dedos, como cada vez que está ansioso. Está actuando raro, no sé si preguntar o mejor quedarme callada y esperar a que diga algo.

Me pongo de pie y soy yo la que se acerca, pensé que a estas alturas ya estaría tirada en el colchón con él encima de mí.

—Qué serio, Row Willburn —digo pestañeando con coquetería.

Traga saliva.

Nuestros pies chocan, me pego a él. A pesar de su repentina actitud y de que por un instante creo que no va a corresponderme, me recibe encadenado mi cintura con su brazo y apoyando su mano en mi cadera.

Me analiza, su mirada me repasa una y otra vez.

—No vas a ir —dice.

—No te entiendo.

—No nos vas a ayudar con el plan —sentencia.

Entrecierro los ojos.

—No te estoy preguntando si quieres que lo haga o no, ya te lo dije.

—Yo tampoco te estoy preguntando, Giselle, no tienes ni puta idea de lo que vamos a hacer. Definitivamente no voy a aceptar que vengas, nosotros nos preparamos para esto, tenemos práctica y entrenamos. No vamos a jugar a las pistolitas, vamos a llevar armas y vamos a disparar si las cosas se ponen feas. Hace dos años Angel casi se muere en uno de los operativos, y este es mucho más peligroso que ese.

—¿Por qué carajos supones que pienso que van a jugar a las pistolitas? —pregunto entre dientes—. No soy idiota.

—Porque no eres como nosotros, muñeca, y para que lo sepas no es una ofensa.

Pero me molesta que lo diga, él no tiene derecho a hacer juicios sobre mí. Mi sangre se calienta, siento que el enojo empieza a burbujear en mi pecho. Odio que me digan que no puedo hacer algo, y él está poniendo pretextos patéticos porque cree que sabe quién soy.

Hay muchos momentos que no recuerdo, los primeros años de mi vida desaparecieron de mi mente, pero sí puedo recordar lo que pasó en ese lugar. La casa de acogida donde viví era en este lado de la ciudad, el hombre se emborrachaba todos los días, su esposa no era más que una adicta con los brazos casi pudriéndose por inyectarse heroína, y él hacía cosas terribles cada vez que podía, nada podía detenerlo.

Yo debía salir a las calles, a pesar de mi edad, acompañada de otros chicos, para robar o pedir dinero. Teníamos que volver a casa con una buena cantidad si no queríamos recibir una paliza, quemaduras o que nos encerraran en el sótano sin comer, sin agua. Aunque debo decir que esos eran los castigos más aceptables, el resto no está muy claro en mi memoria, solo recuerdo gritos y una profunda ansiedad mientras escuchaba cómo reprimía a otros, me mecía en el suelo y tapaba mis oídos hasta que volvía el silencio.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Where stories live. Discover now