Capítulo 29

88.4K 9.8K 3.1K
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


—Ese es el jodido punto, no debe lastimarte, tú y yo no somos nada.

Apenas digo esas palabras me arrepiento, aunque todavía no puedo admitir lo que siento por ella, algo a lo que no le he puesto nombre, soy tan cobarde. No quiero que sea verdad porque eso también dolería.

Duele porque se supone que entre los dos no hay nada, intento convencerme, pero cada día que pasa se adueña más de mi alma. Duele porque siento que estoy traicionando a un fantasma, y no porque ame ese recuerdo, sino por lo que significó en mi vida, por la promesa que le hice alguna vez de jamás olvidarla para mantenerla viva de alguna forma. Duele porque me aterra perder a las personas, una vez perdí a alguien y eso me destrozó, así que decidí alejarme de todos antes de que volviera a suceder, no sé qué va a ser de mí si pierdo a Giselle una vez que esté en lo más profundo de mí.

No puedo regresar el tiempo para evitar soltar toda la mierda. No puedo regresar el tiempo para esquivar el miedo que me produce estar delante de ella. Me aterra lo que siento, estas ganas de tocarla todo el tiempo, de embriagarme con su delicioso perfume y perderme en su cuerpo, la necesidad de ver su sonrisa, escuchar su risa y ver las pequitas en su rostro.

Ella está por todas partes, me di cuenta de eso en Georgia, cuando bajó las escaleras en ese vestido y yo estaba desesperado por abrazarla. Pero luego vino el miedo y todo se fue al carajo, ahora está delante de mí, mirándome como si la hubiese traicionado. Y lo hice.

La decepción en sus ojitos verdes también me duele.

—Ya, lo tengo claro ahora —responde con el timbre plano. Ella nunca habla así, su voz es melodiosa, cargada de emociones, no vacía—. No volverá a suceder.

Se va y quiero detenerla, rodearla con mis brazos y escondernos juntos, ¿eso estaría bien? Quizá podamos escaparnos y huir del miedo, ese que también veo en su mirada cuando cree que no me doy cuenta, cuando rodeo su cintura en las noches y la pego a mi pecho, cuando dejamos de besarnos y en medio de la desesperación por poseernos deseo admirar sus ojos, pero gira la cabeza construyendo un muro entre los dos, el que aparece cada vez que intento saber más de ella.

Pero estoy paralizado, no puedo moverme. Abro la boca para pedirle que se quede, soy muy torpe y ella ya está afuera, montada en el coche, cuando reacciono. Nunca he sido bueno con las palabras o las acciones cuando se trata de abrir esa puerta, la que he mantenido cerrada todos estos años.

—La vas a perder si sigues comportándote como un niñato —dice Mateo entre dientes—. No puedo creer que dijeras todo eso.

No le respondo, me encierro en la habitación y rápidamente obtengo mi teléfono móvil para llamarla, no me responde, ignora todas mis llamadas.

—Escucha, caperucita, sé que merezco que no vuelvas a hablarme, por favor solo escúchame... Necesito explicarte... —le susurro al contestador—. No me dejes de hablar, si lo único que está bien en mi vida es tu voz. ¡Joder!

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Where stories live. Discover now