Capítulo 1

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-¡Margot!- gritó su madre desde la cocina.- Tienes ya lista la cesta en la mesa del salón.

La joven de 19 años bajó las escaleras mientras hablaba por teléfono con su mejor amiga, agarró la cesta y se puso su particular abrigo rojo. Lo tenía desde los trece años y por impresionante que parezca, le seguía valiendo, aunque claro, cabe destacar que, cuando su abuela se lo regaló, le iba enorme. Mientras se subía la cremallera, su madre entró en la sala.

-Oh, no cariño, de eso nada, ¿Cuantas veces te he dicho que no salgas con el pelo mojado? Vas a pillar un resfriado de los buenos.- aseguró arrebatándole la cesta de sus manos.- Ve a secartelo ahora mismo.

-Mama, está anocheciendo ya y...

-A secártelo, ¡Ahora!

Margot subió las escaleras maldiciendo por lo bajo a su madre mientras su amiga, al otro lado del teléfono, reía.

-No sé como puedes seguir viviendo con ella- comentó Carla desde el teléfono.- Te lo he dicho ya cientos de veces pero, ¿Por qué no te vienes con nosotras? Sabes que tenemos una cama libre y...

-Carla, sabes que agradezco la invitación pero..

-Está bien, está bien, ya sabía la respuesta de todas formas.- se escuchó un ruido desde el otro lado, como una carcajada.- Creo que he perdido la cuenta de las veces que me has rechazado la propuesta, ¿Cuántas veces han sido? ¿Ocho?

-Carla, no creo que a tus compañeras les agradase mucho la idea de convivir conmigo. Ademas, no podría aportar dinero a la casa, no tengo ingresos.

-A ellas no les importaría, y conseguirías un trabajo pronto, de eso no te tienes que preocupar.

-Sabes que si me mudo contigo mi madre me mataría, ni siquiera vives en el pueblo.- dijo mientras entraba al baño y buscaba entre los cajones el secador.

-Margot, no hace falta que me mientas, te conozco, sé que no lo haces por tu madre- aseguró Carla.- Te quieres quedar en el pueblo por tu abuela y por...

-Sé lo que vas a decir y te equivocas.

-Y por el bosque.- terminó la frase.- lo que no entiendo es la importancia que tiene para ti, es decir, no es como si fuese el único bosque del país, no es tan especial.

-Es una larga historia y tampoco creo que la entendieses.- se excusó Margot.

El encuentro que tuvo con ese lobo, hacia ya casi 10 años, era un secreto, nadie lo sabía. Sin embargo, debido a la importancia del suceso, desde ese día, Margot frecuentaba el bosque diariamente, siempre con la excusa de llevarle la comida a su abuela. Cuando tenía tiempo, iba incluso varias veces al día. Por esta razón, muchos habitantes del pueblo rumoreaban que Margot tenía encuentros con algún hombre en las profundidades del bosque. Quizás, un hombre más mayor que ella, de otro pueblo. Pero eso solo eran habladurías, nadie sabía la verdadera razón... Ella solo deseaba volver a ver a ese animal salvaje una vez más.

-Ah, claro, ¿Ahora me vas a echar la culpa por ser tonta?.- se escucharon risas a ambos lados del teléfono.

-No he dicho eso, es simplemente que no sabría explicar la importancia que tiene para mi, es como...

-Vale, vale, no empieces, ¿Me vas a volver a contar que sientes que estás unida a ese bosque desde que naciste?

-Que bien me conoces, era justo lo que te iba a decir.

Después de un par de minutos más, se despidieron y Margot comenzó, por fin, a secarse el pelo. En quince minutos estaba ya lista. Esa era una de las muchas ventajas de tener el pelo corto.

-¡Mama me voy!- gritó cuando ya tenía la cesta entre sus manos y el abrigo puesto

-¿Lo llevas seco?

-Si

-¿Te has puesto el abrigo?

-Si, mamá.- contestó subiendo la cremallera hasta arriba.- ¿Algo más o me vas a dejar irme ya?

-De acuerdo, ve con cuidado, y dale muchos besos a tu abuela de mi parte y de la de Jimmy.

Margot salió de su casa, y se montó en la bicicleta para llegar lo antes posible a la entrada del bosque. Llevaba desde los nueve años entregándole la comida a su abuela, quien  vivía en una pequeña casita en el corazón de bosque, y era rara la ocasión en que bajaba al pueblo. Al principio, cuando Margot sugirió la idea de ser ella la que se encargase, su madre se mostró reacia, aunque, después de una larga conversación a la que se unió su abuela argumentando que no existía nadie que conociese el bosque mejor que la pequeña Margot, accedió a dejarla ir  todos los días. Pero no todo salió como esperaba, no volvió a ver a su lobo nunca más, y tras varios años, las esperanzas de encontrárselo nuevamente iban desapareciendo...

¿Estaría muerto? ¿Lo habría matado algún cazador? ¿Su manada se habría ido del bosque?

Pensar que la respuesta más probable a todas esas preguntas era un "si" hacía que su corazón se estremeciera. 

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Llegada a la entrada del bosque, dejó su bici apoyada en uno de los carteles cubiertos de la flora de aquel sitio y se adentró en él. Lo que más disfrutaba  era prestar atención a los sonidos que la rodeaban e intentar adivinar de dónde procedían. El sonido de las hojas bajo sus pisadas, los búhos, el aleteo de los pájaros, el movimiento de las ramas por el viento... Después de tantos años no había ni un ruido que se le resistiera, los conocía todos. Algunas veces, cuando escuchaba un aullido su corazón latía con una velocidad vertiginosa, pero siempre eran falsas alarmas, nunca procedían de su lobo. 

Hasta ese día. Tras varios metros recorridos por el sendero del bosque vió esos ojos. Esos ojos amarillos eran los mismos que los de aquel entonces. La tranquilidad volvió a invadirla. 

Era su lobo. Sin ninguna duda era él.

Esos ojos volvían a conectarse con los suyos una vez más.

Su lobo, su deseado lobo estaba allí. Y algo le decía que esa vez sería distinta, que volvería a ver esos ojos de un amarillo inconfundible. 

Tíñeme de rojoWhere stories live. Discover now