Sobre la forma de vivir.

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Nunca he llegado a sentirme más vivo que cuando supe que era padre. Las cosas que pasaron por mi mente se juntaron todas en un remolino de emociones. Ustedes causaron una verdadera revolución en mi corazón.

Y nunca sentí una prueba más grande de mi pequeñez y mi reducida humanidad, que el día que yo supe que habían partido de regreso a Dios.

Y es que vivimos la vida como si tuviéramos todo asegurado, calculando cada minuto de cada día, cada semana, cada año. Haciendo planes sin estar conscientes que la vida se puede apagar en un suspiro y la vivimos con una gran ansia de futuro.

Es muy triste para mi decir, que en el corto plazo de su existencia nunca llegué a compartir verdaderamente con ustedes momentos de cercanía y felicidad. Los meses fueron largos y muy cortos a la misma vez.

Estaba entregado a mi trabajo, pensando en darle lo mejor a ustedes y cuando abrí los ojos ustedes ya no estaban. De un día para otro, perdí lo que nunca he llegado realmente a poseer, porque nunca las oí cantar, nunca las vi.

Todas esas cosas solo ocurrieron en mi mente, pero nunca junto a ustedes. No tuve tiempo no hice tiempo para ello.

Viví con miedo de perder lo que poseo y lo que realmente tenía eran ustedes. Lo demás es solo un espejismo. Nada debería superar el cuido de un hijo que Dios nos encomienda.

Veo hoy, más con los ojos del alma que los del razonamiento vano que me apartó de ustedes. Contemplo el mundo avanzar muy de prisa, pero ahora observo atento.

Un suspiro me las arrebató. Un simple descuido.

Y veo hacia dentro de mí mismo para examinar los vacíos que aun no lleno, las carencias que enfrento, las heridas que no he atendido, las indiferencias que acarreo y los vicios que me atan.

Por fin veo.

Su partida me hizo abrir los ojos. Dolorosamente se han abierto inundados de lágrimas y de dolor. Nadie me acompaña, porque nadie entiende lo que es perder un hijo.

Ojalá lo entendiéramos antes de sufrir.

Veo a mis compañeros de trabajo queriendo escapar de sus paternidades, de sus responsabilidades, de sus familias. Veo a las madres quejarse de los afanes y del tedio del cuido de los hijos.

A veces despreciamos tesoros por tener momentos con algo que no vale. Un momento de placer, una mentira, mucho ocio, el egoísmo nos alejan de nuestros hijos. No queremos abrir el corazón.

Somos ciegos, sordos y mudos a nuestras realidades para estar abiertos a un mundo de fantasía. No queremos nuestras vidas y no nos queremos hacer cargo de nuestros verdaderos tesoros.

Yo quisiera prestarle mi corazón a cada padre que aún tiene a su hijo. Soy un padre sin sus hijas, soy un corazón amante sin sus amadas. He estado muriendo de sed junto a un río que no deja de correr.

He avistado dentro mío y me he encontrado al fin. Necesito ser rescatado. La vida como la he vivido, no ha sido la adecuada.

Perderlas a ustedes fue al fin postrarme ante Dios.

¡Qué miedo da cambiar, pero qué necesario es!

Lo aprendí de ustedes, mis amores; y ustedes me lo enseñaron sin decir una palabra.

Su papá las ama eternamente.

Lecciones de un amor que no conocí.Where stories live. Discover now