Sobre la indiferencia.

11 1 0
                                    

Queridas hijas:

Ciertamente, somos muchas veces un cúmulo de células que pierden el tiempo ignorando a aquellos con quienes debemos estar más agradecidos.

Recuerdo una etapa temprana en mi vida, donde los resentimientos hacia mi padre (que nunca fueron mayúsculos, pero los hubieron), los disfrazaba de indiferencia. Siempre que me preguntaban por él decía: lo conozco, a veces platicamos, pero no lo veo como a un padre, sino como a un conocido. No le odio, pero tampoco le amo.

Sin embargo, esto no era del todo cierto. Si realmente me hubiera sentido así, no hubiera decidido esquivar una plática entera sobre mi relación con él. Vamos, ¡¿quién esquiva una plática sobre algo que no le incomoda?!... Es claro que solamente alguien que realmente le importa el asunto, pero no quiere abordarlo.

Así es la indiferencia. Es solamente un disfraz para no afrontar aquello que nos lastima, nos lastimó o nos puede lastimar. Nos mentimos a nosotros mismos.

La indiferencia se disfraza de perdón, de olvido, de ignorar. Pero, debajo de esa máscara, escondemos una herida que no nos deja ignorar, perdonar u olvidar la situación.

Yo me consideraba indiferente a las heridas que me causaban. Decía que pensar mucho en ello haría que perdonara y olvidara pronto, que sería un desperdicio de tiempo darle espacio en la mente y el corazón a quien te ha lastimado, que no valía la pena reflexionar sobre las cosas que habían ocurrido, porque al fin y al cabo ya habían pasado.

Pero ciertamente esta forma de proceder no resuelve nada. Solo deja cabos sueltos, heridas abiertas, desilusiones galopantes, problemas sin resolver.

La indiferencia es la procrastinación del alma. Quiere aplazar todos los eventos que nos parezcan dolorosos, prefiriendo un no saber aunque sea poco doloroso, a un saber que duela mucho. Evitamos sentir cosas que no nos gustan y perdemos con esto valiosas lecciones de vida que nos harán crecer.

Ser indiferente es también símbolo de la mediocridad que podemos llevar por dentro. Yo lo sé bien, porque lo experimenté.

Dejé de avanzar en todo: la relación con mi familia era muy floja, mi trabajo no era sobresaliente ni el óptimo, mi vida y mi relación de fe con Dios apenas y existía, y, sobre todo, no le di la importancia que merecía al embarazo de su mamá.

Pensaba que era una situación que pasaría. Me decía a diario: no pienses en ello, no es algo que te tenga que desgastar, en unos meses terminará. Y así fue. El embarazo terminó y ustedes no vieron la luz del sol junto a mí. No quería ni aceptaba mi situación y con esto me privé de mil cosas que pude haber disfrutado de haber abierto los ojos a tiempo.

Me doy cuenta, ahora, que es dándole el lugar que merece a cada cosa que nosotros podemos avanzar en el perdón. Que la indiferencia es símbolo de cobardía y que abrazar la situación que se afronta es más bien signo de valentía.

Somos expertos en escapar. La sociedad nos enseña eso: ¿no quieres embarazo? Usa condón. ¿No quieres una relación seria? Amigos con derecho. ¿No quieres ser padre? Aborta. Y que no te importe lo que hagan los demás.

Nos quieren transformar en personas que no sienten. Y en ese camino estaba yo. Ustedes me despertaron en muchas maneras: se durmieron para este mundo, para abrirme los ojos del corazón y del alma.

Es difícil ver atrás y ver lo que se perdió. Pero es más triste aún no querer levantar la vista, para ver el futuro y afrontar aquello a lo que hemos sido indiferentes.

Yo ya no quiero ser indiferente. He decidido amar con pasión, aunque me equivoque. No quiero tener ya más nada que reprocharme.

Quiero volver a encontrarme con ustedes, en casa del Padre y verlas recibirme orgulloso, porque me convertí en un hombre de bien, digno de llamarme papá.

Las amo, con amor infinito, mis más grandes maestras.

Con amor, su Padre.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jun 05, 2020 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Lecciones de un amor que no conocí.Where stories live. Discover now