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Durante el resto del día me sentí extraña

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Durante el resto del día me sentí extraña. No podía dejar de pensar en lo que acababa de pasar, Jacobo había sido amable conmigo e incluso había logrado sacarme una sonrisa de los labios con chistes muy tontos.

De repente el mundo se había puesto de cabeza y, por primera vez desde que entré a ese colegio, el grupo me dejó tranquila. Claro, el causante principal de las burlas había decidido darme un respiro, pero era raro porque, aunque había recibido las disculpas de Jacobo y al final lo habíamos pasado bien, yo seguía sintiendo que caminaba sobre hielo delgado. Iba a romperse mi corazón si llegaba a descubrir que aquella paz era falsa.

Sólo había una forma de comprobarlo y era esperar.

La mañana siguiente entré al salón y Jacobo, al verme, sonrió ampliamente, saludandome con una mano. Le devolví el gesto con inseguridad y me senté en mi lugar. Faltaba poco para que iniciara la clase de Biología.

Pude darme cuenta de que Jacobo me miraba mucho y me sonreía como si recordara un chiste privado. Yo lo observaba con una ceja enarcada, sin saber muy bien el motivo de su risa, aunque no me molestaba tanto como debería.

Al terminar la clase fui a la cafetería de la escuela y compré unos Doritos como los que comí con Jacobo el día anterior. Era curioso, pero aunque ya los había comido antes, sentí que era la primera vez que los probaba. Quizás habían mejorado el sabor en la fábrica. El punto es que, de pronto, me hice fanática y decidí comérmelos en un momento especial del día.

Después de Biología, llegó el profesor que impartía Español y nos puso a trabajar en parejas. Sin saber muy bien por qué, Jacobo fue hasta mi asiento.

—Forma equipo conmigo —me dijo, con una amplia sonrisa. Busqué a Ana con la mirada, pero ya estaba haciendo pareja con otra chica.

—De acuerdo.

El trabajo consistía en una especie de concurso, en el que debíamos crear una lista de cuarenta palabras con sus antónimos. El primer equipo en terminar, obtenía un punto extra en el examen del primer bimestre.

—¡Ya sé! —sugirió— Yo pongo las palabras y tú los anónimos.

Asentí con la cabeza para estar de acuerdo. Para mí era muy fácil trabajar con las palabras. Mientras Jacobo escribía, yo iba pensando su opuesto. Debo admitir que él era muy rápido, terminó muchísimo antes de lo que imaginé.

—Te toca —me acercó el cuaderno.

No fue difícil. Ya había pensado en la mayoría de los opuestos, así que escribí una palabra tras otra hasta completar la lista.

Cuando terminé, Jacobo me miró con las cejas alzadas.

—¡Wow,  al final hasta me convino hacer equipo contigo y todo!

Le guiñé un ojo y me levanté con el cuaderno en la mano, mientras el resto de la clase protestaba por haber perdido el ejercicio. Lo llevé hasta el profesor.

Corazón de TiempoWhere stories live. Discover now