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Llegado el receso, corrí a la cafetería para comprar unos Doritos y unas gomitas de ositos, el sándwich de siempre y un vaso de leche con chocolate

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Llegado el receso, corrí a la cafetería para comprar unos Doritos y unas gomitas de ositos, el sándwich de siempre y un vaso de leche con chocolate. Busqué a Jacobo en el salón de clases. Se encontraba hurgando en las profundidades de su mochila y le mostré lo que había comprado.

—Hey, mira lo que traje —le dije agitando la bolsa de frituras frente a su cara.

Él se rascó la nuca e hizo una mueca que me obligó a dejar de sonreír.

—¿Qué pasa? —le pregunté.

—Le prometí a Becky que desayunaría con ella en el receso.

Traté de mostrarle una sonrisa que no sentía ganas de darle, pero no era su culpa que mis expectativas fueran tan altas. Era totalmente normal que mi amigo quisiera pasar tiempo con la chica que le gustaba y yo tenía que ser lo suficientemente madura como para entenderlo.

—Ah, está bien, nos las comemos luego.

Me dedicó una sonrisa deslumbrante y me guiñó el ojo, mientras casi corría para encontrarse con la tal Becky.

Decepcionada, suspiré y guardé los paquetes de comida no saludable en mi mochila. Me llevé el emparedado en una mano y la leche con chocolate en la otra; salí del aula y me puse a caminar. Pronto, llegué a una intersección donde se encontraban las jardineras, en donde había espiado a Becky y a Jacobo el día anterior. Era el sitio perfecto para pasar desapercibida, debido a que se encontraban en una esquina alejada de las zonas comunes.

Me senté en la jardinera, disfrutando del arbolito plantado en ella, que se esforzaba en dar una sombra un tanto escueta, en tanto observaba a mi amigo y a su chica. Desayunaban, reían y se miraban el uno al otro como si fueran la octava y novena maravilla del mundo, respectivamente. De vez en cuando me provocaban náuseas, me hacían poner los ojos en blanco y también sentía una irritación más allá de la razón. Qué asco.

—¿Florencia? —una voz conocida me hizo saltar del susto— ¿Qué haces ahí, sola?

Los grandes ojos de Ana me miraban divertidos y ya estaba asomando a la superficie esa risa contagiosa que podría delatar mi ubicación.

—¡Shhhhht! —le hice la señal del silencio y la invité a sentarse a mi lado.

Ella obedeció, con curiosidad, y no se fijó que había una piedrita en donde se sentó.

—¡Auch! —se quejó en voz baja, sacudiéndose el trasero.

—Jacobo y Becky tienen su primera cita —le dije con los ojos en blanco.

—Dios mío, Florencia, ¿y los estás observando? —se notaba que Ana se divertía montones.

—No me juzgues, ¿ok?

—No lo hago... Pero, ¿por qué lo haces?

Era verdad. ¿Cuál era mi excusa para permanecer ahí, espiando patéticamente a Becky y Jacobo en lugar de aprovechar el receso y socializar un poco? No se me ocurría ninguna.

Corazón de TiempoWhere stories live. Discover now