─━VII. A cenizas.

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SIETE

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SIETE.
A CENIZAS
━━━─┉─ • 𖥸 • ─┉─━━━

La habitación es blanca, y muy fría, y es bastante apropiada.

Satoru está en uno de los banquillos, encorvado y con los brazos colocados sobre sus piernas, su mirada fija sobre el cuerpo recostado sobre la mesa de metal, cubierto por la sabana blanca.

Ijichi está frente a él, luciendo cada parte el hombre arrepentido lleno de ansiedades que es él, y Satoru casi siente pena por él.

Casi.

—Fue a propósito —concluye, e Ijichi, siempre el ansioso, se detiene abruptamente y lo mira sorprendido—. Enviar a unos de primer año a salvar a posibles supervivientes es una locura.

Se rasca la nuca y aprieta sus dedos entre los mechones, molesto.

La sangre le hierve, pero tiene que controlarse. Tiene qué.

—Además, es culpa mía —admite al dejar caer su mano, y las une entre el espacio que forma su cuerpo mientras se encorva aún más—. La situación de Yuuji la forcé yo y pospuse indefinidamente su ejecución.

Siente pena. Siente mucha pena y el pecho le arde de coraje.

—No le gustó a los peces gordos y usaron mi ausencia y el categoría especial para deshacerse de él con una excusa.

Ve a Ijichi llevarse una mano al rostro, asqueado y en shock y probablemente con más ansiedad que nunca. Porque Satoru sabe, Satoru entiende.

Pero Ijichi no. Quizás, no por completo. Quizás, a pesar de que sea él quien use la venda en los ojos, sea Ijichi quien la tenga más ajustada.

—Si los otros morían por igual, tendrían más en mi contra, y matarían dos pájaros de un tiro.

Piensa en Megumi, en Nobara, y a pesar de que no la ha conocido por mucho tiempo, su boca tiembla al pensar en sus estudiantes y en cómo debieron sentirse ante lo abrumadora que la situación resultaba.

Él sabía, sin embargo, que no se echarían para atrás. Que Megumi y Nobara y Yuuji pelearían, que no tendrían miedo ni siquiera aunque se tratara de una categoría especial. Él sabe, porque vio ese fuego en sus ojos cuando los puso a prueba, cuando Itadori Yuuji fue capaz de controlar al huracán de fuerza que era Ryoumen Sukuna, cuando vio cuán demente estaba Kugisaki Nobara aquella vez en aquel edificio.

Son buenos. Podrían ser de los mejores, y ahora...

—No, ¡Eso…! —dice el otro, el de lentes, claramente en negación—. Nadie esperaba que fuera un categoría especial cuando dieron la orden.

Satoru quiere romper algo. Quiere romper los cuellos de los cobardes que hicieron esto.

—Buscar culpables es un fastidio.

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