─━XIV. Trato

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CATORCE

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CATORCE.
TRATO 
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Gina está molesta.

Hay días en los que Ash anhela la soledad de antaño, cuando llegaba desangrándose a una desolada habitación de un solo cuarto, cuando comía en una mesita con una sola silla y se iba a dormir en un futón mohoso con una simple sábana para cubrirse.

Esos días cuando su vida era solitaria pero suya, cuando cargaba y enterraba cuerpos de inocentes y de almas ya marchitas. Los extraña a veces, en ocasiones, cuando Gina se vuelve demasiado.

Hay días en los que simplemente los extraña por que antes veía. Y ver, se da cuenta, es un privilegio que muy pocos no tienen.

—Fue una estupidez.

Y él entiende, comprende, en verdad lo hace.

Y lo agradece.

Esa genuina preocupación que la mujer demuestra hacia él cuando Ash excede los límites, cuando A vuelve a verse entre las grietas por las que su verdadera esencia se escapa, cuando los charcos de sangre bajo sus pies se vuelven lagunas. Ash comprende que Gina lo quiere, y él la quiere a ella, pero...

Pero no.

—No lo fue.

—Pudo haber conseguido tratamiento médico por otros medios.

—Fue una sola vez, Gina.

—No estás en condiciones de llevar a cabo ese tipo de acciones, Ash —dice—. Mucho menos ahora, en tu estado.

—No iba a dejar que se fuera de tal manera-

—No estaba en peligro de muerte, ni siquiera era una herida profunda, simple superficial.

Ella le debate y le dice, y así ha sido los últimos días desde aquel instante en el que Ash se dejó dominar por un deseo egoísta. Él se vuelve y la mira, y su ceño se frunce y el pecho se le estruja.

—...Lo lamento.

El susurro es quedo, tranquilo, un tenue eco que se pierde en los interiores de su alma.

Gina se suaviza un poco y suspira, resignada y dolida y vencida. Y Ash, que entiende sabe comprende, da un paso cerca de ella y se sostiene de su brazo con suavidad.

La mujer asiente sin mediar palabra y los guía hacia el parque, pasando por encima de charcos de agua fresca, olfateando el ozono en el aire, el cigarrillo de los vecinos en los balcones que les miran desde arriba como si fueran algo interesante en esa monótona vida.

La maldición se pierde al doblar una esquina y el olor los consume.

Ash arruga la nariz.

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