2. Los celos

133 9 1
                                    

Cuando mis ojos encuentran los de Daniel, no consigo analizar sus pensamientos. Está apoyado en su coche, cruzado de brazos y con la mirada perdida, ¿incomodidad? Es lo que creo que sus ojos intentan explicarme, pero no voy a dejar mi duda en la cabeza, voy a comprobarlo enseguida. Me acerco disimuladamente y me apoyo a su lado en el coche -¿Estás incómodo?- le pregunto en bajo. El asiente y me responde -Hay demasiada gente que no conozco- y tiene razón. Esta noche habían venido a la caseta amigos de algunos de los del grupo, y había gente que ni siquiera yo conocía.
-¿queréis que vayamos a dar una vuelta con el coche?- le digo para que podamos salir de allí. Él, por educación, no iba a proponer ningún plan, ni tampoco creo que se fuese pronto "por cumplir", así que tengo que sacarlo de aquí, no quiero que se sienta incómodo por mi culpa. Su rostro pensativo no tarda en tornarse sonriente. -¡Sam vámonos!- dice abriendo la puerta del copiloto para que me monte yo delante. Sam me mira haciendo un mohín y se sienta atrás.
-¿A dónde vamos?- Habla Sam metiendo la cabeza entre los dos asientos mirándonos frenéticamente a los dos. -Gabi va a enseñarnos su barrio y los alrededores- comenta Daniel mirándome con diversión -Destino señorita- añade por último y yo no puedo evitar sonreír como tonta todo el rato. Me cae demasiado bien este chico. -Okey, ves por ahí- señalo la calle de enfrente. Él arranca y sale hacia el lugar como si lo persiguiera la policía, la muerte con su guadaña, Freddy Kruger, los jinetes del apocalipsis o que se yo, su madre enfadada.
Cuando nos detenemos en una zona elevada de la ciudad desde donde se ve gran parte de mi barrio, observo como las anaranjadas luces de las farolas contrastan su perfil con la oscuridad del coche al otro lado de su cara. Por un momento, logro olvidarme de la experiencia cercana a la muerte que acabo de vivir en el viaje, este hombre conduce como el hijo perdido de Vin Diesel y Fernando Alonso. He de reconocer que la adrenalina adueñándose de mi cuerpo y el rugir de su coche me encantaron más de lo que imaginaría. El agitado pulso de mi corazón me devuelve a la realidad y tomo una respiración antes de por fin abrir la boca. -Eh.... ¡Eso ha sido una locura! - Su mirada se vuelve triste y agacha la cabeza -Yo... no pretendía asus...- -¡ME HA ENCANTADO!- exclamo cortando su innecesaria disculpa. Entonces pasa, los dos se ríen abiertamente, pero es su risa la que llena el lugar agradablemente, es divertida y contagiosa, no puedo evitar estallar yo también en carcajadas. Así pasan horas, riendo y hablando de nosotros mismos, conociéndonos y entendiéndonos a la perfección en cada opinión, en cada idea, en cada cosa que nos gusta hacer. Sam también está ahí, también habla, también se ríe, pero por algún extraño motivo solo puedo mirarlo a él. Sus pequeños ojos escondidos tras el reflejo de la tenue luz en sus gafas, sus muecas y sus sonrisas entre frases.
-Se me ha ocurrido una cosa- Sam interrumpe mis pensamientos, Daniel y yo nos giramos para mirarlo y darle nuestra atención - Vamos al chiringuito y nos bañamos solos en la piscina- continúa. Enseguida el plan me parece muy apetecible, pero no puedo sacar todavía a relucir mi personalidad completamente loca, o huirán despavoridamente. Así que intento hacerme un poquito la dura. -¿Por la noche? ¿No hará frío? ¿No os regañarán?- vamos insiste, por favor insiste, me muero de ganas. -Dah, el jefe no se enterará, el frío está sobrevalorado y la noche es cuando salen los lobos- me río y miro a Daniel, que examina mi rostro en busca de algún signo de negación, no lo encuentra. -Muy bien, siguiente parada, el chiringuito-.
Cuando saco la cabeza de debajo del agua el torso húmedo de Daniel es la barrera más alta que nunca se me había plantado delante. Me intimido y vuelvo a hundir la cabeza en el agua para huir nadando a algún lugar lejano, pero como un pobre pececillo perseguido por un hambriento tiburón una gran fuerza no desconocida tira de mi pierna y yo emerjo de nuevo.
-Eeeey- le regaño a Daniel y él sonríe como un angelito. -¿Puedo apoyarme en ti? No hago pie en esta zona- le pido y no responde, solo agarra mi brazo y de un tirón me pega a él. Ante el repentino tacto se me eriza la piel, mi corazón se altera, largos segundos de silencio y tengo suficiente para volver a tratar de escapar esta vez con más suerte. Llego a la parte infantil y el agua me llega por el abdomen, mi ropa interior mojada y fría ante la brisa nocturna. Me apoyo en el borde junto a las piernas de Sam, que está sentado en el borde porque al llegar se ha echado atrás y no ha querido bañarse. Le doy un trago a mi cerveza y vuelvo a mirar a Daniel, que se aproxima a nosotros entre la oscuridad. La luz de la luna se refleja en el agua de la piscina y en las gotas que recorren su pecho. Su piel brilla y mis ojos vagan sin vergüenza por todo su cuerpo, se me oprime el pecho, sus ojos clavados en mí. Se crea una atmósfera perfecta en la que solo existimos los dos, y entonces pasa, su voz se clava en mi pecho como una daga y un sentimiento desconocido me invade tras sus palabras dirigidas a Sam: -La que se está perdiendo Esther, eh- Sam solo asiente y mi curiosidad se vuelve agobiante ¿Quién es Esther? ¿Por qué me importa tanto? La incertidumbre acapara mi mente. Me salgo de la piscina rápidamente en busca de una toalla, me da vergüenza estar sin ella ya que tuve que bañarme en ropa interior, por lo imprevisto del plan. Ya con mi toalla, me siento al lado de Sam y me doy cuenta de que siguen hablando de esa chica. Entonces, me armo de valor y pregunto, aunque no tengo la razón ni el motivo pero siento que no va a gustarme la respuesta -¿Quién es Esther?- Los dos me miran y Daniel sonríe de oreja a oreja, un nudo en la garganta me impide respirar y suspiro anticipándome al golpe.
-Nada, es solo una chica con la que a veces... pasan cosas- Oh, estoy... celosa. No sé muy bien por qué. Me niego a mis sentimientos, pero ahí están y luchan por salir. De cualquier manera los aparto, me pongo de pie y camino a buscar otra cerveza, ellos me siguen.
El transcurso de la noche después de mis infantiles sentimientos fue entretenido. A Sam le dio hambre y fuimos al centro en busca de algo abierto a las 5 de la madrugada. Después, este individuo cayó muerto en el asiento de atrás y Daniel y yo continuamos hablando sin parar hasta que el coche se paró en la puerta de mi casa y me despedí de ellos. Ahora estoy en mi cama dando vueltas, porque no puedo dormir. La sonrisa de Daniel se ha clavado como una bala en mi cerebro, pero ¿Por qué? No me gusta, no me siento atraída, no sé. Solo me cae bien y ya, pero mi cabeza sigue rogando que piense en todo lo que él representa, y entonces en medio de mi debate interno sobre lo que siento y lo que debo sentir, mi móvil vibra y la pantalla ilumina la oscura habitación en la que me encuentro.
Danielcito<3: Ya estoy en casa preciosa❤, descansa. Mañana nos vemos😜.

ROTA (cuando el alma pide auxilio)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant