14. Él y yo

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Su cuerpo entero se tensó.
Aprieta levemente la mandíbula, casi imperceptible, y una risa nerviosa se escapa de sus labios.
-La verdad, es que no- dice cambiando su semblante a uno más seguro y retador.
-Encantada de ser la primera entonces- la valentía que me otorga el alcohol es sorprendente.
-¿Qué es lo que pretende hacer tras seguirme al baño, señorita?- mi sonrisa se ensanchó.
Me cruzo de brazos sin despegar mi hombro del marco de la puerta y sugiero:
-Yo ya le he seguido al baño, caballero. ¿Por qué no toma usted la iniciativa? - no bastó más que eso para que Daniel tirase de mi camiseta hacia él, estampando sus labios contra los míos, dejando un sabor amargo, característico del fiel aliado de mi seguridad. Sus manos subieron por mi espalda hasta el cuello y se enterraron profundamente en mi pelo, haciendome sentir más rudeza de la que había sentido en cualquier otro beso suyo, puesta la situación me aparto de él y vuelvo a acercarme a la puerta. Cuando estoy a la altura del umbral, giro levemente la cabeza para mirarlo. Su cara absolutamente llena de confusión provoca de nuevo que sonría ampliamente.
-Tranquilo, que no me voy- suelto con soberbia mientras cierro la puerta.
-Solo quería un poquito más de privacidad-
Sus ojos están oscurecidos, casi tenebrosos. Una ráfaga de nervios me recorre desde las piernas hasta el cuello. Vuelvo a acercarme a él, esta vez decidida a no separarme, a no ser que sea expresamente necesario, y volvemos a besarnos, rápido y sin control, como si no nos hubiésemos besado desde hace tiempo. La sintonía y coordinación me sorprenden, todo rueda sin problemas, como en un vals, totalmente fluido. Cuando quedamos de pie besándonos frente al espejo, Daniel se detiene y me da la vuelta, pegando mi espalda contra su pecho y haciendo que mi reflejo y el suyo me miren fijamente. Sus besos húmedos descienden por mi cuello y sus manos se cuelan por el bajo de mi camiseta, agarrándola y tirando lentamente de ella hasta librarla totalmente, y ahí estaba yo, en sujetador parada frente al espejo mientras Daniel me acariciaba y producía escalofríos por allá donde pasaban sus dedos. Cuando se detienen en el borde del pantalón levanta la cabeza, posando sus labios tan cerca de mi oído que casi podía sentirlos.
-Mírate, solo mírate, y disfruta igual que yo de lo jodidamente preciosa que eres- pronunció su voz rasposa casi en un susurro y según termina la frase, que me hace sonreír ruborizada, agarra mi pantalón y se deshace de él de un solo tirón, dejándome únicamente en ropa interior totalmente expuesta y totalmente dispuesta ante él.
Nunca me había sentido tan sexy, su forma de mirarme y sus manos recorriendo todo mi cuerpo estaban a punto de hacerme perder la cordura. En el momento en que su mano se cuela dentro de mis bragas, sin llegar a tocarme pero acariciándome cerca, no puedo evitar cerrar los ojos y suspirar. Su otra mano se cierne sobre mi cuello y lo aprieta mientras mantiene la mirada fija en el espejo, observando todos los gestos de mi cara y llevándoselos de referencia de lo que hace bien, y te aseguro que debe de estar seguro de que lo está haciendo todo de maravilla, porque mi rostro es un cuadro, no puedo evitar estremecerme ante cada roce, sobretodo, teniéndole tan pegado a mi espalda, y notando todo, absolutamente todo de él. Su respiración paulatinamente se vuelve más agitada, su mano haciendo y deshaciendo a su antojo bajo mis bragas, mi cuerpo entero recibiéndole con gusto, y cuánto más me toca hasta con necesidad. Daniel está a punto de perder los nervios, su corazón late desbocado y la dureza de su parte baja se abre paso cada vez más notoria. Al final, no me equivocaba, acababa de perderlos ya que de manera brusca vuelve a girarme, dejándome frente a frente ante él, empujándome contra su cuerpo desde la parte baja de mi espalda, con su pierna se abre paso entre las mías, dejándolas ligeramente abiertas, ansiosas de tenerle por completo, y deseándolo un poquito más en cada beso agresivo, en cada embestida de sus dedos, en cada respiración mezclada.
No puedo más, necesito entrar a la acción.
Mi mano asciende dejando una leve caricia según sube hasta su cuello, agarrándolo al final de manera brusca. Mis dientes toman su labio inferior y lo muerden pervertidamente, me separo y lo miro directamente a los ojos desde la altura que nos lleva. Sin despegar la mirada tomo el botón de su pantalón entre mis dedos, relamiendo la inflamación de mis labios, pero para mi sorpresa Daniel me detiene.
-Tranquila señorita, esto será cuando yo diga-
El rubor se hace más que claro en mis mejillas, toda la seguridad que había estado acumulando hasta el momento tentaba con desvanecerse, o era así hasta que Daniel deja totalmente claro que es parte del juego cuando sus manos se clavan en mis muslos, levantándome hasta quedar totalmente suspendida en el aire.
En el momento en el que quedamos a oscuras en el vestuario que había contiguo al baño Daniel me sienta en lo que parece que es una silla, digo parece por que no puedo ver absolutamente nada, y eso solo hace que todos los demás sentidos se potencien, y cada caricia se sienta el doble.
Él está de rodillas ante mi, sujetando cada rodilla con una de sus manos y manteniéndolas lo suficientemente abiertas como para que notase bastante tensión en los músculos de la ingle, en otra ocasión quizá hubiese sido molesto, pero ahora la verdad es que esa tensión se sentía excitante, sobretodo porque el aliento de Daniel estaba tan cerca de mi zona íntima que todo mi cuerpo se revolvía en el asiento de pura excitación.
Por el sonido de los botones supongo que Daniel se está quitando la ropa, y no poder ver nada me frustra, quiero disfrutarlo al completo, pero también me da morbo, porque él ya había manifestado en varias ocasiones que no quería que yo hiciese nada hasta que él diera la orden por lo tanto tiene todo el control, y el simple hecho de no poder anticiparme a cualquier tacto, simplemente recibirlo sin previo aviso, me pone en un estado sexual bastante alto. No saber si va a besarme, si va a tocarme o morderme y mucho menos donde es.... indescriptiblemente provocativo.
Sus manos me agarran por la cintura, pegando todo mi cuerpo contra el suyo, por fin completamente piel con piel. Las sensaciones me colapsan, solo puedo suspirar y jadear, es todo lo que quiero, todo lo que espero, él y solo él.
-Gabi... tócame- suelta con un cierto tono autoritario que me pone los pelos de punta.
Sus deseos literalmente son órdenes, porque no había nada que desease más que poder tocarlo como él estaba haciendo conmigo, poder hacerle estremecerse y gemir como estaba haciendo él, y lo conseguí con un leve roce de mis dedos, un profundo gruñido se escapó de sus labios rebotando en el pequeño cubículo en el que nos encontrábamos, comiéndose el silencio de la mejor manera que había conocido hasta ahora, su voz.
Los movimientos comienzan a ser rápidos y sin premeditación, impulsivos y agresivos, Daniel muerde, besa, y araña cada centímetro de mi piel, que se eriza cada vez que lo nota, la electricidad se adueña de mi columna vertebral, subiendo y bajando, provocándome arquear la espalda en respuesta.
-Dani...-  solo deseo pronunciar su nombre e intentar dar a entender con mi voz todo lo que me esta haciendo sentir, necesito hacerle entender que soy completamente suya, que no hay nada en este momento que desee más que a él.
La respuesta que obtengo es más que satisfactoria, toda su espalda se tensó bajo mis manos, que eufóricas le clavaban las uñas sin ningún tipo de limite, y su respiración se tornó todavía más nerviosa.
-Gabi...- imita mi intención, y es totalmente acertada, por que escuchar mi nombre dicho de esa manera tan... no se como describirla, grave y rasposamente ronca, como si saliese de lo más profundo de su cuerpo, es lo que provoca que todo mi cuerpo cruce un límite y no pueda evitar pedir lo que lleva ansiado tanto tiempo.
-Por favor Dani- las palabras dejan mi boca casi ahogándome.
-¿Por favor qué?- pregunta tras una risa socarrona.
-Ya sabes qué...- contestó desesperada.
Me besa lento y totalmente consciente de que ese beso solo hace que provocarme más y más.
-Yo no sé nada Gabi, tendrás que decirlo- tentaba mientras su mano rodeaba la impaciente zona con cautela.
-Daniel...- suplico casi en un grito, provocado por la presión que ejerció este bajo mis bragas, obligándome a responder a su pregunta.
-¿Que es lo que quieres Gabriela?- susurra en mi oreja sin parar de jugar con mis límites de paciencia.
-Que termines con esto... por favor- y creo que su cuerpo estaba igual de ansioso que el mío, porque antes de terminar la última palabra de súplica, tuve que ahogar un ensordecedor gemido tapándome la boca con la mano tras darme todo lo que estaba pidiendo desde el principio en una fuerte e intensa embestida.

* * *

Me pongo lentamente la ropa, me cuesta subir los pantalones, el sudor no me lo permite, a demás me duele todo el cuerpo. Observo como Daniel se abrocha su camisa, su pelo despeinado y sus ojos brillantes son todo lo que necesitaba ver después de entregarme completamente a él... cuando me doy cuenta.
-Daniel, mis bragas, no las encuentro- el solo se ríe.
-O lo que queda de ellas- señala un trozo de tela negra rota en el suelo.
Me llevo las manos a la cabeza.
-Madre mía Daniel y ahora que hago sin bragas toda la noche- me rio inevitablemente y le señalo con mi dedo acusador -Vas a tener que llevarme de compras guapito- el me devuelve la risa y pone los ojos en blanco.
Cuando salimos del vestuario y quedamos de nuevo frente al espejo la estampa es completamente distinta a la de hace un rato, pero definitivamente no hay nada que me guste más que él, no me desagrada la imagen a pesar del desaliñado aspecto de ambos. Al final somos él y yo, y para mi eso siempre será suficiente.

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⏰ Last updated: Sep 23, 2022 ⏰

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ROTA (cuando el alma pide auxilio)Where stories live. Discover now