8. Las Dudas

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Viene mañana, mierda, mierda. Había quedado con Carlos en que mañana sería el día en el que él vendría a mi barrio a pasar el día en la piscina del chiringuito. Me tocaba el turno de noche y se lo había prometido, no podía negarme ahora, no podía huir.

¿Cómo haría frente al encuentro entre Carlos y Daniel?

¿Cómo gestionaré lo que siento?

Sé perfectamente que Daniel es la persona con la que quiero estar, pero ¿qué hay de los sentimientos que todavía ruedan en mi estomago al referirme a Carlos?

¿Qué voy a hacer?

Suponía que la potencia de mis sentimientos hacia Daniel serían suficientes para dejar todo lo de Carlos atrás, pero ¿por qué no puedo?

¿Por qué no quiero decirle a Carlos que no venga?

Mis pensamientos me atormentan. La indecisión, las dudas, vuelvo a sentir la horrorosa sensación de no saber gestionar lo que siento.

Pero a fin de cuentas respiro, y como siempre, me aferro a algo que yo creo que tiene sentido para tener una respuesta a mi indecisión. Esto pasa porque no quiero perder a Carlos como amigo. Además, prefiero dejar mi mente descansar. Mañana será el momento de dominar esta situación, ahora es momento de seguir trabajando.

-El pollo de la seis está casi, la cerveza y el refresco de la ocho ya lo he llevado yo. Ves y recoge los primeros de la cuatro, que los segundos están por salir. Yo voy a terminar de atender la barra y a sacar el lavavajillas- dice Daniel organizando toda nuestra tarea.
La verdad el día de hoy tenemos bastante  trabajo, no deja de llegar gente, pero trabajar con Daniel lo hace todo mucho más ameno. El buen rollo, la conexión y la productividad, son cosas que nos van como anillo al dedo.
-Venga chaval, que no es para hoy. Mueve el culo, que falta te hace- un cliente desde la barra se dirige a Daniel. Mis ojos se clavan en los suyos y un ardor recorre mi estómago. Un instinto asesino desconocido aflora en mi interior y mis palabras apuñalan al sujeto mentalmente.
-Tenga un poquito más de paciencia, o mejor dicho de educación. Si vuelve a dirigirse a si a mi compañero, quizá usted se tendrá que ir a tomar por culo de aquí- Daniel me mira con los ojos como platos, pero ya había dicho lo que tenía que decir. Si el cliente respetaba, no habría más problemas. Si respetaba.
-¿Pero tú de qué vas, niñata? Si tu compañero es un inútil que no vale ni para poner una cerveza, acepta las críticas, no vuelvo por aquí-
Oh, la jodiste conmigo compañero, con Daniel no se mete nadie.
-Sí tú eres un viejo impaciente de mierda, no es nuestro puto problema. Si tan mal te atendemos, deja de venir cada día a beberte un barril entero de cerve...- Daniel pone su mano sobre mi boca y me lleva hacia el pasillo disculpándose con el gilipollas de la barra.
-¿Pero qué narices estás haciendo Gabi?- me susurra liberándome de su agarre
-Se ha metido contigo- es verdad, no sé por qué pero me llenó de ira que alguien hablase mal de él.
-Ya Gabi, pero no pasa nada. ¿No has visto que yo no he dicho nada? Es mejor ignorar esos comentarios- su mano acaricia mi pelo con ternura.
- Ya Daniel, pero no lo he podido evitar. No quiero que nadie te falte el respeto y menos delante de mí, no lo voy a tolerar-
Y con esas palabras sus labios y los míos se encuentran fugazmente en un tierno y corto beso. Daniel apoya su frente en la mía y un hilo de su masculina voz pronuncia seductora.
-Mi pequeña leona protectora-
Solo puedo sonreír, no me esperaba que un mote fuese a llenarme tanto el corazón.
-¿Leona?- pregunto -Sí, literalmente has estado a punto de saltar a la yugular de ese pobre hombre indefenso como una leona en plena caza- solo puedo reír y abrazarlo.
Mi turno acaba y me voy a casa, el de Daniel continúa hasta el cierre y quedé con él en que bajaría al chiringuito para verlo un rato antes de cerrar y hacerle compañía. Así que aquí estoy, tratando de vestirme con algo más abrigado que lo que llevo. En el día hace mucho calor, pero en las noches a pesar de ser julio algunas veces refresca y es mejor abrigarse un poco más.
Me miró dudosa en el espejo, las mayas negras adaptándose fielmente a mis voluminosas piernas, la camiseta que he elegido deja ver mi piercing del ombligo, y mi morena piel descubierta ante los tirantes, mis pechos acentuados por el escote rojo y mi sudadera cayendo a la altura de los codos. No me veo genial, pero estoy pasable. Desenredo mi pelo liso y trato de dejarlo bonito para Daniel, quiero que lo de leona sea solo por el carácter.
¿Cómo voy a explicarle a Daniel que mañana vendrá Carlos?
Medito esa pregunta en lo que camino hacia el chiringuito y aún así no he encontrado la respuesta cuando las conocidas puertas de bambú se alzan sobre mi vista.
Bueno, pues aquí estamos otra vez.
Entro y el local está vacío, solo está Daniel limpiando el mostrador.
-Hola guapo- me acerco y beso sus labios, pero su respuesta me sorprende, ¿por qué se aparta?¿Por qué su cara expresa incomodidad? Un sentimiento de temor creciente en mi abdomen pero desplazado por mi coherencia amenaza por salir y preguntarle mil cosas, pero solo cambio el tema, de nuevo gracias a mi coherencia.
-¿Quieres que te cierre la puerta?, ya que no queda nadie- él asiente y voy a cerrar la puerta de la calle para poder limpiar todo sin que entren nuevos clientes.
-Tenemos que hablar- dice Daniel en cuanto llego de nuevo a su lugar, y mi miedo ahora es inamovible, es lo único que ocupa mi estómago, creciente inevitablemente, atormentado cada centímetro de mi cuerpo.
- Siéntate porfa- me invita a sentarme a su lado en frente suya en un taburete. Él está al otro lado del mostrador y su cara solo expresa que algo no va bien.
-Daniel- digo, con el tono asustado imposible de disimular
- Hay que acabar con esto que hemos empezado- sus palabras chocan directamente en mi pecho y no digo nada, sigo escuchándolo.
- Me pareces una chica genial Gabi, eres increíble y me encantas, pero yo... No puedo hacer esto, no sé cómo decírtelo pero...- las lágrimas amenazan con brotar de mis ojos en su pequeña pausa, pero las contengo y me atrevo a seguir escuchando.
- Yo estoy enamorado de otra persona, y no puedo hacer esto. Esther y yo tenemos una relación rara, inestable, pero aún así, mi moral no me deja seguir con esto. Siento que la engaño aunque no esté con ella, así que esto no puede ser- oigo mi corazón romperse en pedazos de cristal y el continua.
- Creía que esto saldría bien porque me gustas muchísimo Gabi, pero no puedo engañarte- el dolor bloquea mi garganta, las lágrimas son incontrolables en este momento, estoy llorando, llorando por qué el suplicio se está haciendo intenso.
- Así que creo que debemos apartarnos, que esto no vuelva a pasar- dice mientras su expresión denota pena. Su mirada cae al suelo y de mi boca sigue sin salir ni una palabra. Tan rápido se acaba y tan pronto duele de esta increíble manera.
-Gabriela, por favor, di algo- un sollozo se escapa de mis labios.
- Por favor, no me llames Gabriela- digo a punto de romperme completamente.
- Sabes que tengo que hacerlo- su mano intenta tocar la mía, y yo la aparto.
- Pensé, que teníamos.... algo espe.. esp..ecial- digo tratando de contener el inevitable llanto.
- Para mí eres especial, pero no puede ser- dice mirándome angustiado. - Por favor Gabriela, no llores- mi propio nombre duele -Gabi..- trato de corregirle, pero no sé si servirá, y entonces mi cuerpo se pone a la defensiva y contesto, entre lágrimas pero contundente.
- Yo no quería nada más que pasarlo bien contigo, me gustas, pero no de esa manera- miento intentando no perder mi orgullo y suplicar que me dé una oportunidad.
- ¿Y por qué lloras?- lógica aplastante, pero nada que no pueda solucionar.
- Simplemente ego femenino herido, me jode que prefieras a otra antes que a mi- una sonrisa sarcástica se forma en mis labios mientras los propios se mojan de lágrimas.
- Seremos amigos, si es lo que quieres- su cara es inexpresiva, no sabría calificar sus emociones, en segundos parece decepcionado o triste, después emana rabia e impotencia, pero después vuelve a no representar ninguna emoción, y me mira a los ojos para mostrarme lo fríos que pueden llegar a ser los suyos. Aparto la mirada, no quiero que vea lo que verdaderamente siento, un dolor tan intenso que me quema desde dentro y desgarra mi estómago, ahogándome en desilusión y en despecho.
- Vale, seremos amigos, pero nada más de ahí. No quiero que estés mal Gabriela, no quiero confundirte- mi risa le sorprende, es una risa diabólica llena de falsos sentimientos de indiferencia.
- Daniel, estoy bien. Ya te he dicho que no me has hecho daño, no estoy confundida, no quiero que seas tú el que se confunde-
Mi garganta arde y me levanto del taburete para que no me siga mirando, no sé por cuánto más podré mantener la compostura.
-Gabriela- su voz suena dolida
-¿Sí Daniel?- contesto sin mirarlo. Parece que duda de que decir, comienza con algo pero enseguida se retracta, cambia de idea y dice
-Por ahí está cerrado, tenemos que salir por aquí- dice señalando la otra puerta. La vergüenza culminando el dolor de mi corazón roto, la coraza a punto de despedazarse, las lágrimas a punto de bañar de nuevo mis oscuros ojos marrones, lo miro y sonrío de la manera más falsa que sé.
-Cierto, vámonos- y lo sigo hasta la salida. Cuando monto en su coche, un latido doloroso ahueca mi pecho, el primer beso, tantos sentimientos comprendí, ahora, ¿Ahora qué? Si tanto evité quererlo fue por algo, si tanto dudé fue por algo, ahora me veo así, con el corazón hecho pedazos, y disimulando que nunca amé, la mentira más dolorosa.
Él conduce hacia la caseta, le había dicho yo de ir ahí, pero él se iría, lo último que quería era seguir torturándome con su presencia. Durante el camino mi móvil vibra y al leer el contacto siento que no podré gestionar más cosas esta noche.

Carlos: Amore mío, al final no puedo ir mañana, pero te prometo que pasado estoy allí. Iré por la mañana y comemos juntos. Te quiero, tengo muchas ganas de verte.

Mi mente chilla de impotencia. Carlos, no me digas que me quieres, no me hagas dudar más, no puedo con esto, que alguien me ayude con esto...
Mi pecho necesitando aire amenazante de dolor, mi coraza manteniéndose erguida a pesar de todo, mi cabeza alta y mis ojos secos, duele, duele mucho, pero estoy bien.
Ojalá fuera cierto.
Y entonces todo se rompe. Al llegar a la caseta Daniel besa mis labios a modo de despedida, y ahí mi coraza se cae en pedazos, mi mente se nubla y mi corazón se desboca, ¿Que está pasando?¿No acaba de decirme que lo dejemos como amigos?.
Me bajo del coche ante las miradas atónitas por el beso público, nadie sabía nada, pero tampoco nadie pregunta, ya que al desaparecer el coche de Daniel, vuelvo a derrumbarme en llanto. Luna me acoge a su lado y me abraza. El sufrimiento sale, el dolor, la rabia, lo que de verdad sentía, lloro irremediablemente y todos me miran, pero no me importa, el dolor es más fuerte que la vergüenza.
El dolor también es revelador, ahora se qué Daniel se ha metido más profundo de lo que pensaba en mi ser. Ahora es él quien tiene el poder de destruirme y sin duda lo está haciendo.
Mi miente piensa mientras el tabaco alivia mi pecho, el llanto no cesa, y la confusión aparece. Primero quiere apartarse y después me besa.
Al final, no era yo quien tenía las verdaderas dudas.

ROTA (cuando el alma pide auxilio)Where stories live. Discover now