10. Tu chico.

58 5 2
                                    

Los brazos de Carlos tan cálidos como de costumbre, su imponente perfume masculino recordando los años que he estado constantemente oliendolo.
¿Merece la pena perder esto?
La pregunta sin sentido revolotea por mi cabeza, ¿por qué iba a perder esto?
Carlos y yo no somos pareja, Daniel y yo no tenemos nada, todo continuará como hasta ahora. Volveré a los brazos de Carlos cada vez que el mundo me ahogue.
Monto en su coche con el aroma a McDonald 's invadiendo mi nariz.
-¿Qué has traído?- le pregunto abriendo las bolsas y picoteando alguna patata frita.
-Tu hamburguesa favorita- Carlos me sonríe y recuerdo el por qué no me separé de él en los largos años que hemos pasado.
-Pero se va a enfriar de aquí a que sea la hora de comer- hago un puchero y él pone sus ojos en blanco.
-Vamos Gabi, estamos a cuarenta grados a la sombra, y la dejaremos en el coche, ¿de veras crees que se enfriará?- no puedo evitar reírme con él
-Touché-  Carlos acaricia mi cara cuando aparca el coche en la puerta del chiringuito y me mira de lado, sus grandes ojos azules profundizan en los míos y de nuevo habla.
-Me encanta cuando te echas eso en los ojos- una punzada de dolor atraviesa mi pecho recordando como Daniel pronunció esas palabras miles de veces, como acarició mi cara de esa forma, y ahí me di cuenta que ni yo había pasado página, ni lo de Carlos seguiría siendo lo mismo.
-Gracias cielo- es lo único que puedo decir, no me sale nada más. Es como que todo mi cuerpo pide que no sea Carlos el que me dice eso, que no sea Carlos el que me acaricie, que no sea Carlos el que me mire de esa forma.
-¿Entramos?- dice él entusiasmado, y para nada puedo negarme a esa mirada inocente, pero mi estómago grita nervioso que el encuentro está por llegar.
Entramos por las ya mencionadas  imponentes puertas de bambú, caminamos hasta el mostrador para pedir una cerveza y pagar la entrada de Carlos a la piscina. Por suerte Daniel está haciendo algo en el almacén y la entrada conseguimos comprársela a otra compañera. ¿Por cierto Luna no iba a venir hoy?, bueno, todavía son las doce del medio día, supongo que ya llegará. Entonces, durante mi absorta desaparición mental, me veo obligada a volver a la tierra mentalmente porque Daniel sale del almacén clavando directamente sus ojos en los míos, para después ir a los de Carlos y regresar nuevamente a los míos con una frívola mirada.
-Ey tío ¿Cómo lo llevas?- Le dice Carlos a Daniel en el momento en el que este se acerca a atendernos. ¿Qué cojones? ¿Se conocen estos dos?
-Hola tío, pues nada aquí sacando un poco de pasta- se dan la mano de manera amistosa, pero Daniel no es sincero con su mirada, igual que tampoco lo fue conmigo. Durante nuestra etapa de amistad le hablé en numerosas ocasiones de Carlos, y jamás me dijo que se conocían. ¿De que se conocen? Mi mirada solo vuela frenéticamente entre los dos, Carlos totalmente inocente ante Daniel, pero Daniel dedicándome algunas miradas de reojo torciendo el gesto de manera disimulada. Esto no saldrá bien.
-¿Ya no vas nunca a entrenar?- Pregunta Carlos. Ósea que han hecho algún deporte juntos, pero ¿cuál? Carlos práctica de todo, patinaje, saltos, fútbol, baseball, natación, boxeo...
-Me tuve que quitar porque a mi madre le daba demasiado miedo- responde Daniel haciendo que yo siga investigando mentalmente. Si le da miedo a su madre será porque es algo peligroso, okey pues serán o saltos o boxeo. Daniel es muy alto y muy corpulento, no creo que los saltos se le dieran demasiado bien, sin embargo el boxeo... mis ojos escanean desvergonzados sus brazos, y entonces me doy cuenta de que tiene que ser eso. Sus brazos son robustos y fuertes, realmente atrayentes y protectores, me relamo los labios cuando la voz de Carlos me devuelve a la realidad.
-Dos jarras de cerveza, una con limón para mi, porfa Dani- Daniel asiente mirándome juzgante de nuevo.
Ya con nuestras cervezas nos sentamos en una mesa tranquilamente.
-No sabía que trabajabas con Hoyos. Fuimos juntos a boxeo, menudas hostias pegaba- Hoyos es el apellido de Daniel, Daniel Hoyos, las palabras de Carlos solo confirman mi teoría.
-Sí, fue él quien hizo que entrase a trabajar aquí- cierta melancolía deja mi voz
-¿Va todo bien?- Carlos me mira extrañado
-Sí, vamos a bañarnos, corre- Digo bebiéndome mi cerveza de un solo trago y agarrando el brazo de Carlos bajo la atenta mirada de Daniel desde el mostrador.
Entramos al espacio de césped y Carlos se quita la camiseta quedando únicamente con un bañador rosa fuerte que llevaba como pantalones antes. Sus definidos abdominales dejan lugar a mi imaginación, a mis recuerdos...
Miro su perfil mientras me quito la ropa quedando con mi habitual bikini rojo. Carlos se acerca corriendo y se tira encima mío en el césped. No puedo evitar estallar en carcajadas mientras Carlos me hace cosquillas y bloquea todos mis intentos de levantarme, hasta que al final lo consigo y salgo corriendo hacia la piscina. Él corre detrás y me divierto realmente mientras la angustia de ser alcanzada crece, corro todo lo rápido que puedo por el borde de la piscina hasta que una mano agarra mi brazo y de repente estoy cayendo sin solución al agua fría y Carlos detrás mío. Cuando emerjo toso por la repentina entrada de agua en mi garganta, él me abraza y aparta mi pelo mojado de mi cara. Creo que sé qué es lo que trata de hacer, y sé que si por primera vez le niego un beso sabrá que algo pasa, y eso no me conviene, así que antes de que sea inevitable sumerjo con mis manos la cabeza de Carlos en el agua y huyo hacia la escalera y salgo de la piscina.
-¿A dónde vas?- Pregunta cuando saca su cabeza del agua.
-A ningún sitio, solo tengo un poco de frío así que voy a tumbarme aquí al sol- el asiente y sigue nadando durante un rato.
Mientras mi cuerpo se dora al sol, como un pollo asado, mi mente pensante decide no descansar y darle vueltas a la situación, ¿qué es lo que le da rabia a Daniel que no deja de mirarme con recelo? ¿Por qué no he podido besar a Carlos si lo he hecho tantas veces ya?, vuelvo a tener la agobiante sensación de que no puedo gestionar mis sentimientos, quiero que ya no me duela el rechazo de Daniel, quiero seguir con Carlos, quiero que todo sea como siempre, porque me estoy volviendo loca.
Unas gotas frías caen sobre mi estómago haciéndome abrir los ojos repentinamente, es Carlos, situado justo encima de mí, sonriéndome con esos dientes perfectos. Si, es cierto que Carlos sigue provocándome mil sentimientos, pero Daniel... se ha metido en mí hasta la médula. Todo de mí desea con energía nuclear a Daniel, y no puedo negarlo aunque trate de hacerme la orgullosa, aunque finja que estoy bien, aunque trate de sacarlo de mi mente, él vive en ella.
-Hora de comer- me levanto rápidamente y él me sigue
-Eres consciente de que aunque llegues antes las llaves del coche las tengo yo ¿no?- Responde arrogante
-Ah, ¿te has bañado con ellas?- y entonces corro hacia su mochila
-Serás capulla- Dice mientras sale corriendo detrás para alcanzarme, pelea sin sentido, pura competencia.
Carlos me alcanza justo cuando agarro las llaves y trato de escapar de él entre risas, pero me detengo y todo aire de diversión desaparece cuando la mirada de Daniel encuentra mis ojos desde el mostrador. Le doy las llaves a Carlos y le digo que vaya él a por la comida mientras yo pido algo de beber. Carlos acepta y sale del recinto.
-Nos puedes poner otras dos cervezas, una con limón porfi- le digo a Daniel, los impulsos de acercarme cuando me miró me atrajeron como polilla a la luz sin un motivo de peso y sin un plan aparente.
-Te lo estás pasando bien con tu chico, por lo que se ve ¿no?- su pregunta me sorprende a la vez que me molesta
-No es mi chico, pero sí, estoy disfrutando- digo con una mirada superior
-¿Estás disfrutando su presencia u otra cosa?- ¿Qué otra cosa iba a disfrutar?¿A qué mierda se refiere?
-No sé a dónde quieres llegar, pero sí, disfruto su presencia bastante- sus ojos me miran de una manera totalmente desconocida, algo que no entiendo.
-Pues ponte tú las putas cervezas- Dice dejando a medias de servir lo que le había pedido dándose la vuelta y metiéndose al almacén.
Mi cara es de pura sorpresa, la confusión me invade, pero viendo lo visto, entro yo a ponerme "Las putas cervezas".
Cuando Carlos vuelve estoy sentada en la misma mesa con las dos cervezas, Daniel ha vuelto a su lugar de trabajo y Carlos se sienta a mi lado y comenzamos a comer.
Comemos, nos volvemos a bañar en la piscina, charlamos y pronto termina el día, es hora de irse para Carlos, y a pesar de lo nerviosa que me puso la idea de que viniera, la verdad es que me da pena que se vaya, no sé cuando podré volver a verlo.
Cuando regreso a dentro del chiringuito me enciendo un cigarro para aliviar tensiones. El humo llena mis pulmones, me relaja y abre mi mente, me voy a echar una cerveza con Daniel, ¿no quería que fuésemos amigos? Vale
-Daniii, ponme una cerveza- él asiente y me la pone
-¿Ya se ha ido tu chico?- pregunta él con una ceja enarcada
-Que no es mi chico- lo miro con molestia -Solo somos amigos-
-Los amigos no se besan- esto es surrealista, ¿pero este chico de qué va?
-Y por eso no lo hemos hecho- sus ojos invaden directamente mi campo visual y yo vuelvo a poner cara de enfado, ¿por qué mierda tengo que darle explicaciones?
-¿Puedes pasar un momento al pasillo?- pregunta señalándolo con la cabeza
-¿Para qué?- tanteo su respuesta
-Tú solo pasa-
No hay mucha gente, y la gente que hay está atendida y no va a pedir nada en un rato. Así que me levanto del taburete y paso al pasillo donde me espera Daniel.
Cuando entro su mano agarra ferozmente mi brazo y me acorrala contra la pared, con fuerza pero sin hacerme daño, su aliento quedando frente a mi, aprovechándose de su altura y tamaño, su mano sostiene con una suavidad irónica mi mentón.
-¿Te ha besado?- mi pecho se retuerce y la respiración se me corta, a duras penas respondo
-Ya te he dicho que no- trato de liberarme pero sus manos me sujetan contundentemente
-Espero que me digas la verdad- mi corazón late con tanta fuerza que temo que el pueda oírlo
-¿En que te afecta a ti eso?- digo en un susurro casi inaudible
-En que me hierve la sangre verlo cerca tuya- sus palabras me sorprenden, está celoso. ¿Por qué? Fue él el que se alejó de mí. Fue él el que dijo que yo no le gustaba.
-¿Por qué?- Pregunto temblorosa, esta situación está llevando mis nervios a otro nivel, pero Daniel no contesta. Su mano agarra mi cintura y me pega de manera ruda a él.
-No hagas que me ponga así- su otra mano sosteniendo mi nuca de manera convincente
-Yo no he hecho nada- digo tratando de calmar la situación, aun así, no me está asustando, se cuida de ello, no me está hiriendo, no trata de hacerlo.
-¿Vas a volver a hacerme sentir así?- sus palabras me están torturando los nervios, no sé cuánto más voy a poder aguantar, no respondo.
-Gabriela- su tono de voz con un aire rasposo, ronco y masculino, mi nombre sale de su boca prácticamente en un susurro, pero joder, que susurro, estaría escuchándolo llamarme de esa manera toda la vida.
-Puede- digo de manera sínica levantando mi cara para mirarlo directamente a los ojos desafiante.
Error, desafiarlo fue un error, sus labios se estamparon con fuerza contra los míos, un beso rudo y posesivo. Mi cuerpo anhelaba el sabor de su boca, como se mueve perfectamente al ritmo de la mía. Ese beso me hizo entender que la necesidad de volver a hacerlo era mutua e inmensa.
-¿Te quedan ganas de jugar conmigo?- dice Daniel sin apenas separarse de mi boca.

ROTA (cuando el alma pide auxilio)Where stories live. Discover now