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Capítulo 2: Pro-bono.

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—Entonces terminé entrando en el perfil de Ibor y postulándome a pesar de que no encajo con cuán hermosa es tu familia. Por Dios, ¡cuando te vi casi me desmallo! Apuesto todo lo que tengo a que Ibor también lo es, al igual que sus hijos. ¿Cómo podría encajar ahí? —exclamo, negando—. Cuando me dijiste que el salario base era de veinte mil dólares se sintió como si fuera el destino. Ninguna niñera o maestra de kínder gana eso al mes —murmuro, terminando de contarle mi historia a Weston tras la quinta copa de vino en un bar muy bonito y reservado en el centro de Dallas. Sus ojos verdes son compasivos y atentos. Se siente culpable por la forma en la que me trató, pero yo también me habría asustado o cuestionado mi comportamiento. También me siento culpable por enloquecer porque eso lo asustó y ahora sé que su actitud grosera y odiosa no es más que un mecanismo de defensa, no es que eso esté bien—. Con este trabajo podría haber ayudado a mi hermano a salir de prisión y me habría sobrado para cambiar de auto y cursar mi maestría.

Sus labios, los cuales son finos y elegantes, se curvan hacia arriba de forma lenta.

Es impresionante la manera en la que luce y se mueve como alguien de la realeza.

Natural, como si no pudiera evitar ser sofisticado o ese aire aristócrata.

También es algo amable cuando se da cuenta de que no herirás a su familia.

Ibor es tan afortunado.

—¿Cuál es el auto de tus sueños? —pregunta colocando su barbilla sobre su mano, sus ojos verdes divertidos y sus hombros mucho más relajados que antes.

Suelto una risita.

—Me conformaría con un modelo más actual del que tengo.

Su ceño se frunce ligeramente.

—Si no tuvieras que conformarte, ¿cuál sería el auto de tus sueños?

Niego.

—No me gusta desear lo que sé que no está a mi alcance, ni estará.

Se echa hacia atrás, analizándome.

—Hablándote como el presidente del banco de inversiones con más éxito en Texas, el hecho de que ni siquiera te lo propongas como meta es lo que lo hace imposible. No tu situación económica actual. El dinero desaparece. La capacidad de una persona para generarlo no. Da igual perder mil dólares en esta botella de vino hoy si mañana haré doscientos mil. —Casi escupo el contenido en mi boca al oír el precio, lo que lo hace hacer una mueca hacia abajo que en realidad luce más como una sonrisa—. Así que si fuera posible, ¿cuál sería el auto de tus sueños, Sofía?

Aunque un auto normalmente es en lo último que pienso, cierro mis ojos y busco en el interior de mi mente una respuesta. Un modelo que me haya gustado a lo largo de mi vida y que haya soñado con conducir aunque sea durante un instante.

Nuestra (Posesión #1)Where stories live. Discover now