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Capítulo 3: Esa es mi chica.

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Me costó un par de días, pero finalmente conseguí un empleo acorde a mis necesidades. No era precisamente lo que estaba buscando, pero está dentro de mi área y la paga es lo suficientemente buena como para permitirme ahorrar para mi maestría en pedagogía. A cambio acepté salir un poco tarde ya que el restaurante de lujo cierra las dos de la mañana para no tener que echar a ninguno de sus clientes de una manera que pueda desencadenar molestias. El ambiente del lugar es acogedor en todos los aspectos, sobre todo en la atención, pero lo impresionante es la decoración del restaurante italiano. Hileras de rosas rojas cuelgan del techo, creando un ambiente romántico y encantador, y el brillo tenue de las velas sobre las mesas lo complementa. No todas ellas son así, hay áreas más familiares y abiertas, pero la que contiene puestos que claramente son para dos son los más impresionantes, sobre todo para una chica que nunca ha tenido una cita en un lugar así

Fratello's, Dallas, se llama.

Y es ridícula la cantidad de dinero que me pagan por cuidar a los niños de las personas que vienen a comer aquí. Aún no llega a los veinte mil dólares que habría ganado cuidando a los niños Wertheirmer, pero roza lo que hacía en el kínder. Mi estación está compuesta por un castillo de piedra con toboganes y atracciones para niños con fuentes de agua y flores reales alrededor, mesas y materiales de dibujo, casilleros y entre otras cosas para que no se aburran mientras sus padres comen. Dixie, una chica morena de piel canela que mide un metro cincuenta, es mi asistente. Ambas usamos vestidos blancos con el logo del restaurante, nuestros cabellos sueltos y adornados con pequeñas florecitas porque se nos exige lucir tan encantadoras como el restaurante.

—Señorita Sofía, ¿puede ayudarme a bajar? —pregunta la hija del jefe, Lucrezia, mientras me mira desde la cima del tobogán en el que se encuentra.

Tiene dos años y esta es la primera vez que el hombre para el que todos trabajamos pisa la nueva sede de su franquicia de restaurantes de lujo. Vino con toda la familia, el resto de sus hijos y su esposa, y a pesar de que ellos también son niños, la única que quiso venir aquí fue ella. El restaurante hoy está más vacío que otros días debido a la estricta seguridad que conlleva su visita, por lo que no dejaron pasar a la clientela habitual, así que la única a la que debo cuidar es ella.

Sus padres dan miedo, pero mi corazón se derrite al ver a Lucrezia.

Es una niña de cabello blanco y ojos azules que lleva puesto un tutú rosa, zapatillas de ballet y un suéter con florecitas bordadas en el cuello. Una pulsera de diamantes adorna una de sus muñecas, dejando en claro que no es cualquier niña. Dixie se acerca a ella, ya que está más cerca que yo para asistirla, pero Lucrezia niega y alza la barbilla con ira.

—No, ¡tú no! —le dice levantando la mano en su dirección para detenerla, a lo que Dixie alza las cejas y me mira porque hemos tratado con niños odiosos y altivos antes, pero Lucrezia no solo es altiva y exigente, sino que también tiene razones para serlo.

Nuestra (Posesión #1)Where stories live. Discover now