Siete.

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Dedicado al idol Moon Bin.

Usaba su rostro para el personaje de Jiho y 

le tenía mucho cariño por motivos personales. QDEP.


—Estás mintiendo —aseguré, aunque sí bien no estaba segura prefería fingir demencia. No me imaginaba como alguien que quisiera besar a su crush borracha. Tenía un poco más de dignidad o eso quería creer.

Miré a Declan unos segundos y noté que el labial que tenía en su cuello no era del mismo color que el mío. No pude evitar fruncir el ceño y él se empezó a reír sin parar, cerrando los ojos ante su diversión. Nada agradable para mi, pero no podía decir nada después de todo lo que había hecho.

—Claro que no, pero me encantó ver tu cara de horror —expresó levantando la mano para mostrarme la marca de su propio beso.

—Tu mente me asusta, Declan. ¿Te has maquillado solo para molestarme?

—Soy muy creativo cuando quiero.

Puse los ojos en blanco mientras me levantaba de la cama, agradeciendo que por lo menos estaba vestida y no estaba dispuesta a pasar otro momento vergonzante. Había visto mi bolso en el sillón de Declan y me acerqué para tomarlo. Las dos llamadas perdidas de mi padre me indicaron que estaba por morir, que ese era mi momento final. Mi padre no necesitaba mandar más de dos llamadas, con esas dos veces en las que no llegué a atender demostraba que no estaba para él. Y siempre tenía que estar para él.

—Mi padre va a matarme...

—No te preocupes, Lizzie se encargó de eso —me contestó totalmente despreocupado, como si no hubiese pasado nada. ¡Estaba en la cama de Declan! Había dormido ahí y en ese momento empecé a preocuparme por si había babeado su almohada. Me limpié la boca y noté que en mi mano todavía había labial de la noche anterior. Seguramente lucía horrible y no podía hacer nada para borrar de Declan esa memoria.

—¿Lizzie? ¿Habló con mi padre?

—No te haces una idea lo buena que es Lizzie convenciendo a la gente... te prometo que todo ha quedado más que bien, Sunsun.

Suspiré, mirando los mensajes de Jiho en donde me preguntaba como estaba y esperando que me sienta mejor. Todo había sido un gran error y estaba sufriendo las consecuencias. No había muchos mensajes recibidos, salvo uno de Declan y lo abrí con duda. En nuestra conversación solo había cosas extrañas, mis mensajes eran solo letras y no entendía absolutamente nada.

—¿Te envié un mensaje en código? —pregunté mostrando la pantalla y Declan se encogió de hombros todavía divertido—. Que desastre, nunca más volveré a tomar alcohol en mi vida.

—Te pierdes de mucho...

—Tú también deberías dejar de tomar. ¿Cómo te puede gustar estar de ese modo? No me acuerdo nada de lo que hice —me di cuenta que estaba hablando en voz alta porque no podía creer que a él le gustara ese estado. ¿De qué servía olvidar momentos? Le hubiese gustado recordar cómo llegó ahí, si había dormido con Declan o como lucía él al descansar.

—No pretendo que lo entiendas, pero por lo menos no me juzgues.

—¿Cómo no voy a juzgar la manera en la que decides arruinarte la vida, Declan?

El silencio reinó entre los dos y por un momento creí que había metido la pata por completo. Me había metido en su vida, lo había juzgado y me sentía totalmente culpable. Quería tanto a ese chico que podía hacer lo que sea por cuidarlo, por salvarlo del pozo en el que a veces se metía. Estaba sentado en su cama, con las piernas extendidas sobre el colchón y miraba sus manos entrelazadas sobre su estómago. Parecía estar pensando, analizando lo que había dicho y yo me acerqué un par de pasos para tratar de ayudarlo. Quería que él supiera que yo estaba ahí para él.

La asistente del jefe [Editorial Scott #3 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora