Diez.

562 80 54
                                    


Miré mi computadora de manera disimulada mientras veía como se acababa el tiempo de esa reunión en mi calendario y dejé escapar un largo suspiro. No quería interrumpir lo que Declan y la autora estaban conversando, aunque solo parecía ruido de radio para mí. No estaba prestando atención a nada de lo que pasaba y solo quería que el tiempo corriera más rápido.

No quería hablar en esa conversación, no sentía que valía la pena nada de lo que dijera por lo mal que me sentía. Tenía el corazón en el suelo y toda la culpa la tenía mi jefe, el hombre que hablaba animadamente sobre la editorial que tanto amaba. Declan me había roto el corazón de vuelta, como si fuera un cristal fuerte y pudiera romperlo hasta hacerlo añicos.

Todavía podía recordar el momento exacto donde mis labios tocaron los de él, como me había pedido y cómo me había alejado apoyando las manos en mis hombros. Estaba tan destrozada, tan decepcionada por todo lo que había pasado que no sabía si quería seguir viviendo esa tontería de vida que llevaba a su lado. Más que asistenta parecía una tonta que usaba cuando tenía ganas.

—¿Qué? —pregunté sorprendida cuando mis ojos se abrieron y pudieron ver los de Declan, más oscuros de lo normal. Me soltó y dio un par de pasos hacia atrás—. ¿Declan? ¿Por qué no?

Estaba perdiendo la dignidad ante cada pregunta que hacía pero tampoco es que me importara mucho. Quería entender qué había pasado y por qué jugábamos tantos juegos entre los dos. No quería participar más, quería ganar. Por primera vez en mi vida, quería ganar.

—No... no está bien. No así.

—¿Entonces cómo?

Me pasaba algo que no solía sucederme, salvo cuando peleaba con mi padre. Sollozaba, como una niña y me costaba respirar como si tuviera una angustia enorme en mi pecho incapaz de dejarme ir.

—¿Es algo mío? ¿Está algo mal conmigo? —pregunté pasando pena ajena, sin importarme que bajo estaba cayendo al rogar por explicaciones que obviamente no tenía. Declan dio un paso hacia atrás, otro, y se alejó de mí lo suficiente para no mirarme—. ¡Declan! ¡Hablame!

—Tenemos trabajo, Suni, por favor —rogó tragando lentamente y me quedé mirándolo sin entender cómo podía ser tan odioso cuando lo deseaba—. Luego, te prometo que hablaremos. Pero se está haciendo tarde y tenemos que... hacer cosas.

Quería insultarlo, decirle cosas horribles y hacerle daño, pero en cambio me quedé callada y asentí. Había perdido toda fuerza conseguida antes y volvía a ser la misma chica de antes. Incapaz de abrir la boca porque cuando había tratado de hacerlo me habían callado.

Volví al momento cuando Declan se estiró para apoyar su mano sobre el hombro de la escritora y ella se rio, pero disimuladamente se alejó. Me gustaba ver que había mujeres que no caían en su trampa con tanta facilidad como yo, sin embargo al instante noté que el director de la serie no miraba con buenos ojos a Declan. Sonreí al notar, como buen cupido que era a veces, que algo parecía pasar entre ellos y éramos ajenos completamente. Me gustaba ver cómo otras personas se sentían atraídas en diferentes aspectos del trabajo. La guionista con el director de una serie. Lizzie crearía una historia si pudiera.

La reunión fue buena, aunque no supe si realmente habíamos llegado a un acuerdo o no. Declan siempre decía que lo primero que teníamos que hacer era lanzar el señuelo y luego esperar que picaran. No parecía que la autora estuviera realmente interesada en volver su guión una historia más grande de lo que ya era, pero Declan estaba decidido en su corazonada.

—¿Y por qué lo sabes? ¿Tienes un sensor especial? —quise saber con tono bastante neutro, guardando las cosas en el momento que nos habían dejado solos—. Ella parecía estar en su lugar seguro...

La asistente del jefe [Editorial Scott #3 ]Where stories live. Discover now