12. afinando vínculos

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Tenemos días trabajando sin parar y aunque Isaza y yo inevitablemente coincidimos en diversos momentos del día, cada quien está tan concentrado en lo suyo que apenas lo veo. En Balas Perdidas todo transcurre normal, Monserrat literalmente me guía en todo mientras Juan Pablo se encierra en el estudio día y noche como con seis litros de café.

- Laia - Mon entra corriendo por la puerta de mi oficina - Tengo una idea, pero te aviso que es bastante cuestionable.

- A ver, suéltalo - le respondo.

Ella toma asiento en la silla frente a mí y se frota las manos mientras respira profundamente.

- La abuelita de Aitana Ocaña falleció - creo que puede leer la pena en mí cuando me llevo las manos al rostro - Es una pena, totalmente, pero también puede ser una oportunidad...

- Mon elabora por favor porque no entiendo por qué nos aprovecharíamos de un momento así.

- Se me ocurrió que podrías presentarte al funeral, llevar unas flores y sacarle el número directo de Aitana a alguien.

- ¿Estás de coña? - le pregunto seriamente.

- Para nada - me responde con la misma seriedad - Más bien sentí que era lo que Amaia habría intentado y pensé que debía decírtelo pero ya veo que fue una locura, perdona.

Me lo pienso unos segundos mientras ella se levanta y camina hacia la puerta.

- ¿Dónde es el funeral exactamente?

A fin de cuentas Mon tenía todo fríamente calculado así que ya incluso tenía unos tacones de mi talla y un outfit negro consigo.

Entrar al cementerio me arrancó la costra de la herida que comenzaba a secarse y ahora la tengo de nuevo al rojo vivo.

Por donde sea que lo mire es una imagen triste, así que me limito a ver a Aitana y su familia a lo lejos mientras le dan un último adiós a la señora.

No estoy para nada segura de qué hacer ni cómo lograr que pase lo que necesito y que no se vea como una canallada, Amaia seguramente sabría qué decir naturalmente para que todo se moviera a su favor, pero no hay forma de que yo logre hacer esto. Es entonces cuando decido irme a la cafetería del cementerio y tomarme un latte.

Justo cuando estoy por terminarlo, alguien se sienta a mi lado en la mesa.

- Disculpa ¿Nos conocemos? - me pregunta esa voz de niña dulce. Elevo mi mirada para confirmar que está ahí justo a mi lado con la cara totalmente lavada y el cabello cayendole liso a los costados con ese flequillo que se la enmarca.

- No realmente - le respondo con honestidad.

- Pero te he visto en el funeral de mi abuela... ¿La conocías a ella?

La miro un par de segundos.

- Pues no, tampoco. Pero lamento mucho tu pérdida. Yo también perdí a alguien recientemente y eso es lo que me ha traído hasta aquí hoy.

- Tenemos algo en común entonces - yo asiento.

- Sip - le doy por toda respuesta porque en papel no se veía tan mal pero ahora más que nunca este plan suena como la mierda.

- ¿Eres una de esos paparazzi que solo quieren fotos de los famosos en sus peores momentos? Porque no pareces una de esas personas.

- No, pero en este momento me siento igual de rastrera que ellos - le confieso - Vine por negocios, y yo sé que es una manera horrible de hacerlos... Solo creí que... - las lágrimas comienzan a acumularse en mis ojos.

No puedo creer que yo haya pensado que esto era buena idea solo porque Laia lo habría hecho así, quién mierda me creo yo para que...

- Me recuerdas mucho a alguien - me interrumpe la voz de ella - Estaba loca como una cabra pero era la mejor mujer de negocios que conocí - me dice con algo de nostalgia pero con una muy leve sonrisa - Se llamaba Amaia, falleció en el atentado de Gran Vía - me cubro el rostro de inmediato para ahogar un sollozo porque es demasiado surrealista que sea justo esa la comparación, hay una probabilidad de una en mil millones de que todo esto pasara y cada vez pienso más en que es ella quien sigue moviendo los hilos desde donde quiera que esté para que el mundo siga su curso.

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⏰ Última actualización: Nov 29, 2023 ⏰

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Machu Picchu ~ Juan Pablo Isaza (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora