8. Verdad que quema

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La joven se quedó mirando la puerta por la que Anne Fave había desaparecido y, sin embargo, dudaba sobre lo que ocurriría en el interior de la privada oficina de Storni, no pudo contener un gritito de alegría que nació desde lo más profundo de su ser.

Llevaba varios meses sin saber cómo saborear un buen beso y mucho tiempo sin ser parte de una caricia pasional. Llevaba mucho tiempo sin ser parte de nada y aquello la había dejado pegada al techo y con un revoltijo de tripas que no la iba a dejar comer en muchas horas.

Vislumbró que se estaba comportando como una loca cuando una de sus compañeras la observó a través del cristal con una extraña mueca dibujada en la cara, y aterrizó para echarle una rápida miradita al reloj de su computadora.

La mayoría de los trabajadores paseaba por los pasillos para sacar la vuelta en esa última media hora de jornada laboral, pero Lexy tenía pendientes desde el primer día y, decidida a no desaprovechar su tiempo, se sentó en la silla para acomodarse en el escritorio y retomar el trabajo atrasado.

Tecleó con prisa, ingresando un informe tras otro, leyendo los nombres de los clientes que se adherían a los servicios que Open Global entregaba y, cuando creyó que ya tenía un buen ritmo, el sonido de su teléfono móvil la despertó de su entretenida rutina.

Leyó el nombre de su prometido en la luminosa pantalla y el temor que le causaba absorbió toda energía positiva que Joseph había dejado en ella. Anheló sentirse culpable por los sentimientos encontrados que tenía en su pecho y tripas, pero no pudo. Su conciencia, la que era más cuerda que ella, estaba tomando el poder absoluto de su cuerpo.

—Aún estoy en el trabajo —respondió antes de que el joven estudiante de Ingeniería automotriz pudiera contestar.

—Lo sé, estoy en el primer piso de esta pila de ladrillos —reveló el estudiante y Lexy se quedó helada al otro lado de la línea.

Que divertida e irónica resultaba la vida, ella besándose y manoseándose con Joseph Storni y su prometido estaba en el primer piso del edificio en el que trabajaba, a menos de cien metros de distancia. ¡No podía ponerse peor!

—¿Estás aquí? —preguntó ella para asegurar.

—Sí, te estoy esperando —contestó Esteban.

Lexy cerró los ojos para negar con la cabeza y contuvo un suspiro para no mostrarse tan frustrada al respecto.

»¿Cuánto te queda? —insistió su agresivo novio.

—Unos diez minutos —contestó malograda y se agitó cuando la puerta de entrada de la oficina de Storni se abrió otra vez—. Ya tengo que irme, nos vemos abajo en quince —despidió acelerada y finalizó la llamada sin darle tiempo al muchacho para que contestara.

Volvió al trabajo con los ojos fijos en la pantalla y, no obstante, moría por mirar a Anne Fave y su sensual caminar, evitó mostrarse tan evidente frente a Joseph.

Anne se despidió de él desde el inicio de la oficina y le lanzó un beso que dejó a Lexy boquiabierta.

—Bouvier, ¿estás lista? —preguntó Joseph de la nada y la interrumpió en su trabajo.

—¿Lista para qué? —preguntó ella con inocencia.

Joseph no pudo aguantarse y soltó una profunda carcajada. Le resultaba una chica tan inocente.

—Te iba a llevar a cenar a la playa y luego a mi casa —respondió él con lentitud y Lexy tembló en su posición.

Se quedó callada algunos segundos, mientras procesaba lo que vivía. Se tocó las manos con ansiedad y se levantó de la silla para ingresar a la oficina del hombre en búsqueda de privacidad para charlar con mayor soltura.

Siempre míaWhere stories live. Discover now