34. La flameante Anne Fave

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Lexy se acercó al restaurante con timidez y se sirvió algunas verduras frescas para aliviar el calor que sentía. Escogió espárragos y algunos tomates para agregar color a su plato y se decidió por el salmón ahumado que la maravillaba con su increíble aroma.

Comió en silencio junto a otras tres compañeras de trabajo que charlaron sobre el nuevo sindicato que empezaba a surgir dentro de la empresa. No prestó mucha atención, puesto que sabía bien que su lugar se acabaría en cuanto Alejandra regresara y se centró en su comida, en disfrutar la delicia del pescado y saborear bien los espárragos.

Cuando creyó que iba a tener la tarde libre y sólo para ella, se levantó de la mesa, ordenó su silla y sin antes despedirse con mucha cordialidad, se marchó, planificando mentalmente la tarde que tenía por delante.

Por primera vez no se sintió sola, siendo que lo estaba y se apreció bastante cómoda consigo misma. Recorrió el hotel, admirando la belleza de las decoraciones y cuando subió al elevador, se encontró con Anne Fave, quien venía junto a un grupo de jovencitos sonrientes.

—Lexy, que bueno verte. ¿Ya comiste? —preguntó la mujer y la aludida se convirtió el centro de atención en el encerrado elevador.

—Sí —contestó ella, muy nerviosa.

—Genial, entonces tenemos la tarde libre para hacer lo que planeamos —respondió Anne y cuando las puertas dobles del elevador se abrieron, Lexy caminó fuera, intentando marcharse y desligarse de ese momento que tanto la incomodaba—. Vamos, te acompaño —dijo y enredó su brazo en el de Lexy, como dos buenas amigas—. ¡Gracias, muchachos, fue un almuerzo muy placentero! —gritó acorde las puertas del elevador se cerraron frente a sus rostros.

La muchacha se deshizo del brazo de Anne y caminó por el repleto pasillo del piso del hotel en que se hospedaba con tranquilidad y escuchó de fondo los tacones afilados de la mujer repercutiendo por el elegante parqué.

Llegó a su habitación y observó la puerta con congoja. Tenía sentimientos encontrados dentro del pecho y no sabía cómo enfrentarse a ellos.

Volteó para mirar a la bella mujer y le dedicó una mueca.

—Si no quieres que entre a tu habitación, puedo esperar aquí.

Fue sincera con sus palabras y acompañó su flexibilidad con una sonrisa, una mueca que Lexy tomó como parte buena en esa relación que no estaba muy segura cómo llevar.

No podía evitar sentirse superada por Anne en todos los sentidos, y si pensaba en que la mujer que quería salir con ella había sido una activa amante de Joseph, se le revolvía la barriga de sólo pensarlo.

Sentía rabia, celos, tristeza, celos, nervios, celos, angustia, celos, celos y más celos.

—No me molesta —siseó Lexy tras respirar profundamente, intentando controlar sus emociones y se mostró más relajada mientras deslizó la tarjeta de acceso por la ranura de la puerta—. Pasa y ponte cómoda. Me voy a cambiar la ropa por algo más relajado —explicó y se señaló el elegante traje de dos piezas que vestía.

—¿Te molesta si robo algo de tu bar?

—No, claro que no —contestó la joven y se metió de cabeza en el armario donde tenía su maleta.

Mientras eligió ropa, observó a Anne por el rabillo del ojo y curioseó en silencio sus actitudes y el modo despreocupado en el que se desenvolvía.

Escogió una holgada sudadera de cuello bajo rosada y unos pantaloncillos blancos de verano que la ayudarían a estar más fresca, y corrió al cuarto de baño para cambiarse con mayor privacidad y cepillarse los dientes.

Siempre míaWhere stories live. Discover now